La boda de Santi y Marta en Guadalajara, Guadalajara

Los nervios son inevitables y la emoción también, pero la felicidad es tan grande que todo te resulta perfecto. También ayuda ver a toda tu gente a tu lado, una música de violín y chelo que parecen de película y a un novio tan maravilloso como el que yo he tenido la suerte de encontrarme en la vida.

La ceremonia fue religiosa y súper personalizada, ya que intentamos involucrar a amigos y familiares (monición de entrada, lecturas, ofrendas, acción de gracias, etc.) Además tenemos la suerte de que el sacerdote nos conoce bien y consiguió que a todo el mundo le resultara entretenido. Después de besos y enhorabuenas, nos fuimos a hacernos las fotos en el claustro de mi cole de toda la vida. Teníamos miedo de quedarnos sin luz a esa hora de la tarde pero los fotógrafos le sacaron mucho partido al sitio e hicieron unas fotos geniales.

Casi anocheciendo con un color en el cielo increíble llegamos a la finca donde nos estaban esperando nuestros invitados, dando buena cuenta del cóctel. Todo eran risas y alegría. Además, cada detalle y adorno en la finca (velas, flores, adornos, etc.) hacían que todo estuviese resultando perfecto. Durante esas horas disfrutamos de la gente (había que estar un poquito con cada uno de modo que hay que estar un poco atento pero se pasa muy bien), de la comida (los camareros, maître y organizador estaban muy pendientes de nosotros, así que estábamos como reyes), de la música y de las caras de sorpresa de nuestra familia y amigos: a nuestras madres y tías les regalamos flores porque nos ayudaron mucho con los preparativos, a la amiga que nos presentó le hicimos un regalo especial, y para unos de nuestros mejores amigos (los que más nos animaban a dar el gran paso y que van a ser papás) les hicimos una tarta de pañales para que tuvieran otro recuerdo más de nosotros y de ese día. Aunque no fueron los únicos sorprendidos, porque mi hermana se encargó de "líar" a todo el mundo para que nos hiciesen un vídeo con sus mejores deseos.

No faltaron las risas y las lágrimas. ¡Inolvidable! Después llegó el momento del baile. Yo pensaba que iba a ser un poco incómodo porque iban a estar todos mirándonos (acortamos la canción para que no fuera más larga de 3 minutos) pero en ese momento te olvidas de todo. Sólo quedaba disfrutar de 4 horas de barra libre para la que habíamos pensado en música divertida de distintos estilos y épocas (para animar a todo el mundo), y para la que también preparamos una barra de chuches y de gintonics (casera pero muy chula) para que no faltase detalle.

Así queda resumido el día más feliz de nuestras vidas (parece una frase hecha pero hasta que no lo vives no sabes la gran verdad que es), que repetiría mañana mismo sin dudarlo y que espero "recelebrar" en unos añitos.