La boda de Sabrina y Daniel en Dénia, Alicante

Dicen que nadie te conoce tan bien como una madre, y eso se pudo notar en cuanto me vino a buscar para llevarme al altar. Bastaron pocas palabras suyas para poder relajarme del todo mientras dábamos los pasos hacia el frente de la ceremonia delante de todos los invitados. Y mientras me tocaba esperar, al ritmo de la música escogida, apareció Sabrina, con ese vestido impresionante, acompañada de su padre, acercándose poco a poco, en uno de los momentos más importantes de mi vida.

A partir de ahí, todo fue viento en popa, salvo algún desliz (nunca se nos olvidará el fallo con el vídeo previo al banquete, menos mal que tenemos amigos informáticos). El aperitivo con risas y fotos con los invitados, la entrada al banquete a ritmo de Los Vengadores con nuestras túnicas, los momentos musicales que a más de un invitado les encantó, el photocall donde poder convertirte en superhéroe por un día, las espadas (todas ellas), y como no, el baile.

Dicen que un baile nupcial no se te olvida nunca. A día de hoy, quizá me costaría repetir los pasos tal cual los ensayamos durante meses, y sin embargo, ese día tampoco es que saliese todo lo perfecto que habíamos planeado. Pero el tener a esa fantástica mujer delante, bailando conmigo el tema que habíamos elegido, rodeados de nuestros seres queridos, celebrando nuestra unión, eso hizo que el mundo se parase, y pudiésemos disponer de toda la felicidad del cosmos para nosotros.

Sin lugar a dudas, un momento único en la vida. No fue perfecto, tuvo sus fallos, pero al final, tanto lo bueno como lo malo hacen que puedas recordarlo de un modo único, humano, y real.