La boda de Vicente García y Sofía Abellán en Sagunt/sagunto, Valencia
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V&S
07 Oct, 2017El día de nuestra boda
Llegó ese siete de octubre tan esperado tras tantos meses de espera, nervios y preparativos. No había dormido demasiado, tenía tantas cosas en la cabeza pendientes esa mañana que absorbían mis pensamientos (menos mal que decidimos que la ceremonia fuera de tarde, pensé).
Dormimos juntos la noche anterior y cuando despertáramos ya podíamos correr, mi ya marido tenía que cansar a los otros protagonistas de la boda, nuestros perros, para que estuvieran un poco más calmados durante la ceremonia, yo tenía que liarme con la casa con ayuda de la limpiadora (sí, el mismo día de mi boda) ya que quise salir desde aquí, para que todo estuviera apunto antes de irme a la peluquería.
Hicimos cada uno lo planeado y nos vimos por última vez, a partir de entonces tenía prohibido entrar a casa porque el vestido estaría visible. Fui a la peluquería y sorpresa, ¡empezó a llover! Aunque estaba tranquila porque mi amigo "eltiempo" sólo daba agua ese ratito, el ratito que tenía peluquería. Al salir, mi peluquera tuvo que dejarme un paraguas, aun así, mi pelo lacio deshizo los mechones rizados sueltos en los 5 minutos que me dio el aire mientras llegaba a casa. Una de mis mejores amigas, dama y maestra de ceremonias de mi boda me esperaba con comida para tranquilizar mis nervios antes de ir a maquillaje, lo agradecí lo inimaginable, comimos, me retoqué el pelo con la plancha por primera vez y nos fuimos a que me maquillaran. Después del maquillaje empezaba la fiesta, fotógrafos, videógrafo, algunos invitados y familiares, todos en casa mientras estaba en mi oasis escondida vistiéndome con ayuda de tres amigas y mi madre. Los nervios iban en aumento, llegaba la hora de salir y el coche nupcial, el cual desconocía, parecía que había tenido un problema y se retrasaba, así que todos bajaron y aproveché para retocar mi pelo por tercera vez con dosis superextra de laca para que aguantara por lo menos hasta después de la ceremonia.
Seguir leyendo »Llegó y bajé, por fin iba a descubrir qué coche nupcial habían decidido varios amigos como sorpresa que me llevara a la boda. Salí entre aplausos y tracas (algo típico aquí en tierras valencianas) y me llevé una grata sorpresa, me esperaba una furgo Volkswagen al estilo glamour cuidado hasta el más mínimo detalle que nunca había visto antes y para colmo conocía a la chófer, la cosa empezaba genial. Ya cerca del lugar de la ceremonia tuvimos que hacer un poco de tiempo para que llegaran los invitados y el novio, este ratito sí se me hizo largo, tanto que de los nervios y algo muy común en mí, necesitaba ir al baño, ¿cómo iba a ir al baño antes de la ceremonia? Pues sí, lo hice, soy original hasta para eso, todos esperando mi entrada e hice bajar a los camareros y parar el vehículo nupcial para entrar por otra entrada e ir al baño, ¿cómo iba a disfrutar de la ceremonia teniendo que ir al baño? Fue un momento gracioso, todos pensando que el vehículo no subía y la novia en el baño.
Por fin hice mi entrada, casi me rompo el cuello intentando ver cómo iba vestido mi marido, sonó mi canción y me dispuse a entrar del brazo de mi hermano, uno de los momentos más mágicos del día y no sé qué hice que tuve que parar tres veces porque me pisaba el vestido por delante, aun así, deseaba llegar al final y abrazarle, iba tan guapo...
Y dio comienzo la ceremonia preparada por mi amiga, la cual empezó bebiéndose un chupito de Jagger para romper el hielo, era todo tan nosotros que no podía dejar de sonreír, tuve la mejor ceremonia que podía tener y la disfruté cada segundo, sobre todo cuando entraron nuestros cachorros gigantes para traer los anillos, que, aunque mi Huguito perdió la cesta por el camino se portaron de 100. Les siguió mi sobrino de cinco añitos con el cacharrito para hacer el ritual de la arena.
Terminó la ceremonia y ahora sí empezaba la fiesta, arroz hasta en la ropa interior, besos, abrazos, fotos e hicimos nuestra entrada triunfal a ritmo de "Fly on the wings of love" revolucionando el gallinero nada más empezar. Hicimos un banquete muy ameno, con los regalos justos para que no se alargara la cosa y nuestros amigos nos hicieron el juego de los zapatos, teníamos que levantar el zapato del novio o de la novia dependiendo de lo que nos preguntaran y sin mirarnos a ver si nos poníamos de acuerdo. La comida espectacular, aunque no pude comer mucho por falta de hambre y tras varias sorpresas llegó el momento del baile nupcial, el cual habíamos estado preparando durante meses. Hicimos un mix de canción bonita y después canción de cachondeo y nos quedamos con todos.
La fiesta duró hasta las cinco de la mañana y la verdad es que se hizo corto, pero nos quedamos con el buen sabor de boca de que salió todo perfecto y conseguimos nuestro objetivo, hacer una boda muy divertida que gustó a todos y que refleja nuestra personalidad. Ya han pasado cuatro meses y aún sigo sintiendo nostalgia al pensar que no puedo volver a vivirlo, así que como todas las novias dicen, disfrutad cada segundo de los preparativos y del día de la boda porque pasa en un abrir y cerrar de ojos.
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