La boda de Luis y Laura en Isla, Cantabria
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L&L
30 Sep, 2017El día de nuestra boda
Este mes se cumple un año de nuestra boda y no ha sido hasta ahora cuando me he animado a escribir esta crónica. Si no lo he hecho hasta ahora ha sido porque me ha llevado meses digerir el sabor agridulce que me dejó ese día, y porque a veces hace falta tiempo y distancia para poner cada cosa en su lugar, y para valorar lo que realmente importa.
Yo llevaba años soñando con mi boda, eran muchos ya los que se habían casado a mi alrededor así que había tenido tiempo de tomar cientos de notas mentales e idear en mi cabeza cómo me gustaría que fuera ese día para mí. Mi pedida de mano fue perfecta, tal y como yo la hubiera soñado, en la ciudad que vio nacer nuestro amor y con un escenario de película como es la Alhambra de Granada. Al mismo día siguiente ya me había comprado un archivador para empezar a plasmar por escrito todas esas cosas que ya tenía en mi cabeza, a hacer mis millones de listas: de invitados, de proveedores, de detalles... No podía sentirme más feliz.
Y entonces empiezas los preparativos, y empiezas a contárselo a tu gente con toda tu ilusión, y unos reaccionan genial mientras que otros le ponen poco o ningún interés, o te ponen pegas sobre por qué esa fecha o por qué ese lugar... Pero bueno, no pasa nada, tu ilusión sigue en todo su apogeo. Y empiezas a preparar los detalles más pequeños, a visualizar en tu cabeza cada rincón de la decoración, a descubrir con ilusión lo mucho que te gusta hacer todas esas pequeñas cosas con tus propias manos. Son meses geniales, de vez en cuando te preguntas por qué esas personas que esperabas que estuvieran superinvolucradas ni siquiera se molestan en preguntar cómo vas o si necesitas algo, pero bueno, tampoco pasa nada, entiendes que aún queda mucho tiempo y la gente lo ve como algo muy lejano.
Seguir leyendo »Y van pasando los meses, y los nervios se van crispando cada vez un poquito más, porque cada vez son más cosas las que quieres tener bajo control y no siempre es sencillo. Pero tampoco pasa nada, tú ya sabes que intentar controlarlo todo es tu gran defecto y hay que aprender a convivir con ello. Pero a veces ves que la gente no solo no colabora sino que muchas veces son la raíz de los conflictos, a menudo los más cercanos son los que más difícil te lo ponen, y ahí estás tú que no entiendes por qué los que más deberían ayudarte son los que más dolores de cabeza te dan. Y ahí es cuando empiezas a preguntarte, ¿todo esto merece realmente la pena? Pero miras a tu futuro marido, te acuerdas de esa ilusión que fue el motor para iniciar todo esto y dices: sí, claro que merece la pena.
Y de repente ves que ya no queda nada para que llegue el gran día, y te debates entre esos sentimientos agridulces de nervios, alegría, preocupación, emoción… Gente que te falla y no asistirá, unos por causas más justificadas que otros, unos te importan más, otros no tanto, algunos te duelen en lo más profundo de tu alma… Sigues sin entender por qué hay gente que no está dispuesta a hacer ese esfuerzo por ti cuando tú darías la vuelta al mundo por ellos… Y hay días que casi lloras más de lo que ríes. Pero sigues pensando que es lo normal, que son los nervios, la presión, el deseo de que todo salga como lo habías soñado. Ves lo que escriben otras novias en lo que ya se ha convertido en tu foro de cabecera, y ves que el resto de novias de bodas.net comparten tus nervios y tus preocupaciones y te sientes mejor porque ves que a todas nos pasa lo mismo.
Pero entonces empezó nuestra debacle, y lo digo a día de hoy en tono de humor pero sin que nadie se atreva a decirme a estas alturas que no nos invadió la mala suerte, pero es que al margen de diversos accidentes domésticos de nuestros familiares más cercanos durante los meses previos, que afortunadamente no tuvieron consecuencias demasiado graves, una semana antes de la boda comenzaron a suceder una serie de imprevistos que jamás creí que pudieran pasar todos juntos, os los listaré de forma breve para no aburriros:
- Dos semanas antes de la boda el coche de mi ahora marido murió, literalmente, acabó en el desguace.
- Reservamos una casa rural para hacer una barbacoa la noche antes de la boda con los familiares que venían de fuera, una semana antes la dueña nos anuló la reserva.
- Cuatro días antes a mi coche se le pinchó una rueda, con todos los preparativos no tenía tiempo de ir a cambiarla así que me pasé esos días yendo a las gasolineras a meterle aire, inclusive el día de la boda después de maquillada y peinada porque necesitaba el coche para ir hasta el hotel.
- Desde una semana antes de la boda se meten en casa mi cuñada, mi suegro, su mujer, su hermano y su hija, y mi novio y yo acabamos durmiendo en el sofá los días antes de la boda.
- El día antes de la boda, por la mañana, al llevar el vestido al hotel, se cayó al colgarlo, se enganchó y se rompió, en una zona muy visible además, por lo que tuve que volver de urgencia a la tienda (50 minutos de camino) a que me lo arreglasen (gracias a Dios pudieron) y otra vez de vuelta al hotel a dejarlo.
- Esa misma tarde, a un día de la boda, nos llaman del hotel para decirnos que el concejal que nos iba a casar ha tenido una urgencia familiar y no podrá hacerlo… Como solución, el dueño del hotel dirigirá la ceremonia y ya el concejal cuando pueda irá a firmar los papeles para que la boda sea efectiva.
- La mañana de la boda amanece lloviendo, después de toda una semana de sol radiante. Me presento en la peluquería a las 07:30 para maquillarme y la maquilladora no aparece hasta una hora después, se había equivocado de hora, mientras tanto espero en la calle, lloviendo, sin saber si vendrá o no.
- El novio va a la peluquería, pero el peluquero no acude porque ha sufrido un desprendimiento de retina y le han tenido que operar de urgencia. Cuando va en busca de su hermana se equivoca de peluquería y aparece en la que estoy yo, por lo que sin querer nos vemos la mañana de la boda.
- Una vez maquillada y peinada, y tras ir a la gasolinera a hinchar mi rueda pinchada, recojo a mi madre y nos vamos hacia el hotel. Cuando estamos llegando (50 minutos de camino), nos damos cuenta de que mi madre se ha olvidado el vestido en casa.
- Paramos en una gasolinera para llamar urgente a casa para que alguien traiga el vestido, y nos encontramos a mi novio aparcado enfrente, segunda vez que nos vemos esa mañana. Él se ha parado allí porque de camino al hotel por la autovía, mientras llovía a mares, le ha salido volando el limpiaparabrisas del coche.
Y hasta aquí nuestra serie de catastróficas desdichas, tenéis permiso para reíros, pero así es tal como pasó. Quizás la vida quiso reírse de mí diciendo, ¿quieres tenerlo todo bajo control? Pues te vas a enterar… A día de hoy lo recuerdo con mucho humor porque finalmente todo tuvo solución, sé que en toda boda surgen imprevistos porque son demasiadas cosas las que pueden fallar como para que todo salga bien, pero, sed sinceros, ¿es normal que tantas cosas salgan mal?
Y así llegamos al momento de la boda, tensos, nerviosos y pendientes de qué sería lo próximo que saldría mal. Lo positivo fue que decidí que cualquier otro imprevisto que surgiese tendría solución, que quería a mi novio por encima de todas las cosas y no iba a consentir que nada nos impidiese casarnos. Y así fue, y ese es mi mejor momento del día, recuerdo los momentos previos a mi llegada a la ceremonia deseando únicamente poder verle y abrazarle y prometernos que todo saldría bien. Y recuerdo la entrada, y ver su cara, y llegar hasta el altar y abrazarle y no volver a soltar nuestras manos… Y a partir de ahí todo salió bien…
Por supuesto que hubo muchas cosas del día de la boda que hoy cambiaría, detalles de la organización, de la decoración, de la música, de las fotos… Podría quejarme de mil cosas, pero el tiempo me ha servido para entender que fue lo que tuvo que ser, que de los errores solo te das cuenta una vez cometidos, y que probablemente si volviese atrás sin saber nada volvería a hacer exactamente las mismas cosas.
¿Mereció la pena todo el esfuerzo? Pues un año después aún no puedo contestar a esa pregunta y ya probablemente nunca pueda. Creo que merece la pena estar casada, que si volviera a nacer 100 veces, 100 veces volvería a casarme con el mismo hombre, que cada día siento lo feliz que me hace ser su mujer y que él sea mi familia. ¿Eran necesarios los malos ratos para ello? Pues no, podríamos habernos casado de una manera mucho más sencilla, con menos esfuerzo económico y sus posteriores consecuencias que aún pagamos (literalmente) a día de hoy. Pero como he dicho antes, esto lo sé ahora, en su momento tomé la decisión que me hacía más feliz, por lo que entiendo que fue la correcta.
¿Fue el día más feliz de mi vida? No lo recuerdo así, quizás sea una pena, quizás sea a causa de toda esa tensión acumulada que os he explicado, quizás porque las decepciones previas me dolieron demasiado, quizás porque yo soy tan exigente que no fui capaz de asimilar las cosas que se escaparon de mi control… Pero también sé que hubo muchos momentos, personas y detalles que me hicieron inmensamente feliz, que quizás no estuvieron todos los que me hubiera gustado, pero los que estuvieron lo estuvieron al 100%, lo disfrutaron y supieron valorar cada minuto que habíamos invertido para que disfrutasen con nosotros de nuestro gran día.
Y si escribo todo esto ahora es porque quizás a alguien le venga bien leerlo, porque quizás hay más novias como yo por ahí que sienten que no fue el día más feliz de su vida, y no pueden evitar sentirse culpables por ello. Yo he llegado a la conclusión de que lo importante no es si fue el día más feliz de mi vida o no, si no ser feliz cada día del resto de mi vida, con mi marido, con mi familia, con mis auténticos amigos, con todos aquellos que sí lo compartieron y lo disfrutaron junto a nosotros.
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