Hace unos años llegué a Varanasi buscando un futuro mejor. Venía de una aldea de Bengala Occidental y acababa de pasar por una larga enfermedad, por la que me vi obligada a endeudarme. Con cuatro hijos y viviendo en una chabola de los slums, mi familia debía hacer frente a una deuda de doscientas mil rupias (unos 2.500 euros).

No tenía formación y solo había trabajado un tiempo empaquetando cigarrillos, pero en Semilla para el Cambio encontré una oportunidad para formarme y conseguir un trabajo que me permitirá ganar dinero. Ahora trabajo en el Taller de Artesanía de la ONG, aquí tengo un trabajo que me gusta y que me permite ahorrar para afrontar esa deuda y para mejorar la calidad de vida de mi familia. Más allá de una oportunidad de obtener ingresos, valoro mucho la formación que he recibido de Semilla, que me hace sentir más independiente día a día.

Nací en el estado de Jharkhand, en Bengala Occidental, pero con un año y medio me trasladé a Varanasi con mi madre y mi hermano de cinco años. Huíamos de un padre alcohólico que no trabajaba y mi madre tuvo que sacarnos adelante con su trabajo como partera. Aún así, nunca quiso que sus hijos trabajaran mientras fueran niños.

Yo siempre quise ir a la escuela, pero la precaria situación económica de mi familia no me lo permitió. Y con solo doce años, me casaron. Aunque yo no quería, entendí que mi madre no podía hacerse cargo de mí por más tiempo.

Con catorce años tuve a mi primera hija, y desde ese momento supe que su prioridad sería que ella sí tuviera educación y un futuro. Así que cuando conocí a María Bodelón (la directora de Semilla), apunté a mi hija al programa de educación y yo me inscribí en el curso de alfabetización de adultos. Y a partir de ahí, todo cambió.

Pude cumplir mi sueño de estudiar y me formé también como promotora de salud y en corte y confección, con lo que entré a trabajar en el Taller de Artesanía de la ONG. Aquí elaboro regalos solidaros junto con otras vecinas de los slums. Lo que más me gusta de me vida es el tiempo que paso en el centro de Semilla con estas mujeres.

Desde niña recogía harapos en la tienda de telas en las que trabajaba mi padre. Así conseguía unos escasos ingresos con los que contribuir a la también escasa economía familiar. Pero la ONG Semilla para el Cambio se cruzó en mi camino y fui una de las primeras beneficiarias de su Programa de Mujer. Ahora coso las telas que antes recogía y tengo un sueldo digno con el que puedo mejorar mi vida y la de mis tres hijos.

Me uní a este proyecto con 19 años; y luego entré en el curso de Alfabetización y en el de Corte y Confección. Tras esto empecé a trabajar también en el Taller de Artesanía, y ahora, junto con mi madre, soy una de las artesanas que se encarga de la costura a máquina. Elaboro artículos como las bolsas de tela, los monederos, los llaveros, los elefantes o los coleteros.

Me encanta coser y disfruto mucho el tiempo que paso en el centro de Semilla. Aquí tengo la oportunidad de conocer a nuevas personas, de compartir mis problemas o simplemente de hablar, eso me hace sentir relajada. Para mí es el mejor momento del día.

Soy una de las últimas artesanas que se han unido al equipo del Taller de Artesanía de Semilla para el Cambio. Hasta hace unos meses, me encargaba del trabajo de la chabola en la que vivo con mi familia, en uno de los slums de Varanasi.

Soy la mayor de cuatro hermanos y, con solo 16 años, mis padres ya estaban empezando a presionarme para que me casara, pero a través de una vecina me enteré de la existencia del proyecto de Alfabetización de adultos de Semilla y me inscribí. Siempre quise estudiar, pero nunca tuve la oportunidad. Me sentía impotente al no ser capaz de leer los carteles que encontraba en la calle o en los hospitales.

Tras aprender a leer y a escribir, me formé en corte y confección, y empecé a trabajar en el Taller de Artesanía. Ahora trabajo en algo que me gusta y que, además, me parece útil. Y esto me ha permitido otra cosa muy importante: tener independencia económica, he podido convencer a mis padres para no casarme antes de los 18 años.

Me encanta ir al centro de Semilla para el Cambio todos los días. Aquí siento el amor de todos los que me rodean y tengo la oportunidad de aprender cosas nuevas, algo que me encanta.