La boda de Manuel y Jessica en Burgos, Burgos
Modernas Verano Dorado 5 profesionales
M&J
04 Ago, 2018El día de nuestra boda
Han pasado 5 meses desde la boda y parece que fue ayer.
Hemos aprendido muchísimo de este acontecimiento. Lo primero: nada es tan importante, a medida que vamos organizando la boda. Pensamos que todo tiene que ser perfecto, hasta el color de la lechuga. Muchas veces estos pensamientos surgen de la presión exterior, familia, amistades, mass media, prensa, páginas webs, etc. Y algunas veces tomamos decisiones bajo presión, que luego caen sobre nosotros como agua helada. Lo segundo que aprendimos: menos, es más. En general en muchos ámbitos, en concreto invitados. Cuantos más invitados hay en una boda, menos tiempo hay para pasar con ellos, probablemente haya gente con la que no se haya podido intercambiar unas palabras. Nosotros optamos por invitar solamente a los imprescindibles y aun así hubo mucha gente con la que apenas pudimos estar.
Lo tercero y quizás más importante: casarse y cualquier cosa en esta vida que suponga un cambio importante, hacedlo de corazón y como a uno le salga de su interior (a dos en este caso). Teníamos claro que queríamos tener una ceremonia al aire libre, mi pareja es religioso, por lo que respetando lo que queríamos ambos conseguimos hacerlo todo a nuestro gusto.
Seguir leyendo »Como en todas las bodas tiene que haber anécdotas, bien, la nuestra perdurará por los tiempos de los tiempos. Se me olvidaron las alianzas en el hotel. Sí, qué le vamos a hacer, nos las tuvieron que traer en taxi hasta la ermita, a 40 Km. En vez de darme un soponcio, me dio un ataque ira mezclado con otro de risa. ¡Sí, de risa! Creo que por no llorar.
La ceremonia fue preciosísima, se entremezclaba la música, el cantar de los pájaros, los olores del campo, la brisa veraniega meciendo los árboles, nuestros cabellos, nuestros pensamientos. Tuve cuatro damas de honor maravillosas, además que cambiamos bastante los protocolos habituales. Leímos los votos, unos personalizados hechos desde lo más profundo de nuestro ser (con el visto bueno del párroco, no vaya a ser que digamos cosas inapropiadas y subidas de tono...), me puse como una magdalena untada en leche...
Pétalos de rosa, arroz, aplausos y vítores cayeron sobre nosotros cuando pasamos por el pasillo de moqueta rojo. Hubo momentos de decenas si no cientos de fotos. La verdad que entre foto y foto no me daba ni cuenta de quién tenía a mi lado o si eran las mismas personas anteriores.
Y después... más tarde, fuimos a Bodegas Buezo donde nos sirvieron un cóctel, según los invitados todo estaba muy rico, porque nosotros apenas probamos nada, bueno en seguida alguien me pasó una copa de vino espumoso (mi favorito), me lo bebí como si no hubiera un mañana de la sed que tenía. Mi pareja, es decir, marido (todavía no me acostumbro), en seguida se perdió entre los invitados saludando y conversando.
Llegó la hora de zampar y allí en el restaurante comimos, bebimos, reímos y mucho con los juegos que pusimos en las mesas, una idea súper original que se nos ocurrió casi en el último momento, y que triunfó.
Nuestras amistades nos hicieron un video más que chulo que nos hizo volver a ponernos ñoños. Qué agradecidos estamos de eso. Como digo, las pequeñas cosas es lo que cuenta, lo que vale y lo que pesa. Y al final lo que se recuerda.
La hora del baile llegó, e hicimos una súper coreografía ensayada después de un mes, pisándonos a nosotros mismos más que al suelo, pero bueno, salió decente y nos sentimos orgullosos porque perdimos la vergüenza, bueno, yo no la perdí porque de eso no tengo, la perdió él durante los 5 minutos que duraba. Reitero, le dimos mucha importancia y luego nos dio igual cómo saliese porque nos lo estábamos pasando tan bien que no nos importaba prácticamente nada. Luego se extendió la fiesta, el baile, la música, y un montón de momentos inolvidables. Como nuestros padres bailando música ultra moderna.
Al llegar la noche, terminó el día y con ello la boda. Aunque nosotros continuamos a nuestro modo en el parador de Lerma.
Cuando uno cuenta su experiencia siempre parece mucho menos cuando se lee, pero de verdad, los recuerdos arden como si hubiera sido hace bien poquito. Ahora estoy casada, aunque qué queréis que os diga, no noto diferencia respecto a como estaba antes. Bueno, miento, a nivel legal es otra historia, aunque donde más lo he notado es en el ámbito social, donde el antes y el ahora se diferencian por una simple pregunta que rechina en mis oídos como la tiza recién estrenada: ¿Y qué, para cuando los niños?
Espero que os haya gustado nuestra experiencia.
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