La boda de Mikel y Anais en La Pineda, Tarragona
Al aire libre Otoño Blanco 7 profesionales
M&A
07 Oct, 2023El día de nuestra boda
Estaba realmente nerviosa; la noche anterior apenas había pegado ojo y llevaba toda la mañana dando vueltas en casa, café tras café e intentando no perder la cabeza.
Tenía que estar a las 13:00 h para empezar a arreglarme; así lo había acordado con la estilista. Lo tenía todo preparado.
Cuando por fin se acercó la hora, nos dividimos en dos coches y quedamos a vernos en el hotel para despedirnos finalmente. Pero al llegar se desató el caos: llegamos a hora punta, solo había dos muchachas en recepción y muchos turistas tratando de hacer el check out. Tras algo más de veinte minutos, por fin nos tocó. Esperaba que fuera pedir las habitaciones e irnos, pero no fue así: no nos encontraban en el registro y tras muchos nervios decidieron mandarnos a otra recepción. Tuvimos que cruzar el hotel cargados y al llegar allá, tampoco sabían nada de nuestras habitaciones.
Enseñé una y otra vez los emails de confirmación y repetí la misma información. Finalmente, nos encontraron. ¡Llevábamos más de cuarenta minutos de retraso! Rápidamente, nos despedimos y la estilista y yo corrimos hasta la habitación nupcial.
Seguir leyendo »Todo fue tomando forma poco a poco. Entre risas y música, y la aparición estelar de mi mejor amiga para amenizar el ambiente, fueron pasando los minutos. Los fotógrafos hicieron un trabajo excelente.
Tras un ratillo, estaba lista; los nervios empezaban a apoderarse de mí otra vez. Me comentaron que iban a empezar ya y al escuchar la canción de entrada del novio se me aceleró el corazón y empecé a temblar. ¡Estaba pasando!
La coordinadora no tardó en llamar a mi puerta y me condujo a través de los pasillos hasta la entrada al pequeño bosquecito, donde realizaríamos la ceremonia, rodeados de naturaleza verde que tanto me recordaba a la película de Crepúsculo.
Al llegar me encontré con mis damas de honor. Alerta spoiler: todas lloramos.
Encontrarme con mi padre también fue de lo más emotivo: pocas veces lo había visto llorar.
Empecé a desfilar después de que entraran las damas y las siguieran mis sobrinos pequeños. No podía dejar de pensar: no te caigas. Sostente. Deja de temblar.
Mientras avanzaba y saludaba tímidamente a mis familiares, no podía dejar de llorar. El novio me esperaba más emocionado que nunca.
Pero cuando nuestros ojos se encontraron y nuestras manos se tocaron, todo lo demás dejó de existir. Instintivamente, me calmé y me dejé envolver por sus brazos; allí estaba segura.
La ceremonia fue corta, pero emotiva; también nos aventuramos a hacernos promesas un tanto divertidas.
Luego, desfilamos por el pasillo de gente que había venido en uno de los días más importantes de nuestra vida; confeti, arroz y pétalos de flor volaban por doquier. Todos estaban de lo más contentos.
Hicimos las fotos grupales y luego nos retiramos durante unos minutos para hacernos las fotos en pareja. Ya más relajados, volvimos al aperitivo con bombas de humo en mano y paseamos a través de todos nuestros invitados.
A partir de ahí, todo despegó: habíamos contratado barra libre de tatuajes y fue lo más. ¡La gente joven se tatuaba! ¡Pero la gente mayor también! Incluso los que no tenían ningún dibujo en tinta en la piel se animaron. ¡Fue un éxito rotundo!
La comida no se quedó atrás; mientras disfrutábamos del aperitivo empezamos a repartir algunos detallitos a nuestras personas especiales y continuamos en el banquete.
Reímos, lloramos y nos emocionamos al ver, por primera vez, nuestro video de pre-boda.
Terminamos todos bailando en la discoteca del hotel.
Todos recuerdan nuestro enlace con cariño; algunos, lo tienen en la piel tatuado. Nosotros, en el corazón.
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