Historia y naturaleza. El Prado es un antiguo caserón rodeado de verdes campos donde pastaban y descansaban las mejores ovejas burguesas. Ahora es un renovado hotel donde podéis celebrar el mejor de los convites nupciales. El restaurante de El Prado de las Merinas es la señal de identidad del hotel. Su originalidad reside, por una parte, en su diseño; se trata de una sala medieval con grandes cristaleras a través de las que se puede disfrutar de la vista panorámica de Caleruega y del jardín.

Espacios y capacidades

El salón para los festines nupciales está situado junto al edificio del hotel. Tiene una superficie de 500 m² y capacidad para 250 comensales. A través de sus paredes totalmente acristaladas se puede disfrutar de las vistas panorámicas del convento de Santo Domingo.

El salón se encuentra rodeado de 10.000 m² de jardines con fuentes y una colección de espectaculares esculturas en piedra del artista Ricardo Santamaría, el de Contreras. Sin lugar a dudas, será el marco idóneo para celebrar un singular aperitivo.

Servicios que ofrece

El hotel ofrece agradables y hogareñas habitaciones que aprovechan la luz natural y las magníficas vistas al exterior para el deleite de los invitados. La cocina basa sus delicias en los productos de temporada acompañados de un ligero toque afrancesado.

Otras instalaciones

• Sala de reuniones para 35 personas
• Salón de lectura con chimenea
• Sala de billar
• Pista de pádel

Otros servicios

• Cursos, charlas, conferencias…
• Medios técnicos para las reuniones profesionales.
• Organización de escapadas románticas, visita a bodegas, cursos de cata

Historia y localización

El hotel está situado a unos 200 metros del casco urbano, en un paraje denominado El Prado, que antiguamente era un lugar donde los rebaños de ovejas, especialmente los rebaños de merinas, conocidas por su lana de excelente calidad, descansaban y pasaban la noche en él.

El Prado de las Merinas está ubicado en una parcela de 11000 m², rodeado de naturaleza y tranquilidad. Esta calma sólo se interrumpe con el murmullo del pequeño arroyo que bordea el jardín, el viejo Gromejón y el dulce cantar de los pájaros.