Amante de los videoclips noventeros, pasaba las horas fascinado frente a mi aparato de VHS recopilándolos en innumerables cintas y posteriormente editándolos con gran meticulosidad. Más adelante, conseguí en un mercadillo una cámara Hi8 medio estropeada y empecé a grabar todo lo que me rodeaba. En ese momento descubrí mi vocación y decidí estudiar cine, especializándome en montaje. A partir de ahí, no paré de crear contenidos audiovisuales de la más variada índole. Asumiendo todos los papeles imaginables y experimentando con todo tipo de formatos, aprendí mucho, y sobre todo, me divertí. Hoy por hoy, me sigo sintiendo un privilegiado por tener un trabajo tan bonito, en el que comparto momentos únicos con las parejas y sus seres queridos, y del que sigo aprendiendo y disfrutando como nunca.

Siempre he sido una enamorada del cine pero, curiosamente, fue a través de la música que entré en el sector audiovisual. Tras haber estudiado en el conservatorio de pequeña, con 12 años descubrí la guitarra gracias a uno de mis compañeros de campamento. Ahí supe que debía hacerme con una y aprender a tocar cuanto antes. Llegado mi santo, mis padres me regalaron mi primera guitarra, la cual no solté hasta que conseguí componer mis primeras canciones, que interpretaba junto a una prima mía.

Más tarde descubrí el software de composición musical y empecé a combinar mis conocimientos analógicos con los digitales. Coincidió con que conocí a Sándor y pude perfeccionar mi técnica componiendo música para cortometrajes y videocreaciones que hacíamos juntos. El resto es historia.