La boda de Julio y Laura en Málaga, Málaga
En la playa Verano Azul 7 profesionales
J&L
21 Ago, 2021El día de nuestra boda
El día 21 de agosto de 2021, después de 4 años y medio, Julio y yo nos dimos el sí, quiero frente al mar en mi Málaga la bella. El día de la boda desperté en casa de mis padres, después de haberme acostado supertarde acabando los votos (ya veis, la profe haciendo los deberes a última hora). Desayuné, preparé la maleta y me fui a la pelu con mi madre a eso de las 12. Un poco más tarde llegó mi suegra y el peluquero, Raúl, junto con su ayudante, Paula. Nos peinaron y maquillaron guapísimas a las tres.
Mientras estaba en la peluquería, en casa, mi padre estaba esperando al florista (Jesús, de Graficflower), que me trajo el ramo, dos réplicas para las madres, adornos del coche, prendidos y un ramo para nuestra amiga la oficiante. En el momento cogió los retales del vestido y una cinta preciosa que me regaló mi amiga Lili de Madrid y me lo arregló todo. Mi padre llevó a casa de mi tío los ramos de las madres para que no los vieran y los adornos y el prendido los trajo a la peluquería para que mi suegra se los llevara al novio (al final salió bien, pues no sabía bien cómo hacerlo para no arruinar sorpresas).
Seguir leyendo »Al llegar a casa estaba también Ángela, la amiga de mi hermana Judith, me comí un sándwich y se empezaron a arreglar (la verdad es que las dos iban radiantes) mientras esperábamos al fotógrafo (Francis, de El Espejo Media). Nos hicimos las fotos y grabó algunos momentos y enseguida llamó Julio, que estaba abajo esperándome. ¡Ya había llegado el momento de vernos!
Bajé, lo avisaron y se acercó y ahí estaba. Él me dijo algo así como "qué guapa" y yo le dije "qué elegante". Nos quedamos sin palabras al vernos con nuestros trajes, ambos de Vertize Gala, pero no hicieron falta. Fue un momento íntimo con solo con nuestros padres, tal y como yo quería. Nos hicimos algunas fotos y me subí al coche nupcial, un BMW Z4, que es nuestro coche habitual. Ninguno de los dos quería renunciar al coche, ni alquilar otro sabiendo que ese es el nuestro, así que fuimos juntos a la ceremonia después de ese first look.
Por el camino, fui comprobando que el autobús con los invitados iba bien y que todos llegaban antes que nosotros. Paramos un poco antes de llegar para hacer tiempo y llamamos a mi suegra para que nos dijera cómo iba la cosa. Nos dijo que habían llegado, que estaban llegando los invitados y que las puertas aún no estaban abiertas. Al parecer, estaban saliendo invitados de otra celebración y estaban terminando de montar la ceremonia. Esto nos vino genial porque, en lugar de entrar, se quedaron en el aparcamiento los invitados esperando y entramos juntos paseándonos en el descapotable.
El salón de celebraciones (Puerto Niza, en Benajarafe) está en una carretera nacional y estábamos tan nerviosos que nos pasamos la salida de largo y tuvimos que dar la vuelta. Por suerte nos dimos cuenta en seguida. Entramos, dimos un par de vueltas con el coche y saludamos. Fue muy chulo.
Al poco tiempo, hicieron entrar a los invitados, les tomaron la temperatura, les repartieron paipáis y lágrimas de felicidad (de Novodistribuciones) y se fueron sentando. Un amigo nuestro nos aparcó el coche y nos preparamos para hacer la entrada en la ceremonia después del toque valenciano de una traca. Entramos todos al ritmo de "I was born to love you" de Queen en modo desfile. Primero, mi madre y mi suegro (que se marcaron un baile espectacular improvisado), después, mi suegra y Julio, seguidos de nuestra querida portadora de los anillos, Martina. Por último, entré yo con mi padre.
La ceremonia fue muy emotiva y divertida a la vez. La hicimos cortita para no aburrir y empezar a relacionarnos cuanto antes con los invitados. Los oficiantes fueron nuestra pareja favorita, un matrimonio consolidado, padres de Martina, que lo hicieron de categoría. Las lecturas fueron de una de mis mejores amigas y una de las mejores amigas de Julio y nos emocionaron. He de decir que por mi forma de ser no lloré, pero a mi alrededor estaba todo el mundo superemocionado por el momento, el mar de fondo, el reunirnos después de tanto tiempo y que fuera por algo bueno. Hicimos lectura de votos y fueron muy chulos y muy frikis, como nosotros, con referencias a World of Warcraft, juego en el que nos conocimos, Final Fantasy VIII, Big Bang, Juego de tronos o Pokémon.
A la salida, estaban todos preparados con conos hechos por mi madre, mi hermana Judith y Ángela, con pétalos de tela y pegatinas personalizadas. La verdad es que sin su trabajo y dedicación no habría sido posible una boda con tanto éxito. ¡Gracias, hermanita! Nos llenaron de pétalos y brindamos al acabar dando comienzo al cóctel.
En el cóctel tuvimos cortador de jamón, puesto de quesos y 15 entrantes diferentes, entre ellos adaptados para celíacos, intolerantes y veganos. Nos hicimos mil fotos y comí y bebí (aunque confieso que hubo un momento en el que me escondí detrás de una planta para disfrutar de un hojaldre de espinacas sin que me buscaran para hacerme fotos). Puedo decir que soy una novia que comió en su boda y me alegro, porque así puedo decir de primera mano que estaba todo riquísimo.
Poco después se fueron sentando los invitados, en sus mesas con los nombres de las casas de Juego de Tronos, y entramos con Flying Free. Nos encantó ese momento paseando por las mesas saludando y con el subidón de la cena. De primero, comimos lubina con pisto braseado y salsa de ajo y perejil. Desapareció al instante de lo rica que estaba. Después de un sorbete de piña colada, dimos paso al segundo plato que era un entrecot de ternera con salsa de mojo picón. ¡Una delicia que no pude casi ni comer! Estábamos llenísimos.
Durante el sorbete, entregamos los regalos especiales. A nuestras madres, les regalamos una réplica de mi ramo. A los padres de Julio les dimos una cesta con productos típicos de Málaga y a los míos una cesta de productos típicos de Valencia, para simbolizar el intercambio gastronómico de ambos lugares. A los que están al caer para casarse (que son 6) les dimos unas toallas con forma de ramo. A nuestra amiga, que ofició la boda, le regalamos un ramo gigante en tonos azules, color de la boda, y a su hija, Martina, le regalamos un pañuelo que veréis en la foto.
Cortamos la tarta, que fue sencilla, de merengue y limón, y mientras tomaban el postre, repartimos los alfileres a las mujeres y los detallitos a los invitados. Regalamos una maceta con bomba de semilla personalizada con nuestros nombres, la fecha y la frase "si el amor se cultiva, crece, crece y crece". Todo de Hecho por kit. A los adolescentes les dimos un palo selfie y a los peques (aunque solo había tres) una bolsita con un estuche para pintar y un puzzle para pintar también. Al sentarme a comer mi postre, apareció mi padre con mis tres tíos y me dieron un regalo que me emocionó muchísimo: un álbum de fotos con todas las fotos que se había hecho mi abuela, fallecida en 2011, en sus viajes con sus compañeras de la escuela de mayores en la que pasaba las tardes felizmente. Ella estuvo conmigo y la llevé presente en el ramo, que entregué a la virgen de su pueblo, en una pulsera tobillera con los nombres de mis abuelos que llevé ese día y en los gemelos de mi padre, en los que figuraba la fecha de boda de mis padres y de mis abuelos.
Entonces llegó el momento del baile nupcial. Se apagaron las luces con un único foco en nosotros y una pantalla en la que se proyectó la escena de Final Fantasy VIII en la que los protagonistas, Squall y Rinoa, bailan el "Waltz for the Moon" y nosotros, como buenamente pudimos, imitamos. Al acabar, hubo fuegos artificiales, al igual que ocurre en el juego y luego bailamos con los padrinos Lady Laura, de Roberto Carlos.
Empezó la barra libre con servicio en barra porque justo ese jueves pasamos a fase dos en Málaga. Conforme el staff del restaurante sacó una caja llena de chanclas, se lanzaron a por ellas jóvenes y no tan jóvenes. Dentro de las limitaciones bebimos, bailamos, comimos del Candy Bar y los invitados (aunque casi se les pasa porque no avisamos), nos dejaron un recuerdo en una cajita de madera con corazones a modo de libro de firmas.
Durante la barra libre tiré un ramo de chuches que, tal y como estaba pactado sin hablarlo, cogió Rafa, la pareja desde hace 6 años de mi tío David y a quien tengo mucho aprecio. Digo que lo cogió pero en realidad se tiró en plancha a por él como si no hubiera un mañana. Era suyo y todos lo sabíamos. Tenía muchas ganas de que pasaran por el altar pero lo que no sabía era que esa conspiración se iba a convertir en propuesta formal y que para 2023 tendremos boda, hecho que considero un regalo especial para mí. Además, Rafa (que es chef profesional) nos hizo unas galletitas de agradecimiento personalizadas con mensaje en su bonito intento de valenciano que encantaron (y no me extraña).
Nos lo pasamos genial aunque se hizo corto, pues a las 02:00 ya cortaron la música y el autobús llegó para llevarse a los invitados. Nosotros nos fuimos en nuestro coche a una casita de pescadores recién reformada con mucho encanto y allí pasamos la noche de bodas cansados, pero felices.
Al día siguiente, (domingo) sacamos fuerzas para comer con mis suegros y cenar con mis padres para despedirnos, porque haríamos la postboda justamente al día siguiente en el pueblo del que era mi abuela (Frigiliana) y de allí nos iríamos de vuelta a Valencia.
Fue mágico y espectacular. Nuestros invitados no han dejado de compartir sus fotos por Wedshoots ni han cesado las felicitaciones por la comida, el servicio, los detalles y lo bien que lo pasaron. Espero y deseo que vuestras bodas sean tan especiales como lo fue la mía y que los invitados disfruten igual. El virus no me ha impedido disfrutar de mi día B al máximo y me alegro de no haber aplazado a pesar del poco tiempo, de las bajas y de cualquier obstáculo que se haya querido interponer. ¡Vivan los novios!
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