Una apasionada de la luz, de los despertares lentos y de los momentos de euforia. Fotógrafa purista hasta que la fotografía digital me facilitó la vida. Pero con un laboratorio analógico en la recámara para cuando haga falta. Empecé con el fotoperiodismo, viajando, haciendo prensa, eventos y capturando momentos sociales.

Hace 18 años me dieron la oportunidad de meterme en el mundo de la fotografía de bodas, desde entonces he ido viviendo su evolución y puedo decir que este punto de fusión del fotoperiodismo y las bodas me tiene enamorada.

Disfruto al máximo el poder capturar momentos tan bonitos y especiales, rodeada de gente que disfruta, sonríe, ama, baila, besa, abraza… Con vuestras bodas conseguís crear imágenes llenas de amor y mi trabajo es perseguir esos momentos tan especiales para que vosotros podáis recordar ese día tal y como fue.

Me gusta la gente, sus sonrisas, lo que me aportan, lo que me remueven y me gusta capturarlo en su esencia. Me encanta cuando las cosas se hacen con el corazón y mimo.

Me gustaría viajar más de lo que lo hago y tener más momentos tranquilos con mi familia, pero lo conseguiré. Soy más de hacer regalos que de recibir, de patinar que ir en bici, de correr que de andar, más de pícnics que de restaurantes, de campings que de hoteles y siempre que puedo con mi cámara colgada.

No me gusta esperar, los cambios de planes, despertar antes de que salga el sol, pero de todo se aprende. Hago fotos porque me hace sentir bien, me siento libre y es cuanto mejor me expreso.

A través de mi cámara os observo y siempre he pensado que quien dispara es mi corazón y captura ese momento preciso que habla de vosotros. Y se crea la magia, una magia que llevo a mi ordenador y quizá no lo sabéis, pero vosotros tenéis un color y por eso cada sesión es diferente y especial.

Esa suma de cosas y más es la Mariona, una pieza única.