La boda de Luis y Esther en Moguer, Huelva
Al aire libre Verano Morado 3 profesionales
L&E
03 Sep, 2011El día de nuestra boda
Nuestra historia comenzó con una canción. Años después, esa misma melodía, nos acompañaría como marcha nupcial el día de nuestra boda.
Celebramos el enlace en el Castillo de Santo Domingo, una antigua bodega del siglo XIX situada en Moguer, una localidad de nuestra Huelva natal que nos encanta por su belleza y por la poesía que se respira en cada una de sus esquinas. Más tarde, las casualidades llevaron a que todo estuviese de alguna manera relacionado con el nobel de literatura, cuando la concejala que nos casó nos regaló, para finalizar la ceremonia, la lectura de un poema de Juan Ramón a su amada Zenobia, unido a la anécdota de que al recoger el traje del novio descubrimos, por casualidad en una placa, que habíamos ido a parar justo a la casa que el poeta tuvo en Madrid.
El día anterior estuvo lloviendo y hasta último momento estuvimos mirando el tiempo para saber qué nos depararía la climatología… Teníamos plan B por si la primera opción, que era hacer la ceremonia al aire libre en el patio, fallaba. Nos prometimos que no íbamos a consentir que nada estropease nuestro gran día.
Seguir leyendo »Por la mañana todo comenzó muy temprano, llegó el peluquero-maquillador y mientras me arreglaba vi como una gaviota casi se estampa contra el cristal de la ventana. Siempre he oído que las gaviotas sólo se adentran en la ciudad cuando va a llover, pero no quería ni pensarlo...
Cuando me quise dar cuenta ya estaba lista y hablando con mi novio por teléfono para sincronizar los relojes. Entretanto habían llegado todos mis hermanos y sobrinos, ¡todos guapísimos! Y mientras esto sucedía, el cielo se despejó y lucía de un azul celeste intenso. El resto del día estuvo espectacular.
Bajamos y en la plaza los vecinos nos hicieron pasillo. Creo que fue el momento en que más nerviosa estuve.
Al salir del coche sólo quería ver a mi novio. Crucé la alfombra roja del brazo de mi padre mientras sonaba “Bittersweet Symphony” instrumental, no podíamos tener una marcha nupcial mejor.
Cuando por fin pude ver a mi futuro marido en el patio junto al pozo me emocioné muchísimo, nunca había visto un novio tan guapo. Ver la emoción en sus ojos al verme no se puede explicar con palabras. Fue uno de los momentos más bonitos de toda la boda y por tanto, de toda mi vida.
La ceremonia estuvo cargada de sentimientos y emoción y fueron muchos los invitados que no pudieron contener las lágrimas, sobre todo en el momento del intercambio de las alianzas, en el que dijimos nuestros votos de memoria.
Para nosotros nuestros sobrinos son muy importantes y quisimos que todos ellos tuviesen un papel protagonista en la boda, por lo que los dos más pequeños ejercieron de pajes llevando las alianzas, el mediano tocó una pieza con su viola y los dos mayores fueron los encargados de entregar las velas con las que realizamos la ceremonia de la luz.
Nuestras hermanas también participaron leyendo unos textos preciosos sobre el amor y el matrimonio, acompañados de música.
Nos implicamos en todo momento en todos los detalles para que fuese una boda muy dulce y no dejamos atrás los regalitos, entre los que destacaban los burbujeros con forma de pastel de boda que elegimos y los alfileres con forma de cupcake y llaveros en forma de rosquillas glaseadas que hice a mano, al igual que los muñecos del pastel de bodas.
Hacía varios años que no se celebraba una boda en nuestras familias por lo que los invitados participaron de la fiesta con muchas ganas y disfrutaron muchísimo del baile, el Candy bar, el Photocall y las cámaras desechables para capturar los momentos más espontáneos que luego sirvieron para ilustrar las páginas del libro de firmas.
No podía faltar la música en directo, que corrió a cargo de dos grupos amigos nuestros. ¡Incluso el propio novio se subió al escenario a cantar una canción de Radiohead!
Uno de los regalos más llamativos, fue el especial ramo hecho con billetes que mis hermanos nos regalaron.
Posteriormente fuimos a hacer la post boda al Palacio del Acebrón del Parque Nacional de Doñana y a las playas de Mazagón. Disfrutamos muchísimo paseando por esos paisajes tan idílicos, parecía que no existía nada más allá de nuestros ojos.
Fue una boda llena de encanto y emociones que nos recordó que a veces los sueños pueden hacerse realidad.
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