¡Hola! Soy Lydia, la propietaria de este dulce mundo. Aunque todo parezca caído del cielo... tengo una historia que contarte: Yo no estudié repostería, no, yo soy Integradora Social.

Desde siempre mis estudios estuvieron enfocados al mundo de la gente con necesidades especiales. Pero las tartas se pusieron en mi camino y mi día a día comenzó a ser el hornear bizcochos y echarme unas risas con mi madre -que fue quien empezó en este mundo- a las tantas de las madrugadas porque no me salía una figurita.

Mientras yo estaba estudiando, mamá empezaba el encargo que teníamos que entregar esa semana. Y yo llegaba a casa y tenía que ayudarle. Pero tuve una época vaga, que ya estaba un poco saturada de bizcochos y cremas y solo quería llegar y tumbarme en el sofá.

Y mamá, desesperada, diciéndome que le ayudara porque el pedido lo había cogido contando con mi ayuda. Y es verdad, pero no me apetecía nada.

El caso es que mamá me enseñó a ser constante y saber que si el pedido se cogía, había que hacerlo. Porque el cliente es lo primero y lo más importante.

Fuimos avanzando, creciendo e hicimos blogs y páginas. De aquella nos llamábamos ‘Las tartas de Pity’.

Yo comencé a trabajar en una tienda de repostería que había montado la prima de mi padre y cogí más base de la que tenía. Allí hice cursos espectaculares y conocí a gente de nivel en la repostería creativa, cada cual más maravillosa.

Y, de pronto, en mi vida apareció Yago, mi pareja y fotógrafo de la mayoría de las fotos del escaparate.

El camino me llevó a seguirle a un trabajo que tenía fuera de nuestra ciudad.

Mamá se quedó aquí con todo el petate, pascua y comuniones para ella sola, casi me mata, me echaba de menos y tenía tanto trabajo sola…

Pero todo pasa por algo.

Donde vivía Yago encontré trabajo y, en tan solo tres meses, pude ahorrar tanto, tanto, que mi idea al llegar era montar una tienda con mamá.

Esta será una historia que os cuente más adelante. Solo tengo que deciros que hoy en día tenemos una tienda a pie de calle llamado Lydia García Repostería y aquí hacemos obras de arte.

Su nombre es Fini, o Pity, o, depende de quién le esté tratando, es uno u otro. Por eso para nosotras, va a ser Mamá. Porque madre solo hay una, y cada vez que hable de ‘Mamá’ en la web -por si entráis-, sabréis perfectamente a quién me refiero.

Mamá siempre tuvo su trabajo, pero le vino la inspiración de las tartas viendo la televisión cuando empezaron esos canales chulis de cómo hacían tartas extra grandes e impresionantes.

En España apenas estaba implantada la repostería creativa, por lo que se adentró en este mundo teniendo que comprar el material en otros países.

El broche de oro fue el primer cumpleaños de mi prima Amaya, que, siendo la peque de la familia, tenía que tener una tarta de fondant de esas que Mamá empezaba a hacer.

No recuerdo si yo le había ayudado, supongo que algo intenté hacer. Lo que sí recuerdo es que Mamá hizo a mayores una mini galleta y le dejó a Amaya colorines para que la decorara y así poder decorar la tarta de su cumple.

Igual esto no viene a cuento, pero necesito deciros que hoy en día Amaya apunta maneras y puede llegar a ser una buena repostera. Solo comentaros que una exposición que tuvo en el Colegio, la hizo explicando cómo decorar una galleta con fondant.

A lo que vamos, y es que entre una cosa y otra el cumpleaños de Amaya hizo que todos los familiares de sus amigos quisieran que Mamá les hiciera una tarta así de chu-chu-chuli para el cumple de su peque.

Y bueno, ya os lo podéis imaginar. Sólo deciros que Amaya nació en el 2010 y desde 2011 estamos manos a la masa.

Mamá siguió aprendiendo por internet y yo acabé ayudándola hasta adentrarnos en este dulce obrador, donde compartimos cada día una nueva experiencia.