La boda de Julio y Maria José en Torrefarrera, Lleida

En cuanto a los vestidos, mi marido y mi hijo llevaron el mismo traje, pero no iban iguales. Mi pareja camisa, chaleco y corbata; y mi hijo, suéter y zapatillas casual. El mío, un vestido largo en tul de color negro a contraste con un zapato de tacón blanco y con un ramo de rosas blancas, plumas negras y unos cabujones de mi padre y mi abuela. ¡Espectacular!

A medida que iban llegando los invitados, les hicimos entrega de un kit anti-Covid, que incluye en una bolsita una mascarilla de colores y mini gel hidroalcohólico con nuestros nombres y fecha del día. Así, vestidos y acompañados de nuestros familiares más allegados, fuimos al ayuntamiento, dónde nos esperaba nuestra buena amiga Gloria, con sus hijos y con Josep Enric, con una sorpresa asombrosa. Se presentaron con un músico que toca el piano eléctrico y pusieron un ambiente a la ceremonia con la marcha nupcial en la entrada a la sala. ¡Para flipar! Sustituimos el cojín típico por un candado para llevar las alianzas.

Llegamos al restaurante, un lugar maravilloso, no podríamos escoger un lugar mejor. Todo un acierto. En el jardín teníamos preparado el aperitivo. En el salón, las mesas estaban agrupadas por burbujas, con la suficiente distancia de seguridad, y continuamente ventilado. Para los detalles de boda, pinté unas pinzas de la ropa en forma de pareja de novios con nuestros nombres y la fecha de la boda, e incluimos un sobre con un número de la primitiva. Qué suerte para quién le toque. El banquete, no se pudo alargar más de los permitido, debido a las restricciones. No hubo baile ni una fiesta alocada, que es lo que se espera de una boda en circunstancias normales. Pero sí tuvimos música muy emotiva a nuestra entrada, una canción muy especial para nosotros a la hora de la tarta y, cómo no, canción de despedida para poner fin al banquete. Sin duda, no lo cambiaría por nada mejor. Superadas todas nuestras expectativas. Un día indiscutiblemente inolvidable.