La boda de Juan y Isa en Arbucies, Girona
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J&I
10 Oct, 2021El día de nuestra boda
¡Se hizo de rogar! Siempre me había hecho ilusión casarme y, finalmente, contra todo pronóstico, Juan se lo curró y con el precioso paisaje de Albarracín a nuestros pies, tuve mi anillo, con hincada de rodilla incluida. Por aquel entonces, después de 11 años juntos, y dos conviviendo, al dar la noticia a la familia, se esperaban otro tipo de acontecimiento, de esos que culminan a los 9 meses. ¡Pues no, señor, no nos vais a preñar todavía, antes vamos a tener nuestro día!
Nuestra primera fecha fue el 24 de octubre del 2020, lo que ocurre es que nadie tiene una bola de cristal para prever una pandemia, así que se pospuso al año siguiente, al 10 de octubre, esta vez. La suerte, dentro de lo malo, fue elegir una fecha en la que la pandemia estuvo en sus horas bajas, y prácticamente el condenado bicho no empañó nuestro día, aparte de unos cuantos tapabocas en la iglesia. Con tanto tiempo de margen, tuvimos horas para dedicarnos a todo lo que nos hacía ilusión preparar para ese día: elegir cuidadosamente la música, elaborar manualidades temáticas (marcasitios, seating plan, minutas, centros de mesa...), volver a nuestro peso preconfinamiento y ensayar el baile de inicio que... ¡Ojo! Fueron unas sevillanas, que aprendimos como buenamente pudimos por YouTube. Nos lo pasamos genial con el proceso, incluyendo las invitaciones, a modo de video casero. Queríamos que a los invitados no les cupiera duda de que, ante todo, iba a ser una boda divertida, que el cachondeo iba a ser un invitado más. Total, que esos dos años y medio dieron para un montón de anécdotas... y, por qué negarlo, para que la boda se saliera un poco de madre.
Seguir leyendo »Tanto la celebración como la ceremonia religiosa tuvieron lugar en Can Mas Ferrer, Arbúcies (Girona), a las 2 de la tarde. Nosotros preferimos hacernos allí la sesión de fotos inicial, pues, estando en el quinto pino, no pretendíamos un infarto. Dormimos como el culo y madrugamos, pero los antiojeras hacen milagros, y nosotros estábamos lo suficientemente on-fire como para no arrastrar falta de sueño. Nos zampamos un bocata de tortilla de patatas, nos fuimos a la pelu, recogimos los ramos, cargamos un pastel de chuches para comer durante la disco... ¡Y para Arbúcies!
El día antes habíamos hecho un sube y baja para llevar material, así que cuando llegué, una hora después que Juan, lo vi todo ya colocado: es emocionante ver tus horas de trabajo, tu personalidad y la de tu futuro marido formando parte de tanta parafernalia. A partir del momento en que supe que el autocar y los invitados que venían en coche habían llegado bien, decidí que ese día había que disfrutarlo al máximo, que no había excusas para no hacerlo. Y así ocurrió, o por lo menos, yo veo las fotos, los vídeos, oigo los comentarios de la gente... Y todo son sonrisas. Y doy gracias por contar con esas fotos y esos vídeos, porque el día en sí pasa volando, y luego quieres revivirlo una y otra vez en los siguientes meses, o años. Que sí, que cuesta un pastizal una boda, ¡pero es que es para toda la vida! Y no me refiero al matrimonio, que supuestamente también. No solo porque es nuestro día, se trata de que lo compartes con las personas que te importan, y cuando llevas mucho tiempo organizándolo todo y dedicando esfuerzo, principalmente para hacerlos felices a ellos, y luego ves que lo han disfrutado, compensa. Ahora, quiero irme de boda otra vez, esta vez como invitada, le toca a otro. ¿Quién se anima?
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