Fran Ortiz no es fotógrafo de bodas… es un infiltrado profesional en emociones humanas.

En vez de “cubrir eventos”, se mete hasta la cocina (a veces literalmente) para contar la historia de cada pareja desde dentro, sin postureos ni poses robóticas. Si lo tuyo es lo tradicional, gracias por venir. Si lo tuyo es lo auténtico, quédate, que esto te va a gustar.

Trabaja como vive: intensamente, riendo, llorando (por dentro, a veces por fuera), atento a lo que pasa cuando nadie mira. No le interesan las sonrisas ensayadas ni las fotos de Pinterest: lo suyo es capturar ese abrazo con tu madre antes de salir, el tembleque en la mano al leer los votos, el colega con la corbata en la cabeza bailando "La Macarena" a las tres de la mañana.

Su estilo es cualquier adjetivo que se te ocurra... pero siempre descarado: descaradamente romántico, descaradamente honesto, descaradamente real. Porque no edulcora la vida, la fotografía tal y como es: hermosa, cruda, a veces caótica y siempre emocionante.

Con una mezcla única entre lo documental y lo editorial, sus imágenes tienen intención, luz, fuerza y alma. Cuida el detalle como si fuera el último, pero sin dejar de perseguir esa foto, la que no se puede repetir, la que pasa y si pestañeas… la pierdes.

Aquí no hay packs enlatados, ni plantillas ni correos automáticos con “Estimados novios”. Aquí hay conexión real, entrega, y una mirada que transforma cada reportaje en una historia que vibra.

Las parejas que se cruzan con su trabajo no solo buscan fotos: buscan a alguien que lo entienda todo sin que tengan que explicárselo. Que se ría con ellos, que se emocione con ellos, que esté ahí sin hacerse notar… pero que lo capture todo. Hasta lo invisible.

Fran Ortiz no hace clientes. Hace conexiones. Hace recuerdos. Hace magia visual con un estilo descaradamente vuestro.