La boda de Sergio y Patricia en San Cucao, Asturias

La primera imagen que tengo al llegar a la zona de ceremonia es de los fotógrafos corriendo para capturar mi llegada. Momentos después entraba por el pasillo que conformaban las sillas de los invitados del brazo de mi padre al son de la banda sonora de " Leyendas y de pasión" hasta donde el novio, ya impaciente y algo nervioso, me esperaba sonriente.

La ceremonia fue breve. Nos casamos por lo civil, pero no faltaron las miradas de complicidad y las risas, pues el anillo de la novia se resistía a entrar.

Una vez finalizada y en nuestra caminata conjunta, ahora ya como marido y mujer, nos inundó una lluvia de pétalos, confeti y arroz. Los invitados nos abrazaban, besaban y felicitaban uno tras otro y daban comienzo al típico grito que se repetiría de continuo durante todo el día: ¡Que se besen, que se besen, que se besen!

Los novios pasamos a la sesión de fotos disfrutando del precioso entorno del Castillo y sus jardines mientras todos los invitados disfrutaban del cóctel. La sesión no se extendió demasiado pero fue suficiente para que los 3 fotógrafos que nos acompañaban pudieran ofrecernos grandes fotos de un momento tan especial.

Una vez reunidos de nuevo con nuestros invitados pudimos degustar alguno de los ricos pinchos previos a la entrada del salón. La comida deliciosa, nos propinó un buen empacho ya después de apenas el primer plato, por lo que, al ser una boda más bien familiar (51 personas), decidimos levantarnos entre plato y plato a charlar con las distintas mesas para así ayudar a nuestros estómagos a procesar tanta comida. Lógicamente ésto prolongó el tiempo de comida, pero también dió pie a que el ánimo y las ganas de diversión se fuera propagando de unas mesas a otras.

Mientras todos tomaban cafés y chupitos los novios y los padrinos repartimos los detalles.

Para el baile nos decantamos por la canción de "I don't wanna miss a thing" de Aerosmith. Teníamos preparada una coreografía que, sin duda, causó sorpresa, pues nadie, salvo el fotógrafo y el dj, sabían nada.

¡Y comienza la fiesta! Al ser pocos la gente interactuaba entre sí y se creó un ambiente muy relajado y distendido en el que no importaban edades o si se conocían o no previamente. Baile, disfraces y risas en el photocall fueron los protagonistas del resto de la velada. Todos, incluidos nosotros, nos divertimos muchísimo y lo pasamos como nunca.

Unos invitados excepcionales y unos proveedores (peluquera, restaurante, fotógrafos y dj) geniales que ayudaron a que nuestro día fuese aún más especial, si cabe.

Un día de boda perfecto y memorable que, sin duda, quedará grabado por siempre en nuestra memoria.