La boda de Rubén y Andrea en Corbera De Llobregat, Barcelona
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23 Sep, 2017El día de nuestra boda
El 23 de septiembre de 2017 llegó mi gran día. Llevaba prácticamente los 9 meses anteriores preparando el tan ansiado evento y ya, por fin, había llegado.
Como muchas chicas hoy en día, yo me encargué de la completa organización de mi boda así como de los numerosos detalles de la misma. De mi boda tenía claras dos cosas, lo primero es que todo lo que organizase me iba a gustar a mí y a mi marido, pero mucho más a mis invitados, es decir quería que disfrutasen y se sintiesen atendidos y especiales en todo momento, y lo segundo que tenía claro es que quería una boda con detalles únicos y muy personales que todos mis invitados recordasen por mucho tiempo, y parece que conseguí mis dos propósitos, así que ahora os voy a contar cómo fue todo.
Decidí pasar la noche de antes en el mismo hotel donde celebraríamos el convite al día siguiente, con mi madre durmiendo a mi lado. Desde bien temprano comenzó el movimiento, peluquería y maquillaje en casa de mis padres, con muchos nervios. Cuando los fotógrafos llegaron a casa, antes de empezar a arreglarnos, me inflaron a fotos, y es que estaban encantados tanto con la decoración de la casa como de los accesorios que llevaba, los cuales casi fueron más fotografiados que yo, sobre todo mi ramo de novia, que llevaba flor de algodón y no resultaba muy común, incluso para ellos. Para ayudar a mi madre a ponerme el vestido, vino mi amiga Susi (mi dama de honor).
Seguir leyendo »Cuando ya estaba arreglada, nos vinieron a ver los vecinos de toda la vida para felicitarme y desearme suerte. Otros vecinos me tenían preparado el taxi que me llevaría al ayuntamiento. Allí mis invitados ya habían llegado todos y estaban siendo atendidos por mi marido y su familia. Recibieron un abanico cada uno, así como un pompero y lágrimas de felicidad. Cuando llegué, que casi no puedo salir del coche con tanto vestido, mi dama de honor, Susi, y el padrino de mi marido, Isma, estaban esperándome junto a mi hermano Eric, mi cuñada Irene y mi padre Marc, y ya fuimos entrando de dos en dos a ritmo de la música. Nada más llegar al altar, Rubén me dijo: "Estás preciosa. Pareces una princesa". La ceremonia fue muy íntima y personal. La concejal que nos casó, Montse, que me conoce desde que era bebé, nos leyó un poema de El Señor de los Anillos, película que nos encanta a los dos. Mi madre, Mary Luz, que es escritora de novela romántica, nos leyó un relato corto que nos hizo llorar a todos los presentes. Nos entregó los anillos Irene, en brazos de su madre Luna, ya que aún no sabía caminar. Cuando estábamos sentados para firmar el acta matrimonial, nos entregaron nuestro libro de familia, cosa que no me esperaba y volvió a traer lágrimas a mis ojos.
Al salir, sin estar planeado, nos tiraron kilos de arroz encima (que se quedaron conmigo hasta después de terminar la celebración, dentro del peinado y el vestido) y nos hicimos fotos delante del ayuntamiento con todos los invitados y con la concejal que nos casó. Mi padre me dijo que se le había hecho demasiado corto el camino al altar conmigo de su brazo. Como mi abuela Luz no iba a poder acompañarnos al convite, le di allí el detalle que había preparado para ella, que era un pañuelo personalizado.
Llegamos al Hotel Can Rafel, lugar donde celebraríamos el convite, y fuimos a hacernos las fotos de novios en los alrededores, ya que el hotel está en la montaña. Nuestros invitados estaban en un patio interior del hotel muy bonito disfrutando del cóctel. Cuando terminó el cóctel todos los invitados entraron al salón donde comeríamos, y a nosotros nos prepararon una entrada un poco más especial con música escogida por nosotros.
En el salón, a los invitados les esperaba un pequeño candy bar, unos kits de supervivencia, un sorteo del ramo, unas chapas diseñadas por mí misma y el libro de firmas. Para comer teníamos un surtido de entrantes muy ricos, arroz caldoso con gambas y filete con dos salsas o rape en su jugo. Entre plato y plato repartimos los detalles para los invitados, que eran unas pulseras solidarias de Soñar Despierto. También dimos unas copas personalizadas a los siguientes en casarse, unas fotos de cuando éramos pequeños a los padres y un bolígrafo bueno a los hermanos. Y ya llegó el momento del corte de la tarta, que entró en un carro de madera que tiene el hotel y nosotros sin saberlo.
Y por fin llegó el momento de la fiesta, después de un día lleno de emociones. Teníamos preparado un atrezzo de photocall y el hotel compró un fondo de pizarra que estrenamos nosotros, detalle que nos encantó. Los invitados quisieron que hiciéramos el primer baile (que no habíamos preparado porque no teníamos intención de hacerlo), así que algo improvisamos. Después hicimos una conga, mi madre y yo bailamos el YMCA y seguimos con la fiesta. En medio de toda la jarana, hice el sorteo de mi ramo y se lo llevó mi amiga Jenny.
Tras un largo día llegó el momento de volver cada uno a su casa, excepto nosotros, que nos quedamos a pasar la noche en el hotel, para salir a la mañana siguiente hacia el aeropuerto para empezar nuestra luna de miel de tres semanas en Japón.
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