La boda de Julio y Elena en Talavera De La Reina, Toledo
J&E
09 Ago, 2014El día de nuestra boda
Bueno, en primer lugar os tengo que decir una cosa, a pesar de que mi boda fue, es y será el día 9 de agosto, nosotros firmamos en el ayuntamiento del pueblo donde nos conocimos el día 1, por el tema legal y porque a mi prometido sólo le daban vacaciones desde el mismo día de la boda. ¡Y así lo hicimos, juntó los 15 días de la boda con los 15 de las vacaciones, y tuvimos ambos todo el mes de agosto libre!
Bueno, hecho ese inciso, empiezo con mi bodorrio, jeje. Sabéis que, aunque soy y vivo en Madrid, nos casamos y lo celebramos en Talavera de la Reina, porque es ahí donde nos conocimos y además nos encanta.
La tarde del 8 de agosto nos fuimos mi chico y yo a colocar cosas al salón (¡intentad dejar las cosas preparadas un par de días antes, porque sino es un jaleo!): los photocall, los regalos, los alfileres, los juegos de los niños, los kit de emergencia, las brochetas de chuches, ect. Todo preparadito solo para que Julio tuviera que colocar cada cosa en su sitio el sábado (le dejé todo con post-it y con una hoja explicativa de dónde iba todo, por si acaso se le olvidaba algo, ¡que los nervios son muy traicioneros!).
Seguir leyendo »Por la noche estaba nerviosa, terminando detalles y ultimando cosas. ¡¡Los meseros los terminé a las 3 de la mañana, jaja!! Me leí la ceremonia como veinte veces, para tenerla un poco en mente, pero sobre todo para no inundar de lágrimas el jardín. A las cuatro me despedí de mi prometido, al que ya no vería hasta...
Me costó muchísimo dormirme, como os podéis imaginar, pero me desperté sobre las diez de la mañana. Bajé a desayunar con mi familia (solo un par de cafés, jaja), y cuando subí, mi padre ya me había desalojado la habitación. Quitó la cama de matrimonio, las mesitas y todo lo demás, dejando sólo una mesa principal y un par de sillas para los preparativos.
Empezamos a hacer cositas de preboda y fuimos a decorar el coche (el Audi de mi papi, que tiene más años que la Tana, a mí me transmite unos muy buenos recuerdos). Y entonces, error, había comprado cuatro lazos, para las cuatro puertas, y sólo había tres. ¡Qué mal lo pasé, en cuanto me pongo a hacer algo, ya sale mal! Así que llamé a Julio y se lo dije. ¡El pobre mío, que estaba en otro pueblo limpiando su coche, se recorrió éste de arriba abajo y consiguió dos lazos! Así que me los trajeron y los colocamos; ¡coche decorado!
Les saqué los vestidos a las damas (mi prima, mi sobrina y la pequeña Naia, la hija de Julio), que estaban en mi casa, para tenerlos colocados también. Y en mi habitación preparé absolutamente todo lo necesario: medias, zapatos, vestido, tiara, diadema, horquillas, pinturas (por si acaso)… ¡y tabaco, jaja!
La tarde del 9 de agosto se comió por turnos, cada uno iba llegando e iba comiendo. Yo, obviamente no comí, no me veía capacitada para digerir bien los alimentos. A las tres llegaron mis peluqueras (¡ay, mi Carol, una novia del foro, que menos mal que la encontré!) y empezaron a peinar a mi suegra, a mi madre, a Naia, a mi prima, a mi sobrina y a todo el mundo. Yo estaba arriba con Carol, que empezó a peinarme. Calculo aproximadamente que tardó unas tres horas sin interrupción, o sea que debieron ser cuatro o cinco.
Cuando llegó el fotógrafo con una ayudante que se trajo, y empezaron a hacer fotos (también a mi padre bañándose en la piscina, jeje), la verdad es que estaba bastante tranquila, ¡hasta que vi la hora y ya era las cinco! Vinieron mis amigas, las damas de honor, y se pusieron a peinarlas a ellas también. Empezó a llegar gente, que yo no sé muy bien de dónde salía, y se iban metiendo en mi habitación. ¡Me agobié mucho y tuve que empezar a fumar, porque estaba histérica!, (nunca fumo en las habitaciones, de ahí que lo cuente así).
Total, a mí me siguen peinando y a las seis, como estaba previsto, llega el autobús a recoger en el pueblo a todos. Calculamos aproximadamente que se montarían unas 40 personas y fueron unas 25 al final, pero bueno. El caso es que el bus no se movía, pasaba el tiempo, y yo histérica; ¡mi pelo liso no se quería convertir en un precioso pelo rizado! Media hora más tarde se me acerca mi madre y me dice que el bus no se puede ir porque la gente no se quiere ir sin que salga al balcón a saludar, (¡imaginaos mi cara, flipé!) Eran las seis y media el bus no había salido. ¡A mí me estaban peinando y quedaba maquillarme y vestirme; era imposible, solo quedaba una hora para la ceremonia!
Me encantó mi peinado y el maquillaje (¡muy simple y sencillo, como yo!) y mis damas de honor junto a mi madre comenzaron a vestirme (¡no veas, qué de capas! El bus se marchó casi casi a las siete; tenía que ir a Talavera, a unos 15 o 20 kilómetros, ir al hotel, recoger a gente del hotel, y luego ir a los salones. Que no es mucha distancia, pero ya me entendéis. ¡Bueno, que ya estamos listas! Se va el fotógrafo con la ayudante y varias amigas en su coche, y otro coche con mi madre y algunos amigos también; julio ya llevaba tres horitas en el salón colocando cosas.
Salimos nosotros sobre las siete y algo en el Audi: mi hermano, mi padre, Naia, que quería ir conmigo en vez de con su padre, y yo. En la rotonda de mi casa estaban vecinos y gente curiosa que había ido a verme. Y yo saludando, como la reina, jaja. ¿Lo mejor de ese momento?, mi padre llorando al verme vestida de novia y la sonrisa de mi hermano… ¡puf!
Llegamos a los salones a las siete y media y veo que la gente está sentadita en el jardín, todo muy bien, está sonando la musiquita que elegimos, y que todos los que van a participar en el “paseíto” están fuera esperándome: ¡perfecto! Le dejo la cámara de vídeo a una amiga, porque no contratamos video, ya que es muy caro y un video casero mucho mejor. Veo que todo está perfectamente colocado: los pañuelitos de las lágrimas de felicidad, los paipays, el photocall fuera, las sillas forradas, las flores centrales, etc.
Empieza a sonar la canción de “When you believe”, con la que salen mis damas, mi prima y mi sobrina de doce años, despacito y tirando pétalos; precioso. Cuando de repente llega mi tía y su “séquito” de hijos y nietos y pasan por medio (¡es decir, por el “paseíto” de la boda!), y se me “escapa”. Naia, echa a andar con los anillos, a toda prisa, y bueno, sonrío (qué voy a hacer, jaja). Se entremezcla con la gente que está pasando, (obviamente a mí no se me ve en ningún momento, sólo iba “marcando el ritmo”) y luego salen mis pajes (de seis y siete años, mi primo, mi sobrino y una sobrina de Julio) con las velitas, el velo y las arras. Después salen mis damas de honor, que previamente ya me habían colocado, y se cambia la música a la marcha nupcial. ¡Aquí me empiezan a temblar las piernas! Me agarro a mi padre como si no hubiera mañana y salimos muy despacito. Yo no vi a Julio hasta el mismísimo momento en que llegué; abrazó a mi padre y yo ya empecé a llorar.
¡La ceremonia increíble! Fue súper real, como nosotros queríamos. Aunque mi maestro de ceremonias al principio me llamó Ana y casi le mato. Pero bueno, pasó rápido. Habló una amiga de Julio, dedicándonos unas palabras que jamás me imaginé que me pudieran emocionar tantísimo, diciendo que agosto es un mes especial, porque es el número ocho y si el ocho se despista un poco y se tuerce… ¡es un infinito! ¡Buah, increíble! Luego hablaron mis hermanos y fue súper emocionante. Hablaron Naia y la madre de Julio. Hablaron mi tía y mi madre. Habló una amiga y dama de honor. Hablamos Julio y yo (primero en los votos, que ni os imagináis lo precioso que fue todo lo que me dijo Julio), y luego en los agradecimientos. Y hablaron también mis damas pequeñas (que no lo sabía yo eso). Lo mejor, la ceremonia, sin duda. Increíble. A pesar de sus fallos, que obviamente los hubo, para mí fue perfecta. Termina la ceremonia un pelín después de las nueve y nos hacemos fotos nosotros solos (sin movernos del jardín, que estaba dividido en dos ambientes y no queríamos perder tiempo) y nos vamos ya con los invitados. Nos hacemos fotos con todos y cada uno de ellos en el momento del cóctel (¡solo probé dos pinchitos de 17 que había!).
Entran todos en el salón y nosotros nos quedamos comentando un poco. Me encanta mi marido, mi gordo, ese hombre que me ha dicho esas cosas tan bonitas. ¡Me le como! La entrada al salón la hacemos con mis padres, (porque la madrina, mi suegra, no puede moverse bien, va en silla de ruedas o muletas, pero las muletas la pobre las lleva fatal). Entonces hizo mi madre de madrina también, con la canción de Il Divo, “Hasta el final”. Escuchadla chica, porque es magnífica.
La cena fue espectacular (¡vaya sorbete de naranja más rico!), los invitados se lo estaban pasando fenomenal. Y justo cuando acabamos la carne me entero de algo: ha desaparecido el iPhone de mi amiga y dama de honor. ¡Alguien cogió el iPhone, qué mal lo pasé! Todo el mundo buscándolo, se paró la música, pedimos silencio, apagaron el teléfono (lo cual significa que alguien lo cogió). ¡¡Mira, fatal! Si algo cambiaría de mi boda, sería esto. A los veinte minutos se encontró debajo de una mesa, pero eso impidió que me cortaran la liga y la corbata, que el momento de cortar la tarta fuera frío y que después los regalos se repartieran de malas maneras. Porque lo tenía yo organizado, pero me puse tan nerviosa, que no sabía ni qué hacer ni nada. Además tenía una “fila” de gente dándome sobres y besos y sobres y abrazos. Y yo, a su vez, dándoselo a la única persona en la que confiaría, mi padre. La verdad es que casi todo el mundo se “portó” muy bien, no estamos descontentos, y pudimos cubrir el gasto del banquete, que era el “mayor miedo” que teníamos, así que estupendo.
Sobre las doce y media nos bajamos a la discoteca, mientras bajaban los invitados, nosotros nos quedamos ensayando nuestro baile. Era una mezcla de un “tango” de Melendi y después el vals nupcial (siete minutos de canción; no seáis tan exageradas como yo, no pongáis tanto que se pasa muy mal). ¡Nos salió que genial! (para no ser profesionales, quiero decir), pero cuando estábamos bailando el vals y teníamos que “cambiar de pareja” no encontraba a mi padre… ¡estaba en la barra! Así que bailé con mi hermano y después con él. Mereció la pena, desde luego.
El autobús de vuelta salía a las cuatro y mucha gente se fue. La barra libre y la discoteca se nos “acababa” a las cuatro y media, pero teníamos mucha juerga encima. Como quedábamos unas 15 personas (amigos jóvenes cercanos, y hermano y cuñada y poco más!) nos fuimos del salón, llamamos a cuatro taxis y nos fuimos a Talavera a seguir un ratito de marcha! Paramos en el hotel pero yo no me quería cambiar (pensarlo fríament, cuando volveremos a ponernos el vestido de novia?) Así que no lo hice y así me fui de fiesta!
Cuando llegamos al hotel a las 8 de la mañana, subimos a la suite (nos la “regaló” el Salón) y estaban todas las butacas y las sillas y todo encima de la cama. ¡Bueno, un show!! Mis amigas me la liaron, y si a eso le añadimos la “poca” destreza de mi ya marido para quitarme el vestido… Dormimos 3 horas, nos bajamos a desayunar con algunos amigos, y nos fuimos de nuevo al pueblo, donde “celebraban” mis papis su jubilación y se quedaron mis hermanos, mis amigas, mis tías y algunos primos. Lo pasamos fenomenal, en la piscina. Una “postboda” con su barbacoa.
¡Me lo pasé fenomenal Y Julio, y la niña, y los padres, y los invitados!
A las 12 de la noche nos fuimos a Madrid porque nuestro avión a Menorca (luna de miel) salía a las 5 de la mañana y teníamos que estar a las 3, así que otro día sin dormir!
¡Sin ninguna duda, repetiría un año, y otro, y otro! A ver si me tocan los cinco mil euritos del sorteo y hago una fiesta “postboda” en nuestra “nueva casita de alquiler”, jaja.
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