Pésima experiencia, ¡huid!
Dejo una reseña larga para intentar evitar que nadie pase por lo que tuve que pasar. Buscando un sitio para celebrar nuestra boda, encontramos The Chapel y nos enamoramos, ya que era un sitio bonito, céntrico, al aire libre y con el tamaño perfecto. La persona que lo llevaba, Pascual, fue encantador y nos puso todas las facilidades; lo normal, por otra parte, cuando contactas con un sitio para una celebración de este tipo. Como contratamos ya en pandemia y todo estaba en el aire, hicimos un contrato solo por el menú de cóctel, dejando para más adelante las estaciones y las bebidas, aunque nos dijo que no había por qué contratar barra libre y que podíamos pagar por consumición. En el contrato quedaba estipulado que podíamos tener el espacio de 6 de la tarde a 1 de la mañana, que incluía un servicio de DJ gratuito y que después teníamos a nuestra disposición un reservado en el restaurante para poder quedarnos hasta las 3 también de forma gratuita. Pasaron los meses y vimos que la pandemia seguía, así que le contactamos para cambiar la fecha. Nos sorprendió que nos dijera que ya no trabajaba allí y que nadie nos hubiera avisado, pero nos pasó el contacto de la persona que le había sustituido, Lourdes, y pudimos cambiar la fecha a principios de octubre sin problema (el contrato ya incluía una cláusula Covid). El primer susto lo tuvimos en julio: aunque al cambiar la fecha no nos dijeron nada sobre el aforo, escribí a Lourdes para confirmar antes de enviar las invitaciones definitivas y me dijo que máximo 80 personas, casi la mitad de la gente a la que habíamos enviado el save the date. Después de una semana intentando contactar con ella para que nos explicara mejor el asunto sin recibir respuesta, fuimos al restaurante y resultó que se había olvidado de que era cena de cóctel y en ese caso sí podíamos ser las personas que teníamos previsto. En esa reunión conocimos al dueño, Pedro, y comentamos el tema de las bebidas, confirmándonos que no era necesario contratar barra libre. También me dijeron que habían contratado a una directora de eventos, Izaskun, que se pondría en contacto con nosotros (no llegó a hacerlo). En esa reunión nos pidieron que dejáramos la fecha para la prueba de menú ya fijada para principios de septiembre. Cuando tres días antes escribí para confirmar la hora, me dijeron que ese día no podía ser y tuve que reorganizar a las personas que nos iban a acompañar. El día de la prueba, estaba Lourdes para recibirnos, pero se marchó poco después y los camareros no supieron contestar a varias de las dudas que nos surgieron. Intentamos contactar con ella y con Izaskun en los días siguientes, pero no hubo forma de hablar con ellas en una semana, a solo dos de la boda (en ese momento no sabíamos si íbamos a poder estar de pie o sentados, si había que hacer seating o la gente podía estar libre y otras muchas cuestiones que necesitaban preparación por nuestra parte). Finalmente pudimos hacer una videollamada con Lourdes en la que todo quedó más o menos aclarado, incluido que podíamos contratar una banda que tocase de 10 a 11:30 de la noche, que no había problema en no contratar barra libre y que podíamos hacer uso del reservado una vez tuviésemos que irnos del patio. Dos horas después, recibí una llamada de Izaskun, que nada más descolgar comenzó a gritarme de forma absolutamente maleducada (era la primera vez que hablaba con ella). Me dijo que era imposible no contratar barra libre (aunque el dueño me hubiera dado el visto bueno y hasta nos habían pasado los precios por consumición) y que si queríamos usar el reservado, teníamos que pagarlo, que le daba igual lo que viniese en el contrato porque lo había firmado una persona que ya no trabajaba en la empresa y que si cumplieran todo lo que esa persona había firmado tendrían que cerrar el restaurante. No paraba de gritarme que no le compensaba hacer nuestro evento y que si no nos gustaban las condiciones, que nos devolvían el dinero y cancelaban el contrato. También dijo que la música la tendrían que bajar a las 12. Después de aquello me quedé helada, pero tras varias conversaciones por WhatsApp y por email muy frustrantes, decidimos no pelear lo del reservado y transigir con dos horas de barra libre y el resto por consumición. Un par de días después aparecieron con un nuevo problema: la música la tenían que quitar a las 10:30 porque el cura de la iglesia se había quejado de bodas anteriores. Nosotros ya habíamos contratado la banda que en teoría iba a estar hasta las 11:30 y en todo caso, el cóctel era de 8 a 10, así que eso suponía prácticamente no poner música. Fuimos al restaurante para discutirlo en persona y se nos ocurrió sobre la marcha cambiar la hora de la celebración a la comida y así evitar el problema de la música. Se pusieron tan contentas que nos dijeron que podíamos estar de 2 a 10:30 aunque en el contrato solo venían siete horas y que no había problema con solo dos horas de barra libre y el resto según consumición. A apenas una semana para la boda, tuvimos que contactar a todos nuestros invitados para ver si podían venir a las 2 (teníamos mucha gente viajando de fuera o con niños, pero al final todo el mundo se adaptó); y cambiar el plan a nuestros proveedores, pero finalmente pudimos hacer el cambio. Sin embargo, cuando les mandamos el nuevo horario detallado para el ok definitivo, nos dijeron que solo podíamos estar hasta las 9:30 porque en el contrato venían siete horas y que teníamos que pagar cuatro horas de barra libre. Cuando nos quejamos, nos dijeron que encima que nos habían dado la opción de cambiar la hora del evento, teníamos que cumplir sus condiciones y nos volvieron a amenazar con devolvernos la fianza y cancelar, sabiendo que nosotros no podríamos encontrar otro sitio a menos de una semana de la boda. Esto es un resumen, estuvimos discutiendo con ellas casi a diario y luchando porque nos contestaran, ya que cada respuesta suya tardaba un par de días, provocándonos un estrés muy importante a nosotros que hasta entonces habíamos estado supertranquilos con toda la organización de la boda. Su tono constante era de confrontación y pese a que el problema del cura nada tenía que ver con nosotros, nunca nos dieron ni una disculpa ni ninguna solución y solo nos pusieron pegas a todo lo que proponíamos. Finalmente negociamos tres horas de barra libre y bajar la música a las 21:30, pero nos hicieron pagar por el DJ el tiempo que no hubiera barra libre, cuando en el contrato venía que estaba incluido en el precio del menú. A tan poco tiempo de la boda ya no teníamos margen y nos estaba provocando todo tanto disgusto que preferíamos pagar lo que fuera a seguir discutiendo. Pese a los nervios y las molestias que nos amargaron las dos semanas previas a la boda, lo peor llegó el propio día de la celebración. No hicieron ningún caso a las cosas que les habíamos pedido de la prueba de menú (cosas simples como poner las patatas bravas al principio y no casi como último plato), ni de cuándo empezar a servir los platos; tuvimos que interrumpir la comida para poder hacer la celebración que iba primero y cambiaron algunos de ellos (por ejemplo, a una ensalada que habíamos pedido como opción vegetariana le pusieron sin avisar anchoas; ya no era vegetariana) y pimientos (a los que soy alérgica), etc. Las raciones fueron muy escasas y eso que en principio eran para 120 y al final solo fuimos 110 (el cambio fue muy a última hora por sospecha de Covid, así que ni pudimos avisar al restaurante); mucha gente se quedó con hambre. No pusieron seguridad en la puerta (que venía en el contrato), así que se coló alguna gente a la que tuvimos que echar nosotros. La comida se alargó más de lo que nos habían dicho (pasaba mucho tiempo entre plato y plato, y eran 13 en total) y se negaron a servir copas hasta que no hubiéramos hecho el brindis, así que las tres horas de barra libre contratadas (¡y pagadas!) se quedaron en menos de dos. Para rematar, a las 20:15 bajaron tanto la música que ni se sabía qué canción estaba sonando. Tuvimos que llamar a Izaskun porque era más de una hora antes de lo estipulado, nos dijo que lo volvían a subir, pero apenas diez minutos después, cuando la gente estaba volviendo a bailar, la volvieron a bajar. El DJ no sabía ni qué cara poner y nos decía que estaba haciendo lo que le mandaban, que el cura se estaba quejando y no podía hacer otra cosa. Algo parecido pasó con las bebidas: llegada cierta hora dijeron que ya no podían servir más (hasta se negaron a darle un vaso de agua a mi prima diabética), tuvimos que llamar y volvieron a servir durante un rato, aunque mucha gente ya ni llegó a enterarse. En resumen, nos provocaron muchísimo estrés las semanas previas a la boda y se cargaron la parte de fiesta de nuestra celebración, y eso que habíamos hecho el cambio al mediodía para poder tener un buen rato de música y baile. Nosotros entendemos que el cura les pudo poner problemas, pero nosotros teníamos un contrato firmado que decía que nos podíamos quedar hasta la una e incluso hasta las tres con el reservado y pese a que pusimos todo de nuestra parte al final nos quedamos sin fiesta. A ellas les dará igual porque tienen bodas todos los fines de semana, pero yo ya no tengo la opción de cambiar lo que pasó ese día. La única nota positiva fue que los camareros eran extremadamente amables (tanto durante la celebración como en los momentos de estrés en los que no paraban de darles órdenes contradictorias). Espero que si alguien se ha leído todo este tocho le sirva para no contratar con esta gente, ya que no les importó nada lo firmado por contrato e hicieron lo que quisieron sabiendo que nos tenían cogidos al ser imposible encontrar otro sitio en esas fechas.