La boda de Rafa y María en El Puerto De Santa Maria, Cádiz
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19 Sep, 2020El día de nuestra boda
Puede parecer típico, pero realmente fue el día más feliz de nuestras vidas. Y no fue fácil, los novios Covid saben lo que supone tener la boda pensada y preparada para estos tiempos de incertidumbre. Por si fuera poco, llevábamos más de una semana con previsión de lluvia para nuestro día, y tal y como se pronosticaba, amaneció lloviendo. Nuestra boda estaba pensada en el exterior, por un lado, porque era como nos gustaba, y por otro, porque en estos momentos hace que la gente se sienta más segura. Sin embargo, si el Covid no nos había parado los pies, no lo harían cuatro gotas.
El día comenzó en torno a las 7 de la mañana, la novia por un lado con la peluquería, el maquillaje, etc. Y el novio en el lugar de la celebración para controlar que todo estaba controlado (ambos somos muy controladores, por lo que así nos quedábamos más tranquilos). Mientras la novia nerviosa se dejaba peinar y maquillar, no dejaba de estar en contacto con el novio mediante WhatsApp y de mirar al cielo. Seguía lloviendo, por lo que había que tomar una decisión. Finalmente, sobre las 11:00 de la mañana, y con el cielo cubierto de nubes, hubo que asumirlo, había que reorganizar el evento en el interior, comenzábamos a las 12:30.
Seguir leyendo »El novio llegó al lugar, La Bendita Locura (¡y vaya locura!), en un flamante Tesla, la novia, unos minutos más tarde, en un nostálgico Renault 4. Y fue justo cuando la novia se bajó del coche cuando dejó de llover. La emoción que sentí (soy la novia) desde el momento en el que el coche llegó al lugar, es algo indescriptible. En ese momento comencé a llorar de emoción, y no paré hasta casi concluir la ceremonia. Los sentimientos vividos (soy el novio) cuando la vi entrar no los había sentido nunca, felicidad, emoción, alegría, amor... Un remolino mágico. Y allí estábamos los dos, delante de un improvisado altar vinícola (viajes en caravana y los vinos eran los hilos conductores de la boda), con la madre de la novia y el padre del novio oficiando la ceremonia, porque, aunque pueda resultar raro, esa fue nuestra elección.
La ceremonia fue preciosa y muy emotiva, sin palabras. Y cuando acabó, ¡que vivan los novios! En lugar de arroz, fueron hojas de olivo y lavanda lo que nos tiraron, un olor muy especial. Ya no llovía, y el sol había salido, la temperatura estupenda, así que, gracias a la capacidad de resolución del catering, pudimos continuar fuera. Comenzó lo típico: las fotos mientras los invitados están en la recepción, luego la comida, partimos la tarta, y repartimos los regalos. Y ahora... ¡El baile! Llevábamos 3 semanas ensayando una coreografía, nosotros que no habíamos bailado nunca, pero el traje de la novia no ayudaba y casi va al suelo, sin embargo, continuamos, y el baile fue un éxito. Llegaron las copas y, cuando nos fuimos a dar cuenta, eran las 00:30 y había que terminar. Fue el día más feliz de nuestras vidas, lo repetiríamos 1000 veces y, aunque tras analizarlo en frío no todo fue como lo habíamos planeado y hubo cosas que habríamos querido de otra manera, para nosotros fue perfecto. El mejor día de nuestras vidas.
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