La boda de Raúl y Ana en Madrid, Madrid
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R&A
02 Nov, 2019El día de nuestra boda
Nuestra boda, al ser otoño, era de mañana, en Normandie-Ondarreta (el Molar). Habíamos convocado a las 12:39, pero creo que debí de llegar a las 13:00. Mal por mí, que tardé un poquito más al prepararme. Esos 20 minutitos de retraso hicieron que al final fuésemos con prisas porque la empresa de transporte nos había llamado el día anterior a decirnos que el bus nos recogía a las 22:00 y que no esperaba una hora como habíamos contratado. Sin margen de maniobra, tragamos con eso y el sábado tuvimos que ir con prisas. También porque en Normandie-Ondarreta nos habían dicho que eran 8 horas desde el cóctel, mal por su parte cuando les habíamos preguntado varias veces porque nos parecía poco (por eso habíamos contratado la hora extra de bus, en previsión).
Por la mañana en la casa donde estaba Raúl fue bastante tranquilo. Se levantaron temprano porque iban los fotógrafos así que fueron sobrados de tiempo. Llegaron de los primeros a Normandie y empezaron a recibir a todos los invitados hasta que yo llegué. El día estaba un poco nublado así que, por no jugárnosla, hicimos la ceremonia en espacio cubierto. Cuando mi coche llegó, todos se metieron dentro a que entrase Raúl y yo salí del coche. Mi vestido, aunque pegadito y de manga larga, no fue capaz de retener los millones de emociones al salir del coche y agarrar el brazo de mi padre. Empezó a sonar la canción que me había hecho mi amigo Jaime, "Papá cuéntame otra vez" instrumental, preciosa. Delante de nosotros entraron mis 2 sobrinos mayores (8 y 10 años) guapísimos y felices con 2 cartelitos simpáticos que les habíamos preparado, quería que tuvieran algún papel en la ceremonia.
Seguir leyendo »Al entrar sentí el calor de todos nuestros familiares y amigos y muy buenas sensaciones. Todo el mundo había venido a acompañarnos y vivir ese día con nosotros. Sentí que todo iba a salir bien rodeada de tanta gente que nos quiere y aunque iba muy nerviosa, me pude relajar un poquito gracias a tantas miradas amigas. Raúl estaba guapísimo con un traje azul y su corbata roja, mi color favorito. Aunque siempre le veo guapo, ese día de verdad tenía un brillo especial en la cara y en los ojos. Solté a mi padre, le besé y mi amigo Beni, que había estado preparando las palabras con mi amiga Esther, abrió la ceremonia. La verdad es que no pudieron hacerlo mejor, se salieron por completo y Beni se metió a todos los invitados en el bolsillo. Para mí fue superemocionante y muy divertido, quedó todo perfectamente encajado y hasta gente que no sabía de qué iban algunas cosas se reía de las bromas, y todo el mundo me dijo después que una ceremonia genial, incluso gente que confesaba que siempre le habían parecido un rollo hasta la nuestra.
En la ceremonia también leyeron mis hermanas, que me hicieron llorar un poquito, un amigo de Raúl, y nosotros mismos. Mis sobrinillas llevaron los anillos y parecían dos angelitos, estaban comestibles con sus vestiditos iguales y sus coronitas de flores. Y al terminar, empezó el cóctel. Ahí pude empezar a fijarme más en la gente, ¡todos estaban guapísimos y contentos! Es genial ver a tu gente así y además saber que el motivo de alegría es tu boda. Se nos pasó volando el cóctel, no sé si nos tiramos más de la cuenta haciéndonos fotos al terminar la ceremonia o qué. El cóctel sí pudimos hacerlo en el jardín, aunque cayó un chaparroncín, pero nos metimos al porche y la carpa mientras llovía y todo controlado.
Para la entrada al banquete habíamos preparado un vídeo sorpresa, que era como una especie de corto de 4-5 minutos en el que hacíamos como que se nos había olvidado la comida y teníamos que ir a por pizzas, entre otras calamidades. Mientras tanto en las mesas había un menú de coña que habíamos dejado, que entre otras cosas incluía pizza, así que hilaba con el vídeo y alguno yo creo que se creyó que de verdad ese era el menú. En el final del vídeo salimos entrando en el salón con las cajas de pizza, y en ese momento hicimos la entrada real con las cajas que habíamos estado personalizando con nuestro sello en grande, y que dentro incluían los menús de verdad, y unas tarjetitas de agradecimiento con un alfiler de una pajarita de fimo pinchado para cada invitado. El vídeo fue un exitazo, gustó mucho a todos los invitados y nosotros contentos de hacer algo diferente y que tuviese tan buena acogida.
Llegamos a nuestra mesa en el centro del salón y brindamos con nuestros padres. Ahí empezó un poco el descontrol, porque no pudimos estar en todas las mesas como íbamos tan mal de tiempo. El no habernos casado nunca antes nos pasó factura. Teníamos muchos detalles preparados, algunos regalos para personas especiales y, como íbamos tan mal, en vez de darlos durante la comida, decidimos darlos al final. Error. Llegó el café y tuvimos que sacar a la vez los regalos especiales, y como era la hora de la barra libre (la que habían calculado desde Normandie), pusieron música en la carpa a la vez que dábamos los regalos y no se oyeron las canciones que habíamos preparado para los regalos.
También teníamos vino y queso para todos los invitados y no pudimos darlos y parar tranquilamente por lo mismo, nos tuvieron que ayudar a repartirlo algunos primos o tíos y aunque nos vino bien porque fue bastante estresante con la prisa, eso hizo que a mesas a las que no había conseguido llegar durante la comida, tampoco pudiera llegar en ese momento. Estoy muy apenada con eso y penalizo mucho a Normandie con este tema por lo de las 8 horas. De no ser por eso hubiera sido la boda perfecta, pero cuando pones tanto cariño en algo y no puedes disfrutarlo y vas con prisas, se te chafa por completo.
También en el postre nos habían puesto un vídeo sorpresa los invitados que nos encantó, con la canción de "Me sube la bilirrubina". ¡Hicieron un montaje con todos muy bailongos y simpáticos, muy divertido! Después del momento loco del café y regalos, pasamos al baile y barra libre. Con tanto preparativo, habíamos pasado bastante de ensayar el baile y aunque nadie nos lo dijo, no nos quedó muy bien. Tampoco es que seamos grandes bailarines, así que creo que no hubiera mejorado mucho la cosa, aunque hubiéramos ensayado más. Bailamos la de Elvis de "I can't help falling in love with you" y la de "You never can tell" con el baile de Pulp Fiction. Lo dicho, entre gente que te quiere, lo ven con buenos ojos y agradecen la intención.
Para la barra libre habíamos preparado también otros detallitos y un fotomatón que sacaba pares de fotos: una con imán para los invitados, y otra para el libro de firmas. Con ello nos quedamos un bonito recuerdo porque a la gente le gustó mucho. Habíamos montado un pequeño carrito de Candy Bar con chuches, sobre el que no teníamos ninguna expectativa porque en la última boda que habíamos estado había chuches pero casi nadie cogía. Pero aquí fulminaron el carrito, no sé si porque había muchos niños o porque ciertamente comemos con los ojos como dicen las madres.
El momento del cierre fue un poco triste para mí por lo que había comentado de los buses. Cuando vi que estaban allí los buses tuve que coger el micro y avisar para que fuésemos montando (que además los buses ni entraron hasta donde tenían que entrar, se quedaron fuera). En fin, el bus nos dejó en Sotto Club a los jóvenes y al resto al punto de partida. A Sotto llegamos más pronto de lo previsto así que al principio había música un poco chof, y ahí perdimos algún que otro invitado que se vino abajo. Hasta las 00:00 no viene el DJ con música bailable. Habíamos comprado algo para picar allí así que aprovechamos ese rato que no molaba la música. No sé cómo, pero la gente comió, después de todo lo que habíamos comido y que habíamos puesto recena en Normandie. Yo soy muy comilona, pero tampoco pensé que la gente comería tanto, me alegro en cualquier caso porque así sobró menos.
Y finalmente a las 4 o así Raúl echamos el cierre y dejamos allí a los que quedaban, que nos dijeron al día siguiente que aguantaron algunos hasta el cierre de la sala, así que contentos de que se lo siguiesen pasando bien.
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