La boda de Rubén y Carolina en San Bartolome De Tirajana, Las Palmas
De noche Otoño Beige 12 profesionales
R&C
05 Oct, 2019El día de nuestra boda
El día de nuestra boda fue verdaderamente un sueño hecho realidad por varias razones. La primera: logramos juntar a nuestras familias y amigos en un punto del planeta, cosa que no era fácil dado que muchos venían desde Buenos Aires -novia argentina- y de diferentes rincones de Europa, principalmente Francia -donde vivimos-, Alemania y Gran Bretaña. No era fácil, pero no nos falló casi nadie, y eso ya es motivo de felicidad.
La segunda: organizamos todo en apenas nueve meses, y desde Paris; una odisea de e-mails, WhatsApps y Skype que, gracias al profesionalismo y talento de los proveedores que elegimos, por suerte acabó generando el resultado que soñábamos.
La tercera: cuando uno se casa con el amor de su vida, siempre es un sueño hecho realidad. Pero cuando uno se casa frente al mar, con el leve vestigio de sol que queda al atardecer, escuchando unas notas de guitarra acústica en vivo, frente a la gente que uno más quiere en el planeta y con el amor de su vida, pues es una pasada.
Seguir leyendo »En resumen, la ceremonia empezó pasaditas las 18:30h. Tuvimos la suerte de que Davinia, nuestra oficiante, personalizara absolutamente cada palabra y de contar con la música en vivo de Twin Up, un dúo sencillamente excepcional. Toda la introducción estuvo repleta de referencias literarias, algo que Davinia sabía que nos chifla a los dos -y que era la temática del seating plan y de los meseros, de casualidad-. Elegimos hacer la ceremonia de la arena, no por pereza creativa, sino porque la playa, y el mar, no solamente nos acompañaban al lado de la terraza del hotel, sino también porque, habiendo nacido ambos con un océano de por medio, lo de la arena uniéndonos nos cuadraba bastante bien.
Y menos mal que habíamos previsto hacer una sesión de fotos postboda, porque entre una cosa y la otra, se nos hizo de noche. La excusa perfecta para pasar al cóctel con todos los invitados y disfrutarlos lo máximo posible. Y la noche hermosa que nos tocó. Y los mojitos. Y el rincón de jamón. Aunque yo no lo probé, no me entraba bocado de la adrenalina, y de hablar con todo el mundo. Y así en un santiamén, se nos pasó el principio, comiendo y charlando, riendo y tomando. Cerramos el cóctel con un capricho de la novia: bailar una canción de Sinatra bajo las estrellas (que el primer baile iba a ser dentro del salón, y las estrellas no se iban a ver). O, mejor dicho, una versión mashup de Fly me to the moon y Lucky, de Jason Mraz, revisitada por Twin Up, que quedó alucinante.
Y al banquete, no sin antes perderme 20 minutos caminando por el hotel (por no hacer caso y subir a la habitación por donde me habían indicado...) para ir a cambiarme los Doriani (hermosos pero dolorosos) por unas cuñas de Ernesto Terrón con las que aguanté, por suerte, toda la noche. El banquete arrancó con la proyección de un video guapísimo que nos preparó La Fábrica de Emociones, un poco con fotos nuestras de pequeños y otro poco con tomas nuestras haciendo el tonto en la playa. Comimos y bebimos hasta reventar (bueno, todos menos yo, que seguía con mi nudito de felicidad en el estómago). Todo estaba perfecto: ¡la deco de On Fire Love y las flores de Nature World, la musicalización y luces de Playsound Canarias, y la comida! El servicio del H10, de principio a fin, un mil sobre diez.
Tras algunos discursos, brindis y otro vídeo (este sorpresa, concertado por el novio compinchado con mi madre) y bastantes lágrimas (sí, de felicidad), cortamos la tarta, una red velvet deliciosísima de D'Vainilla y pasamos al baile. Uno de los momentos más lindos de la noche, para mí al menos, porque incluso rodeados de todos los invitados, para mí no había un alma más en el mundo que las nuestras. Y con la barra libre llegó el fotomatón, el carnaval carioca (una tradición argentina, del estilo de la hora loca, pero con música de murga) y tocó bailar, saltar y comer dulces (y la recena, por si quedaba hambre...) hasta las 5:00.
Así fue nuestra boda: una pasada de felicidad. Felicidad absoluta, plena, pura y cálida. Dulce. Felicidad de esa que no se olvidará nunca. Felicidad que se manifiesta cada día cuando nos reímos juntos, cuando nos abrazamos, cuando nos imaginamos el futuro. Felicidad de amarnos. Como si eso fuese poco -que no lo es-, todo lo demás, de lujo. Felices de haber elegido a cada uno de nuestros proveedores, que se merecen una crónica aparte por el esfuerzo, la paciencia y el nivel de perfección milimétrica que demostraron todos. Felices de haber compartido con nuestros amigos y familiares nuestra promesa, y de que se hayan quedado todos con un saborcito dulzón en los labios de beber, bailar y reír. Felices de haberlos podido mimar, y agradecerles por estar ahí con nosotros.
Y felices de lo que viene, de lo que vendrá. De vivirnos y querernos, como dicen nuestras alianzas, "in aeternum".
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