La boda de Víctor y Laura en Laguardia, Álava
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23 Oct, 2021El día de nuestra boda
Nuestra boda inicialmente iba a ser el 24 de octubre de 2020. Debido a la pandemia, tuvimos que posponerla al 23 de octubre de 2021. No ha sido una organización sencilla. Ambos vivimos en Madrid y la boda se iba a celebrar en Laguardia, en la bodega Eguren Ugarte. Al tener que posponerla, y viendo cómo estaba la situación, la ilusión y las ganas se fueron diluyendo en el tiempo.
Conforme fue avanzando 2021 decidimos que, hubiera las normas que hubiera, la íbamos a celebrar igual. Hasta 15 días antes del evento no sabíamos ni cómo organizar las mesas, porque el número había ido variando cada mes, lo que hizo que, especialmente el último mes, fuera bastante estresante, pero nada enturbió que ese día fuera tremendamente especial. Entre una fecha y otra se cayeron muchas personas, pero no por ello nos vinimos abajo. Nos dimos cuenta de que la situación era complicada para todos, pero que aquellos que realmente quisieran estar, así lo harían.
El día previo al día B hizo un frío de narices y los días anteriores no paró de llover. Sin embargo, el día del evento, hizo un día maravilloso, un sol perfecto de otoño que nos dejó a todos disfrutar de la bodega y de las preciosas vistas de los viñedos. El día comenzó muy temprano, levantándose a las 7.30 y disfrutando de un desayuno maravilloso con mi pareja en el Hotel de Eguren Ugarte, donde nos alojamos la noche anterior a la boda. De ahí, bajé a Logroño, donde me peinaba y maquillaba con el resto de mujeres de mi vida.
Seguir leyendo »Quizá el momento más entrañable de ese rato fue cuando, sentada en el coche en el asiento del conductor, intentaba calmar, junto con mi hermana, los nervios de mi madre, que, por olvidar, casi olvida hasta su nombre. Yo, lo único que podía pensar era que, por favor, no me tocara adelantar al autobús de los invitados en plan peli americana. Mientras ocurría todo esto, un novio bastante nervioso y que había dormido muy poco se preparaba, junto a su familia, en la habitación del hotel e intentaba matar las horas como podía. Al pobre la mañana hasta la ceremonia se le hizo eterna.
Una vez llegamos a Eguren, el fotógrafo ya nos estaba esperando. Nos pusimos las batas que nos había regalado mi hermana días antes y nos fotografiaron con ellas. Más tarde, tocó el momento del vestido de novia. Este tema era algo que a mí me ponía muy nerviosa, ya que la última prueba de vestido la tuve 1 mes antes del evento y, para más inri, viajó en la parte de atrás del coche desde Madrid y no se pudo orear hasta 5 minutos antes de ponérmelo, por lo que no sabía si había llegado intacto ni si me quedaría bien.
Una vez me lo puse, todos los miedos se disiparon, y los nervios se dispararon. Ahora sí que sí, comenzaba algo que llevábamos esperando dos años. Estos momentos fueron pura emoción familiar, desde abrochar el traje, a colocar el velo y, posteriormente, la entrada de mi padre. Aproveché estos momentos para regalar a mi madre y mi hermana unas pulseras que hice con retales de tela del vestido.
La ceremonia fue civil y la realizamos en el Cementerio de Botellas, dentro de la bodega. Elegimos esta área porque la gran mayoría de los invitados venían de fuera de La Rioja y queríamos sorprender con algo muy de la tierra y que pocos conocen fuera. La dirigió mi hermana y no pudimos tener mejor maestra de ceremonias. Fue una ceremonia muy emotiva, donde nuestros amigos nos dedicaron unas palabras y donde se vio la espontaneidad que nos caracteriza. Hicimos también el ritual del vino, ¡cómo no hacerlo en una bodega!
Después de la ceremonia, y de hacernos algunas fotos en el entorno de la bodega, llegamos al cóctel, donde los invitados nos estaban esperando para lanzarnos los pétalos y desearnos lo mejor. Fue, quizá, el rato que vivimos como más caótico, ya que no sabíamos con quién habíamos hablado, con quién nos habíamos sacado fotos, a quién habíamos abrazado... Menos mal que, mientras los invitados entraban en la zona de comedor, a nosotros nos dejaron un ratito en la zona del cóctel solos y nos sacaron un platazo de jamón y un surtido de los canapés que se habían degustado anteriormente, conocedores de que en ese rato estás a todo menos a comer. Desgraciadamente, con los nervios y la ilusión que llevábamos encima, teníamos el estómago de lo más cerrado. Pero se agradecen muchísimos estos espacios de respiro.
Posteriormente al cóctel, el banquete tuvo lugar en una cueva de piedra construida debajo de la bodega, un lugar mágico que no dejó indiferente a nadie. Elegimos un menú que no fuera demasiado pesado, ya que la experiencia en otras bodas es que, después del cóctel, no te apetece meterte tres platazos que te dejan luego sentado media tarde. Durante la comida dimos los regalos que teníamos preparados. A las abuelas un ramo de flores inspirado en el de la novia y a mi abuelo un prendido como el del novio y el padrino. A nuestros padres, unos marcos de fotos en forma de libro dedicados, con un viaje a Granada, donde nos prometimos. A la Hermana de Honor, otro marco dedicado.
Tuvimos detalles con los hermanos de los novios así como los futuros novios, a los que regalamos una tarjeta personalizada con un pintalabios de chocolate, estos los dejamos en la mesa para que lo encontraran al llegar y gustó mucho. La comida fue muy entretenida y, como dijeron algunos invitados, muy estimulante, ya que no pararon de pasar cosas: nos dedicaron una canción personalizada basada en el tema "Despacito" de Luis Fonsi, nos hicieron el "Juego de los Zapatos", nos dieron varios regalos muy emotivos e incluso tuvimos una tarta gigante hecha con botellines de cerveza Alhambra.
Después pasamos a la zona de fiesta, otra cueva, donde abrimos el baile con una versión bachatera de "All of me". A pesar de los intentos de mi hermana y mi madre por recoger el vestido, durante el baile se soltó toda la cola, aunque supimos salvar la coreografía. Me tiré toda la noche con el vestido recogido entre lazos y cuerda de muñeca, pero no me impidió disfrutar al máximo del baile y de la gente. Durante el baile también tuvimos unas horas de fotomatón, donde la gente se divirtió mucho y donde tengo fotos muy divertidas con la gente. Para aguantar las 6 horas de barra libre que tuvimos, pusimos a disposición de los invitados manoletinas, que acabaron utilizando tanto mujeres como hombres y que agradecieron infinitamente.
Estoy segura de que me dejo muchísimas cosas que contar, pero lo más importante es que fue un día inolvidable en el que disfrutamos desde el minuto uno. Hubo nervios, risas, abrazos, lágrimas... Pero, sobre todo, hubo mucha alegría y ganas de vivir el momento.
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