La boda de Pedro y Sara en Velez Malaga, Málaga
Rústicas Otoño Rosa 5 profesionales
P&S
07 Oct, 2017El día de nuestra boda
Lo primero que recuerdo de aquel día es levantarme temprano en casa de mi madre porque la peluquera estaba a punto de llegar para ponerme los rulos en el pelo. Con los rulos ya puestos, nos fuimos al bar de la esquina a desayunar. Lo que más me gustó fue que no sentí vergüenza porque la gente me mirase con cara de "¿a dónde va la loca esta con esos pelos?". Estaba tan nerviosa por lo que vendría después que los demás no me importaban.
Lo siguiente que recuerdo es estar en mi habitación de la casita que había en la finca donde nos casábamos. Estaba con mi hermana (y dama de honor), mi madre, la peluquera/maquilladora y la fotógrafa. Me sentí como en una película mientras me arreglaban, tomaba mi infusión para relajarme y me hacían fotos indecentes con mi lencería de novia. Nunca me había sentido tan guapa y sexy.
Lo que sigue en mi mente es el momento en el que me deslizaba por el jardín con mi enorme vestido y mis dolorosos tacones, agarrándome del brazo de mi padre para no caerme. ¡Entre los nervios y el césped irregular era difícil andar sin tropezar!
Seguir leyendo »Pero el dolor de mis pies, el velo enganchándose una y otra vez con las ramitas del suelo, mi pesado vestido tirando de mí hacia atrás, no importaban cuando al fin nuestras miradas se cruzaron. Comencé a temblar de los nervios, el pecho casi me explota de todas las sensaciones que estaba experimentando y no podía parar de reír y llorar.
No recuerdo muy bien la ceremonia porque estaba muy nerviosa. Sólo recuerdo quitarme en algún momento el velo y tirarlo por ahí, harta de él. Y por supuesto los votos... Empecé yo, quería hacerlo primero porque sabía que después de él no podría. Tartamudeaba y lloraba, pero pude expresar lo que sentía hacia él y creo que él lo entendió todo. Su discurso fue perfecto, tierno y sincero. ¡Lo amé!
Después de eso mi mente salta al momento de bajar del altar, ¡ya estábamos casados! Fue como un apocalipsis zombi, una horda de invitados se abalanzó contra nosotros, tirándonos a un rincón cada uno y separándonos. Entre besos, fotos y felicitaciones pude hacerme un hueco y regresar con él, ¡no quería separarme de él!
Por fin la horda se disipó con la llamada del cóctel de bienvenida. Mi adorable esposo se ofreció a ponerme unas zapatillas deportivas que me había regalado para la boda a sabiendas de que odio con toda mi alma los tacones. Fue un alivio deshacerme de ellos la verdad.
Después de esos minutos a solas, él colocándome las zapatillas como si fuese una cenicienta, fue todo tirones, fotos, abrazos y más tirones en los que no nos volvimos a ver, hasta la cena. No recuerdo nada de la cena ni del baile ni de la discoteca, estaba anonadada supongo. Solo tengo destellos de algunos momentos graciosos durante la fiesta en la discoteca.
¡Espero que las futuras novias no se pongan tan nerviosa como yo! Porque realmente no recuerdo nada de mi boda. ¡Por suerte tengo las fotos!
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