La boda de Vanessa y Iván en A Coruña, A Coruña

Hicimos una ceremonia civil en la que leyeron dos grandes amigas. El arco decorado con hiedra y tul me lo regaló la carpintería con la que trabajo y la completé con dos sillas y una mesa plegables de Ikea, de estilo rústico-romántico. Al no poder llevar el ramo, ya que tuve que ir con muletas, dos niñas encabezaron el séquito; Natalia con mi ramo de peonías y Marta con un farolillo que portaba las alianzas engarzadas en rafia. Iban detrás de nosotros, con mucha paciencia, por el ritmo que yo imponía, nuestra familia más cercana.

Uno de los momentos más emotivos y que puso a los invitados la piel de gallina fue el pasillo de sables que nos hicieron los compañeros de mi novio, perdón, marido. A medio pasillo nos paramos, escondí las muletas y nos besamos. Ahora ojeando las fotos que te hacen llegar los invitados aprecias realmente la emoción de ese momento porque en mi piel fue bonito, pero la perspectiva que te dan las imágenes lo hacen más bonito todavía.

Después del pasillo vino la oleada de arroz y pétalos, la sesión de fotos con los invitados y por supuesto ¡los aperitivos! No probé ni el primero. Todo el ansia se me iba en saludar a los amigos, familiares y compañeros de trabajo. No me podía permitir estar triste ni fastidiada por mi pie porque todo el mundo estaba poniendo su empeño en hacerme una boda cómoda trayéndome sillas, copas de vino, sujetándome las muletas...

El momentazo del evento lo puso mi chico. Acudimos a la llamada del DJ, yo pensaba que para lanzar el ramo o no sé... y de repente se pone a cantar nuestra canción, Everything de Michael Bubblé. ¡Tal fue mi impresión que salí del salón! Imaginaros la escena... Luego volví, como no, lo dejé cantar unas estrofas más y ya lo abracé. No podía bailar y no quiso que renunciásemos a la canción que nos hizo vivir tan buenos momentos.

Siguió la barra libre, la fiesta… Bailé como pude y sobre todo, disfruté mucho de las conversaciones, los recuerdos con mis amigas y conociendo más a mi nueva familia.

Y por supuesto, no podía faltar el regalo-broma de los primos paternos de mi maridín, que nos obsequiaron con un "kit para el mantenimiento del matrimonio, realizado por expertos en la materia". Contenía sudokus, sopas de letras, una bocina para llamarnos, así como una amplia variedad de objetos eróticos-festivos acompañados de unas coplas muy bien rimadas. Hasta aquí puedo leer...

Sólo tengo palabras de agradecimiento para los profesionales que han hecho realidad mi gran día. Linum, por obsequiarme con las telas del mantel del candybar y ceremonia; carpintería Studio Fernagón, por regalarme el arco; restaurante el Pantano, por atender tan bien a nuestros invitados; Madó Fashion Peluquería, por ponerme siempre la más guapa y a Silvia Cupeiro por ese vestido tan bonito y elegante que confeccionó y que intenté lucir lo mejor que pude.