La boda de Lorenzo y Elena en Monasterio De Piedra, Zaragoza
Al aire libre Otoño Verde 7 profesionales
L&E
24 Sep, 2016El día de nuestra boda
Nuestra boda de cuento. Cuando decidimos celebrar nuestra boda, lo tuvimos claro: queríamos una boda de cuento. Pero no solo una boda de cuento. Queríamos mucho más que eso. Una boda de cuento, en plural. Una boda centrada en todos aquellos libros e historias que han formado lo que hemos llegado a ser. Un homenaje a historias propias, prestadas y compartidas…porque nosotros somos nuestras historias, pero también las historias de los demás: de todos aquellos que aparecieron en nuestro camino repleto de aventuras y giros del destino. Así que nos pusimos a organizar una boda de cuento, entre cuentos, donde nuestros familiares y amigos ejercieran de personajes fundamentales. El primer paso fueron las invitaciones. Si la boda iba de cuentos, las invitaciones deberían ser, en sí mismas, cuentos. Elena creó una pequeña puerta que se abría con una llave mágica y que daba paso a un cuento propio, personalizado y diferente para cada invitado. Todas estas historias, escritas por Lorenzo, acabaron recopiladas en un libro que pusimos a disposición de los invitados en el cóctel de la boda, encuadernado por Esmeralda Santamaría, amiga y artista restauradora, con unas preciosas tapas de La Historia Interminable, novela que, por muchas razones, iba a ser la pieza central y leitmotiv de nuestra celebración.
Seguir leyendo »Junto con el cuento, la puerta y la llave, cada invitación incluía también otra cosa: un mapa de fantasía para llegar al lugar, dibujado también por nosotros, y una hoja recogida en un bosque. Porque el bosque es el lugar donde nacen la mayoría de los cuentos, y aparte de querer una boda de cuentos, queríamos que dicha boda tuviera lugar entre árboles.
Tras una no corta búsqueda, dimos con el sitio que nos ofrecía el entorno natural que soñábamos. El Monasterio de Piedra, con sus verdes jardines bañados por el agua, era el lugar perfecto para nuestra ceremonia. Así que nos pusimos a organizar la celebración con ese lugar como escenario y como si de un cuento o historia se tratara, dividiéndola en diferentes capítulos, asociados a distintos ambientes y momentos de la boda. La entrada a cada lugar, o el comienzo de cada capítulo, estaría presidido por un cartel indicativo de madera, que creamos gracias a la ayuda del padre de la novia.
El capítulo 1 (El viaje comienza), sería, por supuesto, la propia ceremonia, realizada al aire libre en “El Vergel”, un prado precioso rodeado de gigantescos árboles y junto al rumor de las cascadas. Una ceremonia de tarde con la llegada del otoño, conducida por el amigo que nos presentó, con un camino de rosas blancas sobre la hierba y un altar sencillo pero romántico, envuelto en musgo, creación de La Florería de Zaragoza, al igual que el resto de arreglos florales, ramo de novia y centros de mesa de la cena.
Los trajes de los novios también tenían que ser evocadores. El del novio, con una reinterpretación de traje-levita decimonónico a cargo de la Sastrería El 91, acompañado por detalles creados por Elena: la aguja del cravat y gemelos realizados con maquinaria de relojes. El vestido de novia, por su parte, diseñado por Inmaculada García, iba complementado por mantilla y liga de encaje confeccionadas por la propia abuela materna de Elena, junto con pendientes herencia su abuela paterna y unos preciosos zapatos de Jimmy Choo.
En la zona del altar incluimos un pequeño olivo decorado para la ocasión. Iba a ser nuestro Árbol de las Historias, un pequeño ser simbólico que acabaremos plantando en el jardín de nuestra casa y que quisimos usar para una ceremonia de arena muy particular, en la que los invitados vertieron en sus raíces tierra procedente de distintos lugares. La tierra de los invitados se juntó con el agua con la que regamos los novios el olivo y, de esta forma, proporcionamos el sustrato de nuestras vivencias entremezcladas a un árbol que crecerá con nuevas ramificaciones de historias. Más tarde, en la fiesta post-cena, dejaríamos el árbol a modo de especial libro de firmas: cada persona presente en la boda pudo escribir un deseo o un recuerdo especial en tarjetas unidas a las tiras que colgaban de sus ramas.
Aparte de la ceremonia del Árbol de las Historias y los emocionantes testimonios de nuestros hermanos (junto con la música en directo proporcionada por tía y primas de Elena), decidimos redondear la celebración del enlace con una pequeña sorpresa: un búho nos traería las alianzas volando hasta el altar. Aunque incluimos a modo de pista plumas de ave en el ramo de novia y en el detalle floral del traje del novio, nadie sabía de nuestro plan (ni el mismo maestro de ceremonias). Lorenzo simuló haber olvidado las alianzas (algo bastante creíble) y, tras pedir auxilio y mientras sonaba una fanfarria de la Banda Sonora de El Señor de los Anillos, unos cetreros perfectamente caracterizados hicieron que nuestro salvador volara por encima de los asistentes, llevando consigo los “perdidos” anillos y dejando a muchos boquiabiertos.
Y con los sí, quiero, pasamos al Capítulo 2 de nuestra ceremonia: el cóctel. Nos planteamos el cóctel pre-cena como el momento ideal para que los invitados de distintas procedencias, familias y diferentes grupos de amigos, pudieran conocerse mejor. Se nos ocurrió que, ya que era una boda con temática de cuentos, una buena excusa para romper el hielo podía ser realizar un book-crossing durante los canapés. Así, en la invitación habíamos pedido ya a cada invitado que llevara a la boda un libro para donar, cualquiera que considerara especial y que quisiera compartir con otra persona. Con todos los libros que trajeron montamos una pequeña biblioteca junto a las islas de cócteles, para que cada invitado pudiera coger uno o más libros y llevárselos a su casa junto con las dedicatorias que habían dejado sus dueños.
Pegado a las estanterías de los libros de bookcrossing colocamos un rincón donde mostrar la distribución de invitados por mesas para la cena, pero, como nos gusta complicarnos en todo, no nos limitamos a los típicos listados en hojas. En vez de eso, creamos un pequeño libro para cada mesa, donde se mostraban los comensales como si de páginas de ese cuento se tratara. La verdad es que tanto esto como el resto de detalles de decoración fue un trabajo titánico en el que estuvimos trabajando meses, pero mereció la pena.
De hecho, las mesas de la cena eran temáticas y cada una estaba centrada en un libro. Desde cuentos clásicos hasta novelas que han marcado nuestras vidas. Teníamos, por ejemplo, la mesa de Alicia en el País de las Maravillas, la de El Hobbit, la de Caperucita o la de El Principito, pasando por la mesa presidencial, que no podía ser otra que La Historia Interminable, recorrida por un camino de musgo y con un maravilloso dragón de peluche creado por El Desván de los Ñecos, junto con un auryn no menos impresionante de cerámica, hecho por la novia, que también colaboró realizando las decoraciones de muchas de las mesas.
Cada una de las 14 mesas tenía un libro propio y por lo tanto un centro de mesa propio, donde los chicos de La Florería dieron todo su arte para ayudarnos y acompañar con adornos florales metidos en cúpulas los objetos de cerámica esculpidos por Elena. Si en la mesa de “Juego de Tronos” había huevos de dragón, en la de “La Bella y la Bestia” una gran rosa roja acompañaba a Chip, la tacita, y en la de “El Sastrecillo Valiente”, un gran dedal hacía de tiesto, Mientras, en la de “Las mil y unas noches” el viento del desierto había tirado la cúpula de cristal, dejando a su paso únicamente arena y una lámpara mágica…
La cena (o El Festín, el Capítulo 3 de la historia de nuestra boda), no solo fue especial por los centros de mesa y la propia comida, sino que además la realizamos en un entorno sin igual: el claustro medieval del Monasterio de Piedra. A la luz de las velas, entre cuentos y con alguna que otra amenización, como un teatrillo realizado en el patio central por amigos del novio en el que simulaban secuestrarlo (con duelo de espadas y poesías incluido), o un juego que desarrollaron otros amigos durante los postres y entrega de regalos, en el que los invitados de cada mesa formaban equipo para buscar fragmentos de Fantasía perdidos o en poder de otros equipos. Mientras tanto, en la mesa de los niños (que no podía ser otra que Peter Pan), los indios y los piratas contratados como animadores ponían a prueba sus habilidades con juegos diversos.
Para finalizar la cena, realizamos el corte de la tarta, encargada a Catcakes, quienes nos prepararon una dulce pila de nuestros libros favoritos. Como libros fueron también los que entregamos como detalle para los invitados (Te Regalo un Cuento, un título que ni pintado y un libro precioso de Lóguez Ediciones), junto con un pequeño tarro de paté de perdiz… Ya sabéis, por aquello de fueron felices y comieron perdices….
La celebración de la boda finalizó con la habitual fiesta (nuestro Capítulo 4), donde incluimos algún detalle adicional de nuestra temática, como el candy-bar/ mesa de té del Sombrerero Loco (creado por Miriam, la hermana de la novia), o el fotocall donde cada uno podía disfrazarse de su personaje de cuento favorito (foto-cuento). También instalamos un par de carritos, de algodón de azúcar y de palomitas (Carritos Pecae), para que nadie se fuera sin su toque de dulzor literario o sabor cinematográfico del lugar.
Doblelente Boda y Bodamovie fueron los encargados, respectivamente, del reportaje fotográfico y de la película de esta boda, un día especial que preparamos con mucho cariño y que gracias a todos los presentes resultó en una historia emocionante, divertida y romántica. No habríamos podido imaginar nada mejor para uno de los capítulos centrales del libro de nuestras vidas.
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