La boda de Sergio y Sheyla en Zamora, Zamora
Al aire libre Verano Rosa 3 profesionales
S&S
24 Jun, 2016El día de nuestra boda
Miro atrás y quiero volver a ese día... ¡Fue de 10! Fue un día muy completo, lleno de detalles, algunos imprevistos, pero muchas risas por ello. Nos casamos a las 18 horas en la Catedral de Zamora, y desde las 12 horas todo el mundo a nuestro alrededor estaba acelerado. En cambio, nosotros, hablábamos y quizás eso nos tranquilizaba.
En mi casa, todo el mundo buscaba algo, pero no sabía el qué, y yo los miraba y reía porque la situación era muy divertida. En vez de calmarme ellos a mí, yo les decía que no pasaba nada, que todo saldría genial. Mis amigas se acercaron a casa a ayudarme a poner el vestido, y allí estaba la casa, llena de gente, amigos, familiares, fotógrafos... y yo tan serena. Incluso ayudé a mi padre a ponerse los gemelos, porque él estaba acelerado, momento en que el fotógrafo dijo que era un detalle increíble que fuese yo la menos nerviosa de toda la casa.
A las 17:45 horas decidimos ir bajando a montarnos en el coche, y ya ahí comenzaba la aventura, y el primer detalle gracioso. Se me había olvidado el ramo en casa. Así que aunque no pretendía llegar tarde, me hice esperar un poco.
Seguir leyendo »Al salir y comenzar a caminar noté como la liga se iba deslizando hacia abajo, pero no podía parar a colocármela, así que caminábamos más despacio. Además de eso, se unió que se me salió el zapato y mi padre me pisaba el vestido. Así que el recorrido al altar fue entre risas y nervios.
Ya en el interior de la iglesia… ¡boom!, todas las miradas se dirigieron hacia mí, y no sabía si agachar la cabeza o mirarlos y sonreír. Así que yo decidí sacar la mejor de mis sonrisas y disfrutar mi momento. Al llegar al altar, allí estaba él, requeteguapo, con cara de felicidad. ¡Qué guapo, madre mía! Cómo le brillaban los ojitos. El sacerdote nos saludó y comenzó la ceremonia, que tampoco pasó inadvertida, porque una vez allí me subí la liga, me puse el zapato, comentaba con mi padre lo bien que lo hacía el coro, el cura se reía. Llegó el momento de la sagrada forma y a mí se me había olvidado tirar el chicle. Suerte que me habían regalado un pañuelito supermono, que en un descuido de Don Miguel lo pegué en él, pero el fotógrafo me cazó haciéndolo, y vídeo de ello que hay.
Nuestros amigos nos dedicaron unas palabras, y fue super especial. Yo no quería llorar porque mi peluquera/maquilladora me dijo que me crujiría si le estropeaba su trabajo, pero mala suerte. ¡El momento lo requería! Al salir, las fotos obligadas, que si ahora mismo intento recordar no sé con cuánta gente nos sacamos fotos. ¡Qué locura!
Al acabar, fuimos al lado de la catedral, que están los jardines del castillo, y allí nos hicimos las fotos. Yo aparqué mis zapatos y di rienda suelta a mis pies descalzos. Cuando finalizamos, que no fue demasiado rato, fuimos al cóctel porque queríamos estar lo máximo posible con nuestros invitados. Nada más bajar del coche de mi padre empezó a sonar la canción de Il divo “Hasta mi final”, que incluso a nosotros se nos ponía la piel de gallina al escucharla, y solo podíamos mirarnos, y sonreír.
Al llegar, hicimos el brindis, y todo el mundo a besarnos y achucharnos, mantearnos y a disfrutar con todos de ese día tan espléndido que nos hizo. El lugar no podía ser más bonito y especial. Lo hicimos en un restaurante, Los Jardines del Rey, con eso podéis haceros una idea. ¡De cuento y de 10! Toda la boda estuvo ambientada en Disney, cada mesa era una película, y su correspondiente centro de mesa, que mi amiga hizo, espectaculares por cierto. Además, cada mesa tenía una caja de novio o novia, en función de si eras invitado o invitada, con unos caramelos en su interior solidarios y una pequeña tarjeta dedicada a cada invitado, lo que causó muchos comentarios de agradecimiento porque fue muy personalizado. La zona de photocall fue de la peli Up, incluso el libro de firmas lo compramos del libro de aventuras de Ellie y Carl, también hicimos el buzón con nuestras manos pintadas.
Y, bueno, una vez pasado el tiempo del cóctel, teníamos que entrar y nos preguntaban que cómo lo haríamos: caminando, corriendo, bailando. Nos miramos y dijimos: ¡lo que surja! Así que empezó a sonar: “Feel this Moment”, y entramos caminando, pero de que la música sonaba, empezamos a saltar y a bailar. La gente aplaudía, saltaba con nosotros y fue genial.
Por fin nos sentamos, y habíamos decidido por recomendación del restaurante, que indicábamos la entrada de un nuevo plato con una canción, así que así fue. Pero solo era indicar ¡o eso creíamos! Cada vez que sonaba la música, toda la carpa saltaba, cantaba, bailaba, y luego ya comíamos. Pero claro, las canciones que escogíamos, te incitaban a ello; éstas fueron: Madre Tierra, de Chayanne; La Gozadera, de Gente de Zona y la BSO de Piratas del Caribe.
Al finalizar los platos y el postre yo quise tener un momento especial con mi hermano y dedicarle unas palabras de agradecimiento, por ser el mejor del mundo mundial, y sonó una de las canciones de cuando éramos peques. En ese momento, todo el mundo soltó la lagrimita, y me dijeron que ojalá todos los hermanos fuesen así. A mí me temblaba todo, no quise pensar en la gente que me observaba, y aun así lloré como casi todos.
Mis amigas también tuvieron un detalle conmigo y se acercaron a mi mesa y me entregaron una rosa cada una. Me hicieron sentir super especial. Y después de dar regalos, llegó momento baile, mi momento temido. Habíamos decidido empezar con la canción de “Son”, de La Bella y La Bestia, y a los pocos segundos había un corte y empezamos un mix de 9 minutos. Fue super divertido, la gente alucinó porque no se lo esperaba, pero claro, en casa era más fácil. Allí, con mi vestido pomposo, que me sobraban 10 cm del bajo...porque me había quitado los zapatos... pero igualmente hubo tropiezos disimulados y risas entre nosotros. Fue super divertido y quedó hasta bien.
Y, a continuación, ya fue el despiporre. Bailar, saltar, reír, fotos, copas... ¡Fue genial! Incluso algunos invitados salían a recargar pilas a la zona chill out y volvían luego a darlo todo. Todo fue gracias a los invitados, que fueron en todo momento el alma de la fiesta. Participaron muchísimo, colaboraron 100% a que saliese tan especial como salió, sin duda un 10 a los invitados. Nos faltó gente, que por circunstancias no pudieron acompañarnos, y los echamos mucho en falta, pero bueno estaban en nuestros corazones.
También, sin duda, salió así por el equipo del restaurante que en todo momento estuvo pendiente de nosotros y nos ayudó en cada paso. A modo de terminar, solo puedo decir que pasó muy rápido, que lo disfruté como la que más y que superó mis expectativas.
Y, para acabar, como consejo: ¡chicas, disfrutad al máximo! Yo fui con un dedo del pie roto, una pierna quemada a causa del láser (por una pequeña negligencia de la empresa), y aun así fui positiva en cada momento porque como tenga que salir saldrá. Pasa volando, hay que disfrutarlo. A todas, sed muy felices, y cada boda tiene su magia que la hace especial.
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