La boda de Kike y Tania en Colunga, Asturias

Alguien nos dijo una vez que una boda con lágrimas de emoción es más bonita. En la nuestra no lloramos, en la nuestra reímos desde el primer momento. Reímos hasta desencajarnos las mandíbulas y puedo decir, que fue muy bonita.

Montamos la decoración para la ceremonia nosotros mismos, con cosas que habíamos ido comprando desde hace dos años atrás. El photocall, la barra de chuches, los cestibaños, los klennex para las lágrimas, la presentación de las bailarinas, los complementos del photocall, los lazos de las sillas, el bastidor para las alianzas...todo estaba hecho o personalizado por nosotros. ¿Lo más llamativo? Las letras con nuestros nombres que eran decoración y sirvieron para el disfrute de los invitados. Eso y un jamón de la misma Extremadura que devoramos a un ritmo vertiginoso.

Los zapatos de la novia fueron de Nuria Cobo; el vestido, el modelo Bengala de Pronovias; las joyas, el conjunto Tul de Tous y la colonia, Esencia de Gijón, un guiño a su ciudad natal (colonia que también fue el detalle de la novia a sus invitadas).

Nosotros queríamos una boda que fuera una fiesta desde el primer minuto y así lo enfocamos, pero si nuestros invitados no hubieran cogido tan bien de qué iba aquello en cuanto llegaron al Palacio y empezaron a escuchar "Hoy puede ser un gran día/Ocupen su localidad" nada hubiera sido lo mismo.

¿La anécdota del día? La caída de la novia. Imaginar, invitados sentados y mirando hacia las puertas del salón, se abren, entran los novios, la novia pisa el vestido y se cae. Se levanta, sigue saltando y después comenta la jugada con todos los invitados. ¿Una caída puede amargar una boda? No, por supuesto, sólo hay que saber llevarla y saber reírse de una misma. ¿Por qué tropecé? Porque nunca llevo tacones. En cuanto acabó la ceremonia me los cambié por mi calzado favorito: unas converse rosas. Mi madre me avisó que para entrar al salón me cambiara, no hice caso. Me caí, ¡así que para abrir el baile si se lo hice!

¿Un momento emotivo pero sin lágrimas? Cuando se proyectó un vídeo con fotos de todos los invitados, ellos eran los protagonistas. Sin invitados no hay boda.

Al final el estrés, los apurones, las carreras, los nervios e incluso alguna que otra discusión, mereció mucho la pena porque tuvimos la boda que queríamos. Tal y cómo la habíamos imaginado. ¡Hasta el sol se vino de boda ese día!