La boda de Lucho y Lidia en Dodro (Padron), A Coruña
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L&L
09 Mar, 2019El día de nuestra boda
Disfruta del día al máximo y no estés pendiente de nada porque el día pasa muy rápido. Éste fue el consejo que más me dieron mis amigos y conocidos y... ¡me lo apliqué! Desde que nos despertamos esa mañana, de llovizna y cielo gris, disfrutamos de cada momento: nuestro último desayuno como solteros, el camino a la peluquería, mientras me peinaban...y ya en el Pazo de Lestrove, donde me esperaban mis amigas para ayudarme con los preparativos y lucir la mejor de mis sonrisas para mi marido.
Allí nos hicimos las fotos de rigor, oficiales y oficiosas, y como acabé pronto, estaba deseando salir para celebrar nuestro matrimonio pero... faltaba gente. Al final, camino de la "lareira" me encuentro con mis compañeros del grupo de gaitas y baile al que pertenezco tocándome una pieza: ¡qué emoción!
La primera lagrimilla que me cayó (y durante todo el día no fueron muchas) y, una vez acabaron la pieza, me recompongo para entrar y cantarle a mi pareja una de mis canciones favoritas que adapté para él. Temblaba un poquito pero... ¡al toro! La ceremonia fue bonita y alegre, que era lo que pretendíamos: leyeron nuestros familiares, los músicos (dúo de gaita y piano) interpretaron piezas gallegas y chilenas, Hubo emoción, despistes (nos faltaban las velas para hacer el rito de la vela) y muchas risas ya que ahí toda mi familia descubrió los sobrenombres con los que nos bautizó mi cuñado (y que después se pudieron ver en el centro floral que adornaba la mesa presidencial).
Seguir leyendo »A la salida, arroz, confetti y música y baile con mis compañeros, que amenizaron los aperitivos y la sesión de fotos familiares.
La decoración del salón fue sencilla y los nombres de las mesas eran ritmos tradicionales de Galicia unidos con técnicas y puntajes de judo.
Una vez allí, hicimos el brindis con unas hermosas copas que decoró y nos regaló mi prima mayor y cortamos la tarta: ¡cómo pesaba la espada!
Ya en el salón estaban todos los complementos que habíamos adquirido para disfrazarnos durante el baile y un "libro de firmas" diferente: tacos de madera en los que nos escribieron sus deseos.
La comida, de 10, y entre plato y plato, coreografías y alguna sorpresita para algún familiar especial.
Pero lo mejor estaba por llegar: reparto de las dos parejas de novios, división y asalto a mis hermanas para darles el ramo y entrega de una liga. Cuando nos disponíamos a bailar nuestro vals... sorpresa: ¡teníamos una segunda liga escondida para nuestros cuñados!
A continuación procedimos a bailar el vals; pero no era uno cualquiera: se trataba de una mezcla de una pieza gallega y otra chilena en homenaje a nuestras raíces. Y... a bailar hasta que el cuerpo aguantó. No sin antes recibir más sorpresillas: mis alumnas de pandereta aparecieron para cantarnos unas canciones, mis amigas me prepararon un álbum con todas las fotos de la despedida de soltera, Nuestros sobrinos nos entregaron una figura de Sargadelos preciosa, la familia chilena también nos hizo llegar un detallito y un mensaje especial,...
Fue un día inolvidable y aún hoy lo sigo reviviendo: fue simplemente algo especial y que repetiría, eso sí: lo más importante es que los invitados vayan con ganas de fiesta.
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