La boda de Luís Miguel y Gabriela en Las Rozas De Madrid, Madrid
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31 Jul, 2020El día de nuestra boda
La verdad es que con todo este jaleo del Covid-19, al principio no teníamos muy seguro que nos fueran a dejar casarnos. Resulta que iniciamos el expediente a principios de marzo y apenas una semana después ya estábamos confinados. Cuando comenzó la desescalada en Madrid, ni tenía vestido; una locura. Me casaba de segundas nupcias, así que después de mirar cientos de vestidos (online, por supuesto) decidí probarme el vestido de mi primera boda, del cual estaba enamorada, ¡y aún me quedaba bien! Quién lo diría después de 2 hijos. Pues sí, al final decidí que me pondría ese vestido, mi ahora marido estaba conforme y nos íbamos a ahorrar un dinero. Así que todos felices. Un poco a contrarreloj, empecé a contactar proveedores, regalos, detalles de decoración, maquillaje, peinado... ¡y empiezan los rebrotes! No quedaba ni un mes. Ya verás, al final ni nos casamos, nos decíamos. Ya habíamos dado por perdida la luna de miel, pues nos hemos propuesto hacer el viaje cuando esta maldita pandemia nos lo permita, pero peligraba el evento. Teníamos pocos invitados, y con las restricciones y el miedo por lo que estaba ocurriendo, se nos cayeron algunos. A cada paso que daba, todo me daba más pena que ilusión; un desastre. Ya tenía casi todo bien atado, vestido, anillos, restaurante, regalos, detalles, flores, maquillaje y peluquería. Solo nos quedaba la pincelada final, que era la música de la ceremonia. Había estado eligiendo canciones y viendo qué partes nos gustaban más para qué momentos, y la misma semana de la boda anuncian nuevas restricciones. Vamos marcha atrás: ¡volvemos a mascarilla obligatoria y grupos de menos de 10! Estaba desesperada. Tiré la toalla y decidí que no iba a darme la paliza de estar eligiendo música para solo escucharla yo y los testigos, porque claro, esa es otra: nos casábamos por lo civil, con lo que, contando al Concejal y a los del Ayuntamiento, ¡apenas entrabamos 5 más! Todo un despropósito. Tuve que mandar a algunos invitados al restaurante, otros que ya estaban dudosos por los riesgos les dije que ni se molestaran. En el restaurante nos íbamos a sentar todos juntos, y ahora, encima, nos teníamos que separar. Yo estaba muy triste y desanimada. Con lo bonito y la ilusión que le pone una novia a este día... ¡en fin! No nos quedaba otra. Al final nos quedamos solo 10 invitados y nos pudimos casar, pero ni de lejos como me lo había planteado. Las fotos con mascarilla, ni la mitad de los invitados, sin todos los detalles que me habrían gustado, porque claro, los detalles los planificas para que los disfruten los invitados, y sin ellos, ¿qué queda? Pues nada. Al final te casas con ilusión, pero con un regusto agridulce envuelto en un velo frío y triste. ¡Viva los novios!
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