El día más especial de nuestras vidas en el sitio más especial y único de Zaragoza
Elegimos el restaurante Aura por muchos motivos, pero sin duda alguna los principales fueron sus instalaciones, su comida, las valoraciones en esta plataforma y, el motivo definitivo, que estuviera en la ciudad y los invitados no tuvieran que depender de coche. Además, el trato que recibimos por parte de los comerciales, Patricia, Marta y Arturo, nos dio mucha tranquilidad y seguridad en que era el sitio indicado, y como no, así fue. Y no vamos a mentir, fue el único sitio que fuimos a ver de manera presencial y nos encantó.
En el jardín, pusimos unas cuantas cosas para los invitados: una caja con unos cuantos abanicos, que lo agradecieron un montón, novios incluidos; unas cestas con pañuelos (para las lagrimillas y esas cosas), que no sobró ni uno; un rincón de firmas un poco diferente: pusimos una copa grande con nuestros nombres, en el que los invitados metieron sus mejores deseos como si fuera un mensaje en una botella; unas cestas con bolsas con pétalos y arroz, además de cañones de confeti; y unas letras grandes con nuestras iniciales, que hicimos nosotros mismos. Además, para amenizar la espera, como hasta que no terminase la ceremonia no servían nada que no fuese agua, pusimos una estación con varias jarras de agua de valencia, que a nosotros nos encanta y estaba buenísima.
Empezamos a hacer las fotos en grupo mientras iban saliendo los aperitivos del cocktail, que, por cierto, estaban buenísimos. Entre foto y foto, nos echamos alguna cerveza y estuvimos hablando con los invitados pero, lo que nos sorprendió fue que en todo momento teníamos o al Maître o a algún camarero siguiéndonos por el jardín dándonos de comer (la verdad es que solo les faltaba ponernos la comida en la boca) y todo el rato nos decían lo mismo: "Sergio, Cristina, por favor comed, que luego arriba no comeréis nada y luego tendréis la fiesta", la verdad es que fue de agradecer, porque si fuera por nosotros seguramente no hubiéramos comido nada en el jardín.
Todo eran risas, cervezas (sí, la cerveza la bebían como si fuera agua), vinos y alguna que otra coca cola, hasta que llega un momento en el que el maître nos "pide permiso" para acelerar el servicio, ya que hacía muchísimo calor ese día (a las 14:00 estábamos a 45ºC), a lo que lógicamente, dijimos que sí y cuando terminaron de sacarlos, los invitados empezaron a subir al salón, aunque muchos ya pensaban que subíamos a la zona de baile porque ya estaban bastante llenos de toda la comida que hubo en el cocktail, y el maitre nos felicitó por ser la pareja de novios que mejor había comido en el aperitivo en años, de verdad que fue gracias a ellos, porque nosotros no estábamos pendientes de comer en ese momento. Además, tenemos fotos muy buenas mientras iban y venían los invitados a hacerse fotos con nosotros con el aperitivo en la boca. La verdad que volver a verlas nos hace una gracia increíble.
Cuando subieron los invitados al salón, en sus sitios tenían unos detalles: los adultos tenían una bolsa con una mini botella de ron, ginebra, whiskey, etc puestas al azar, unos chocolates y un mensaje enrollado, y los niños una caja llena de muchas chuches. Una vez ubicaron a todos los invitados, subimos al salón para hacer nuestra entrada y llegó otra anécdota de los novios: ¿dónde está la chaqueta de Sergio? Como hacía tanto calor en el jardín me la quité y no me acordaba a quién se la había dado, al final, la chaqueta apareció en el salón y Arturo me la trajo corriendo para hacer la entrada. Decidimos animarla un poco y pusimos un vídeo antes de entrar con cómo había sido la pedida de mano, despedidas de soltero, boda civil, etc; y luego, entramos nosotros al son de bamboleo, Cristina con un clavel en la mano y yo con un clavel en la boca y una guitarra y, pasado un minuto, cambió la música y sacamos unas banderas de Venezuela, fue un momento muy especial para mí y para muchos invitados.
Empezamos con la comida, de primero canelón frío de cangrejo real y gambitas con angulas de bogavante, de segundo, cilindro de ternasco IGP guisado al horno con tubérculos y verduritas, de pre-postre un huevo de chocolate relleno de maracuyá, que tenía nuestra fecha marcada en el huevo a modo de fecha de caducidad; y de postre, milhojas de nata y crema con helado de turrón. ¡¡Estaba todo buenísimo, y más de un invitado repitió de todo!! Todo esto con mucha cerveza, mucho vino, muchas risas y muchos ¡vivan los novios! (quizás demasiados, pero oye, esos momentos solo se viven una vez en la vida).
Decidimos entre plato y plato hacer unos detalles especiales a padres y hermanos, acompañados por supuesto de una canción que nos recordaba a ellos. A nuestros padres les regalamos unas copas con la botella de vino elegida para ese día, y a los hermanos unas copas con una botella de licor y chuches. A todo esto, la coordinación entre el restaurante, los fotógrafos, Arturo y nosotros era brutal, simplemente con una mirada ya sabíamos que nos teníamos que levantar y acudir a la puerta para la siguiente sorpresa.
Nosotros, como no, ¡¡también tuvimos regalos!!, discursos emotivos, una conga improvisada, álbumes de fotos, copas, cajas llenas de periódico, sartenes y cajas de experiencia; un baile sorpresa de mis sobrinos, y botes con pasta (sí, de la de comer también). Terminamos de comer, Cristina lanzó su ramo a las solteras, yo le quité la liga a Cristina y se la tiré a los solteros, y, finalmente hicimos primer baile: cómo pagarte de Carlos Rivera, que preparamos nosotros como pudimos (ensayando un par de veces en dos días diferente) y, de hecho, no sabíamos si lo íbamos a hacer hasta el mismo momento en que sonó la música que dijimos oye, si nos caemos nos echaremos unas risas, pero al final salió bien. Pusimos otras canciones para bailar con los invitados y, sobre las 19:00, subimos al palco de la discoteca supernova para comenzar la fiesta.
Mientras los invitados subían, nosotros nos quedamos con Arturo y con el Maitre, quienes nos dieron de nuevo la enhorabuena, y también hablamos con varios camareros, que nos decían que no querían salir del salón por no perderse nada, porque estaban pasando muchas cosas y el ambiente era tan festivo y tan feliz que les parecía que ellos también formaban parte de los invitados. Fue todo un detalle escuchar esas palabras porque, aunque sabes que la gente lo va a disfrutar, siempre quieres que todo el mundo quede encantado y por suerte, ¡¡lo conseguimos!! Además, tuvimos otra anécdota, Cristina ya estaba cansada de los tacones y decidió cambiarse de zapatos y sorpresa, se pisaba el vestido y no teníamos imperdibles suficientes, pero al final, con tres imperdibles y gracias a una tía suya pudimos arreglarlo.
Subimos a la fiesta y como no, todo eran sonrisas, cervezas, cubatas y algún que otro cigarrito. La fiesta la hicimos en el palco de la discoteca Supernova. La propia discoteca se encargó de ponernos la música (muy variada con muchas canciones muy top típicas de boda que todo el mundo disfrutó), y, además, nos sacaron unas bandejas con chuches y frutos secos. Para la fiesta, decidimos poner una mesa dulce que montamos nosotros por nuestra cuenta y tenía de todo: bombones, gominolas, regalices, huesitos, donuts, snickers, kínder bueno, piruletas, cajas con bolsas de doritos, patatas, botes de vidrio con frutos secos, conguitos, lacasitos y M&M… pensamos en lo que les gustaba a los invitados e intentamos poner de todo. Además, pusimos un bar de cigarrillos con diferentes marcas de tabaco. Avanzada la fiesta, lanzamos unos cañones de confeti y comenzó la “hora loca” es típico en bodas venezolanas y me hacía mucha ilusión hacerla, repartimos unas bolsas con sombreros, collares hawaianos, antifaces, serpentinas, silbatos, matasuegras, confeti, etc y nuestros invitados e incluso los camareros lo disfrutaron un montón. Hasta Leti (fotógrafa) acabó encantada con la fiesta que se montó en un momento.
La fiesta sigue, todos los invitados con cubata en mano y muchos con chupitos (el tequifresi y el tequimango no faltó). Cristina y yo perdimos unos cuantos cubatas porque no sabíamos donde los dejábamos ya que íbamos de lado a lado en la fiesta y, de repente, a lo que nos dimos cuenta, dieron las 23:00 y aún estaban casi todos nuestros invitados disfrutando de la fiesta. Nos hizo mucha ilusión porque, realmente, ya era tarde, pero aún así, la gente seguía en la fiesta disfrutando.
Dieron las 00:00 y la fiesta se daba por terminada, pero desde el palco pudimos bajar directamente a la discoteca supernova, donde seguimos bailando y disfrutando con los pocos invitados que aguantaron hasta el final.
Todo el mundo lo dirá de su boda, que fue el día más especial de sus vidas, pero es que de verdad lo fue. Cuando te pegas casi un año preparando un día con tanto cariño, tanto entusiasmo, involucrando a la familia y amigos en los preparativos, todo muy bien organizado con el restaurante y fotógrafos, nada puede salir mal, hay momentos de incertidumbre, claro que sí, pero al final te echas unas risas y quedan como anécdotas. Al final, lo mejor es dejarse llevar y disfrutar y, siendo sinceros, lo típico que dicen de que el día se pasa súper rápido a nosotros no nos ocurrió, lo teníamos todo tan bien organizado con Arturo y Leti que pudimos disfrutar de cada momento (a pesar del calorazo que hizo ese día)
Nunca nos cansaremos de dar las gracias a todo el equipo de restaurante Aura por el currazo que tuvieron ese día, por estar atentos en todo momento de nosotros y por hacer realidad todas las ideas locas que tuvimos en los preparativos (las caras del personal del Aura cuando llevamos el montón de bolsas y cajas al restaurante la semana de antes de la boda fueron un poema, pero como ya hemos dicho, todos los detalles en el jardín, los detalles para los invitados, el candy bar, las bolsas de la hora loca, etc, lo hicimos nosotros. El restaurante nos permitió llevar todo unos días antes para guardarlo ahí y la mañana de la boda algunos familiares nos hicieron el favor de montarlo todo como nosotros queríamos y el personal del restaurante lo movió el sitio que correspondía). Además, tenemos que destacar que nos guardaron absolutamente todo lo que sobró de la boda (detalles para los invitados que llevamos de más por si acaso, tarros con chuches, etc; hasta una foto nuestra que se había volado por la ventana XD. Ya sabíamos que eran unos auténticos profesionales, pero es que ese día se lucieron, de verdad, infinitas gracias por todo.