La boda de Roberto y Natalia en Santa Gadea Del Cid, Burgos
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R&N
11 Ago, 2018El día de nuestra boda
El día empezó tranquilo. Nos levantamos temprano, extrañamente conseguí dormir esa noche, y muy bien. Ya que estaban mi madre y mi amiga en casa, y todo lo llevamos al Monasterio el día antes, no teníamos prisa; la boda era de tarde.
Nosotros ya teníamos pensado ir por la mañana para preparar cosillas, así que allí que nos plantamos a las 12.30. Las fotógrafas y el videógrafo llegaron una horita más tarde. Estuvimos con ellos recorriendo los alrededores para ver dónde hacer fotos, qué sitio es mejor, qué luz había, etc.
Después nos pusieron algo de comer, a la vez que llegaron la peluquera y maquilladora. Empezaron con mi madre, ya que iba a ser la madrina, y después con mi suegra. En esos momentos yo ya empezaba a ponerme más nerviosilla. Los invitados empezaban a llegar y a meterse en sus habitaciones. Todo bien.
Después de peinarme y maquillarme, me tocó vestirme, ya eran las 18h y quedaba una horita solamente para la ceremonia. Por la ventana empezaba a oír jaleo de la gente que ya había bajado a tomarse algo mientras esperaban. Más nervios. Anécdota: en las fotos y vídeo vistiéndome, salen ayudándome la peluquera y la maquilladora; supuestamente debería estar mi madre, pero en ese momento no sabía dónde estaba.
Seguir leyendo »Casi daban las 19h y la fotógrafa mandó fuera a todo invitado que quedase dentro del monasterio para hacerme unas fotos. Las últimas solita. He de decir que aquí, ya estaba deseando quitarme el vestido. Ese que tantos meses había esperado a ponerme, sí. Es muy bonito, en las fotos queda genial, pero pesaba mucho, y me incordiaba al andar. No sé si es que no lo arreglaron bien, o yo me lo puse diferente, pero me lo iba pisando por delante cada 3 pasos... Horrible.
Y llegó el momento... Me olvidé del peso del vestido, de los nervios, y salí. Mi madre me estaba esperando para ir juntas. Mis malteses con mis amigas delante... Y suena la música. ¡Un aplauso para la novia!
Y baja la novia... Con los perros delante que no querían andar, uno ladrando todo el rato, el otro mirando para atrás y poniéndose de pie... ¡Por lo menos nos echamos unas risas! Eso fue un show. No vi al que ya es mi marido hasta que llegué al altar a su lado. Iba pendiente de que los perros anduvieran, de que mis amigas que los llevaban no se cayesen, y de no pisarme el dichoso vestido.
Momento altar... Yo llego, y me encuentro las sillas colocadas de una manera diferente a la que deberían haber estado. Dios, ¿qué hago? ¿Por dónde voy? En milésimas de segundo tuve que pensar y reaccionar a ver por dónde iba... No se me ocurrió ir por detrás y hacer el pasillo, no... Natalia, por delante. Total, nadie se dio cuenta.
Ya juntitos los dos en la ceremonia, con todo el calor, y el sol de frente no podíamos dejar de mirarnos (yo no tanto, que, si le miraba, me cegaba el sol) e increíblemente no lloré, ¡Aitana, no lloré! No sé si fueron los nervios, pero es que solo solté un par de lagrimillas en un par de momentos concretos. Increíble. Pero mi maquillaje me lo agradeció, a pesar de ser waterproof.
Pasada la ceremonia, que, por cierto, todo el mundo nos felicitó de lo bonita que fue, dimos besos a todo el mundo, y cuando se fueron todos al cóctel, nos fuimos a hacer las fotos. Ya os enseñaré cuando las tenga, nos fuimos al campo, al lado del monasterio, con humos de colores, campos de girasoles, tirados por el suelo... Bueno, una fantasía. (No sé si me habrán grabado el momento de levantarme, porque eso no tiene precio).
Después nos fuimos al cóctel, necesitábamos comer y beber algo porque estábamos “desmayaítos” los dos. Pobres. Bueno, pues una coca cola a medias me dejaron beber, después me la quitaron para hacerme fotos y no la volví a ver (después me pedí otra y le pedí a mis amigas que me la custodiasen mientras me cogían para hacerme más fotos con la familia). Esa no recuerdo si la volví a ver, creo que sí.
En el cóctel comí más bien poco. Qué verdad esa de que los novios son los que menos comen...
Ya en la cena la entrada fue muy chula, aunque no era lo que habíamos dicho, que a veces yo no sé si es que hablamos chino porque la gente hace cosas que no le decimos... Pero eso es otra historia. El caso es que la cena fue genial, a todo el mundo se le veía hablar, reír, beber, comer y nosotros estábamos encantados de que les estuviese gustando todo.
Después de dar los regalos, unos más emotivos, y otros más ‘cachondos’, después de cortarnos la liga y un trocito de los calzoncillos de mi marido (si alguien los ha visto, que me avise, seguimos buscándolos), tuvimos que avisar por micro a la gente de dónde se hacía el baile. Porque como nos quedamos con todo el Monasterio para nosotros, nos hicieron el favor (qué majos son) de hacer el baile en la otra zona, que es muy muy bonita. Y ahí me teníais a mí, micro en mano, diciendo a todos los invitados que me siguiesen hacia fuera, que yo les guiaba. Me tuvieron que quitar el micro porque le cogí gustillo y casi me arranco a cantar (menos mal que no).
No sé para qué digo nada de que me siguiesen, porque yo después de la cena y antes del baile debería haber ido a la habitación a cambiarme el peinado y recogerme la cola para el super baile. Porque no lo hice, y ni me acordé de ello... No sé dónde andaría mi cabecita interior, esa que me avisa... Estaría con el sorbete aún.
Bueno, el baile, qué baile.... Ensayamos como unas 5 veces y tenemos seguro que el día de la boda fue cuando peor nos salió... Podéis reíros, sí... ¡Pero oye, la gente lo que disfrutó! Ellos qué sabían si había salido bien o mal... ¡Nos quedó genial!
Acto seguido cogimos a alguien de nuestra familia para bailar el típico vals... Que no falte. Y cuando acabamos todos nos aplaudieron, dimos las gracias, y la gente empezó a bailar. Momento perfecto para coger a mi amiga que ya quería quitarse los tacones para que me acompañara a cambiarme. La hora de mi vestido había llegado, lo siento mucho, pero te tengo que devolver a la percha, has cumplido tu función.
Volví al baile con mis zapas personalizadas, un vestidito ligero y mil ganas de seguir la noche.
Teníamos a los proveedores como el de la música y el del fotomatón contratados 3h, y el baile lo empezamos a la 1. Bueno, pues barra libre y música hasta las 4 de la mañana, pero fotomatón, hasta las 3. Ya me explicaré mejor en otro momento, pero no os recomiendo a la empresa Photomatones de Logroño. El caso es que, a pesar de eso, la gente disfrutó, se fue a su habitación a descansar cuando tenían ganas y todo el mundo estaba muy feliz. Nos vemos mañana.
Porque la cosa seguía el domingo. Teníamos un brunch para todos los invitados. Dulce y salado para que llenen el estómago antes de volver a coger el coche. La gente ya estaba más descansada, a alguno no le vi hasta que no se fue, y es que la resaca es muy mala.
Nosotros fuimos los últimos en irnos, claro. Y nos fuimos con la satisfacción de haber hecho las cosas bien, de que hicimos la boda que quisimos, y que no dudaríamos en volver a repetir ese día. (Yo con otro vestido por favor).
En cuanto la fotógrafa nos mande más fotos y el videógrafo nos mande el trailer, os lo pongo por aquí. Que os va a gustar. Mientras tanto, las fotos de los invitados.
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