La boda de Óscar y Almudena en Madara, Alicante

Comenzaron a llegar los autobuses con todos los invitados y entonces sí que encendimos el modo fiesta. Mientras ellos tomaban granizados y quintos yo esperaba ansiosa el momento de empezar.

Y ese momento llegó, cogí a mi padre del brazo y a mis pequeñas primitas, y al son de la música de Cyndi Lauper, que siempre recordaré: "Girls just want to have fun”, llegamos entre risas y bailes, fue divertidísimo.

Comenzó la ceremonia que oficiaba un íntimo amigo nuestro, la hizo tan personal que jamás podría haber otra parecida, fuera de convencionalismos. Y nos dimos el Sí, quiero.

Después de esto estalló un aura de emoción, diversión y locura. Salimos bailando entre centenares de burbujas de jabón, fue precioso.

¡Y ahora sí, que siga la fiesta!

Y llegó la hora de pasar a las mesas, todos nos esperaban, y Óscar y yo, como no, entramos dándolo todo, bailando como si de dos bailarines profesionales se tratara, pero todo muy natural e improvisado.

Entre disparos de arcabucería dimos algunos regalitos, no queríamos hacerla pesada. El ramo recayó en mi cuñada, ya que fue una gran ayuda con los preparativos. Cual fue nuestra sorpresa en ese momento, mi hermano de apariencia tranquila se levantó y al son de la música nos deleitó con unos pasos de breakdance (inventados).Y también recordar el detalle de los primos de Óscar con pajaritas de pitufos incluidas. Y como olvidarnos del momento de los novios los siguientes en casarse, a los que esperamos que les hiciera mucha ilusión.

También fue divertidísimo el momento en que empezó a sonar la canción de piratas del caribe y aparecieron todos nuestros amigos metidos en un barco pirata de cartón, para hacernos entrega del cofre del tesoro, lleno de monedas de euro.

Durante el café nos escapamos a un viñedo cercano a hacernos unas fotos muy bonitas de Óscar Guillén y unos planos de video de Todo1show.

Nada más regresar abrimos el baile haciendo una pequeña reproducción de un trocito del baile de Dirty Dancing, muy cómico también, lo mejor el porté final.

Todo había sido una auténtica fiesta, imaginaros ahora: entre el fotomatón, bailes, algún baño en la piscina y demás... ¡Lo de ahora sí que era la gran fiesta!

Poco a poco pasaron las horas, tomamos la cena a modo cóctel y ya fueron llegando autobuses, y la gente poco a poco fue desapareciendo hasta que finalmente a las 4 llegó el último autobús, y en ese momento acabó el día más maravilloso e irrepetible de mi vida.

Solo puedo decir gracias a todos los que formaron parte de él.