La boda de Luis y Sara en Córdoba, Córdoba

El día de nuestra boda

Ocho de octubre de dos mil dieciséis. Hotel Parador de Córdoba. Siete de la mañana. Ya no puedo aguantar más en la cama. Ha sido una noche de muchos nervios. La imaginación y los pensamientos de cómo podía ser el gran día, que ya estaba aquí, no me han dejado dormir bien. Ha sido un año de preparación muy intenso, muy completo y lleno de momentos increíbles. Teníamos claro que teníamos que vivirlo así, porque la boda se componía de todos esos momentos. Y que gracias a esos momentos, íbamos a ser capaces de disfrutar más el día. Aun así, no importa lo bien que hayas preparado el día y que pienses que lo tengas todo controlado; el día de antes es una ruleta de emociones y nervios. Quieres que todo salga como lo has pensado, quieres estar pendiente de todos y que se sientan como nunca, y más aquellos invitados que hayan tenido que viajar. Todo eso provoca el nerviosismo y el cosquilleo. No importa, forma parte del momento.

Tras una plácida ducha y después de despertar con un poco de cachondeo a mis hermanos, salgo para buscar al resto de la familia. Mi madre y hermanas llevan tiempo despiertas, con el tema de la peluquería. Hay alegría en el ambiente. Se respiran ganas de pasarlo bien. El día no puede haber amanecido mejor. Soleado y agradable. Durante el desayuno aún queda algún tembleque de nervios. Una mezcla de expectación, ganas, emoción, inquietud... Desayuno con mi padre, abuela y algunos hermanos. Estando en el salón del desayuno también bajan otros familiares e invitados. Grandes sensaciones y momentos. Comienzan a irse los nervios gracias a todas las personas que voy saludando. Sus caras de alegría y ganas hacen que me sienta cómodo.