La boda de Victor y Nayra en Las Palmas De Gran Canaria, Las Palmas
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V&N
04 Oct, 2014El día de nuestra boda
Bueno aquí está, después de cuatro meses del gran día me decido a escribir mi crónica.
Comenzó a las 9 de la mañana cuando sonó con insistencia el timbre de mi casa, por poneros en situación esa noche dormí en mi casa con mi hija y mi marido, futuro hasta el momento, en casa de la madrina. Bendito timbre pues después de pasarme cosa de dos meses sin pegar casi ojo el día más importante voy y me quedo dormida. El que tocaba era mi hermano que venía a recogerme para ir a la peluquería. Me quería morir, yo que había preparado ese día al milímetro empezaba con los planes por el suelo pero bueno a la peluquería nos fuimos.
La verdad que la peluquera logró hacer que me relajara bastante, me puso los rulos dos horas con el secador en la cabeza y así de maruja por la calle a completar el día. Once y media de la mañana y yo con rulos por el barrio a recoger el ramo a la floristería, que por que fui yo, no lo tengo muy claro, es cierto que no relegué casi nada de los preparativos. Gracias a algunos foros de por aquí me quedé con ciertos traumas: que si no llegó el que iba a buscar el ramo, que si las alianzas se pierden; mejor me ocupo yo y si sale algo mal no echaba culpas a nadie.
Seguir leyendo »Pues ya tengo mi ramo, y paso a recoger los detalles del pelo a mi casa. Encontrarme ahí, con rulos, con ramo y saber que esa sería la última vez que estuviese en mi casa siendo una mujer soltera me dio un no sé qué en el estómago que mejor salí corriendo a casa de mi madre. Mientras tanto sabía que el novio estaba con los padrinos y demás ultimando los detalles del local, porque ya que no dejaba que nadie metiese baza en casi nada quisieron decorarme el local de sorpresa cosa que no me gusta nada pero bueno. Yo en casa de mi madre y recibo la noticia de que el encargado del hielo no lo puede llevar al local. ¡Otro contratiempo! Pues páginas amarillas al canto a ver un distribuidor de hielo que me deje 50 bolsas un sábado a las 7 de la tarde pues tras hora y media al teléfono lo conseguí arreglado el contratiempo y mis nervios ya no a flor de piel si no lo siguiente, llega la peluquera a casa y mazazo de realidad: ya no hay tiempo para nada más. Y empezaron los sudores, los rulos no se mantienen, el maquillaje con tanto sudor no queda como se espera (pobrecilla trabajó conmigo como con 4 novias) y gran revuelo en casa de mi madre todo el mundo entrando y saliendo, mi hija como buena adolescente no encuentra las medias a ultima hora, mi madre como madre absolutamente agobiada y viene la hora del vestido.
La verdad ya me había visto muchas veces con el vestido puesto en las pruebas pero no fue hasta que mi hermana coloco el velo en mi pelo que me dio un vuelco el estómago. No me conocía, me sentía radiante, una persona diferente, pendientes, gargantilla, pulsera y a correr: me caso en 20 minutos.
Siempre había pensado en mi imagen bajando las escaleras de casa de mi madre vestida de novia pero me di cuenta de que esa experiencia es única e inimaginable, fuera me esperaba el coche y el padrino y caminito de la iglesia con mi ahijada que llevaba las arras.
La entrada a la iglesia fue divina, había mucha más gente de la que yo esperaba y ver a mi futuro marido con la madrina esperando en el altar una imagen que no olvidaré jamás. Si os soy sincera no recuerdo la canción que sonaba, pues ya que mi madre canta en el coro de la iglesia no la elegí yo, y en esos momentos solo podía mirar al novio y agarrar fuertemente la mano de mi hermano que iba conmigo.
La ceremonia fue de lo más atípica, pues el sacerdote tiene mucha confianza con nosotros, solo deciros que nos casamos mirando a los invitados, que todos participaron en la homilía y que si no se lo digo no nos damos el beso. Pero también he de admitir que fue muy yo, emotiva, campechana, y sobre todo divertida. La salida de la iglesia un aluvión de arroz que tiraron en las rosas que con cariño preparé todo el mundo muy contento y emocionado.
Ya que en mi boda no hubo fotógrafos íbamos directos al local donde lo celebramos así que tuvimos que dar un paseíto con el coche para hacer tiempo hasta que los invitados llegasen. Tiempo que aprovechamos para estar a solas ya como marido y mujer, compartir las impresiones y regalarnos los oídos mutuamente con miles de piropos, no cambio esos momentos por nada del mundo.
Cuando llegamos al local aún seguía nerviosa pues no tenía ni idea de cómo estaría decorado solo sabía que todo sería blanco y rojo y la verdad que quede maravillada no podía imaginar que quedaría tan bien ver la decoración. Era ver el cariño, esfuerzo y trabajo que habían puesto en ello, brindis, saludos, felicitaciones y a pasarlo bien. Lo que pasó después no se puede contar, todo fue fiesta y algarabía; reinó el buen humor y volvió a ser muy yo: divertido, descontrolado y muy familiar.
El colofón de la noche fue al llegar a nuestra casa como marido y mujer ver que mi hermana y mi madre nos habían preparado el dormitorio en plan sorpresa pero el cuerpo no daba para mucho más así que nos relajamos y disfrutamos del momento y las anécdotas. Fue un día espectacular, lo volvería a repetir mil veces más.
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