La boda de Jose y Núria en El Puig, Valencia
De noche Verano Naranja 4 profesionales
J&N
03 Sep, 2016El día de nuestra boda
Dicen que el día de la boda se pasa volando y es verdad.
Después de una semana de infarto con nervios, preparativos, organización, ¡por fin llegó el día! Y nos levantamos más tranquilos que ningún otro día.
Desayunamos tranquilamente y llegó el primer regalo del día. Mi madre venía de la floristería con el ramo (¡mi ramo!), el tocado y los dos prendidos, para el novio y el padrino.
Ya empezaba nuestro día y con la agenda llena. Nos separamos él a casa de sus padres y yo a por mi cuñada, que teníamos hora en la peluquería.
Sesión de chapa y pintura. Después del maquillaje y el calor de las planchas, para dejar el pelo todo rizado, ya empezaba a parecer una novia.
De ahí a comer al bar, que la casa está limpia. Todo en discreción, claro. Solemos bajar mucho al bar todos peinados y maquillados, con mucho glamour.
Tras la comida, un momento de descanso hasta que la fotógrafa avisa, está de camino. ¡Así que au! Todos a arreglarse y ponerse que vienen las fotos. Menos yo, que iba por ahí en bata.
Seguir leyendo »Cuando llega Anna, le pregunto “¿Cómo está Jose?” “Él tranquilo, sus padres son los que están nerviosos”. Entonces está todo normal.
Primeras fotos y llega el momento. Me pongo el vestido. Y no, no es ninguna prueba, ¡es para todo el día! Y entra a la primera, los nervios de última hora han ayudado a que no tenga ninguna barrera.
Entre las fotos con la familia, llegan amigas de mi madre. “Hay un coche muy grande ahí bajo, tiene que ser el vuestro”. Pues sí. El chófer ya ha llegado con su Cadillac. Y sí, es grande para ir cómodamente con mi padre. Menos mal que llama la atención, porque la novia suele distinguir los coches por colores. Ya todos listos, nos vamos al Puig.
Durante el viaje, parezco una niña con zapatos nuevos. Mi padre no me reconoce tan pava. Y finalmente, llegamos al Huerto de Santa Maria.
Desde el coche veo a mi novio con mi suegra. Va a entrar. Al momento, nosotros. Los trabajadores, nos dan indicaciones, nos tranquilizan y me ponen bien la cola. Cuando escuche la música de El Señor de los Anillos, me toca, ¡y ya suena!
Al entrar al invernadero, veo a todos los amigos, mis compañeras de danza tribal me reciben con zaghareet y mi familia me sonríe. Esto sí que son ánimos. Y en el medio de toda la gente, mi novio, que ya no será mi novio, hecho un flan.
Empezamos y Ramon, el ceremoniante, hace una introducción explicando de nosotros, nuestra historia. Ahí nos relajamos un poco. Entonces llama a Josele, el mejor amigo del novio, que con los años, se ha convertido en un hermano postizo para mí. Mientras nos dedica unas palabras, noto como la emoción me va a los ojos, y el novio igual, haciendo esfuerzos. Ya ves, ¡si no lleva maquillaje!
Acto seguido, habla mi padre, con lo que le gusta a él los escenarios y los micrófonos. Recuerda a los que no están y entonces ya sí que me vengo abajo. El pobre levanta la vista hacia mí y luego a mi madre, buscando apoyo, pero nada, también cae.
Finalmente, habla mi suegra agradeciendo a los invitados que hayan venido y nos felicita a nosotros.
Llegamos a la ceremonia de la arena, ahora sí que estamos unidos. Después llegan las hijas de mi primo, con todo el desparpajo del mundo, con los anillos. ¡Estamos casados!
Empieza a sonar “I’m a believer” de Smash Mouth (y de Shrek, que nos encanta) y salimos a que nos reciban con el arroz. Juraría que alguien tira una bolsa de kilo, porque debajo del vestido tengo arroz para hacer una paella.
El cóctel lo abren mis bailarinas favoritas, primero una percusión y luego Las hadas existen de Rozalén, para todos los invitados. Un lujo poder contar con artistas entre los invitados.
Luego las fotos de rigor. Muchas fotos. Tantas que el cóctel se va y yo no he probado ni una miga. La gente dice que está buenísimo con la boca llena. A veces dan ganas de matar a alguien.
Afortunadamente, queda más comida y es la cena. Desde la puerta, veo como la gente, visto lo visto, le encantan las chanclas que hemos puesto para el baile. Empieza a sonar “I believe in a thing called love” de The Darkness y tras brindar a nuestra mesa, saludando a diestro y siniestro.
La cena es de todo, menos tranquila. Tenemos pocos invitados, pero los que hay son de calidad, desde luego y estamos de fiesta.
Cuando suena “La vie en rose” de Edith Piaf, llega la tarta, con nuestros Playmobils y unos toppers con los que nos sorprende el salón. Mientras comemos la tarta, los amigos del novio nos llevan a una sillas han hecho un vídeo, haciendo playback de la canción oficial del grupo, Melancolia de Camilo Sesto, que para algo somos Los Camilos. Una vez acabado el vídeo, la sorpresa. Unos muñecos de plastilina basados en nosotros de novios. Eso es currárselo.
Nosotros también queremos hacer regalos. El primero el ramo. Va para Noelia, por todo su apoyo y ánimos estos meses que la pilló totalmente desprevenida. Después a las madres, foto nuestra de la prepoda y una pequeña réplica de nuestra urna de la ceremonia de la arena. Luego los regalos de los padrinos. Para ellos, vino. Para ellas, un cuenco de cerámica de Manises, de donde es el novio.
Tras meses de clases y ensayos, llega nuestro baile nupcial. El tango “Por una cabeza” de Gardel. Tango, que no habíamos bailado en la vida, pero oye, nos queda espectacular. Eso sí, entiendo porque el Tango se baila con minifalda y no con un vestido con cola. ¡Menos mal que la canción es corta!
A partir de ahí, barra libre y fiesta para todos. Padres, familia y amigos a darlo todo. Y nosotros los primeros. Después de meses de preparación, nervios y dolores de cabeza, merecemos desahogarnos y darlo todo.
A altas horas de la madrugada, llegamos a casa con el autobús. Estamos baldados pero felices. Nos hemos casado y hemos tenido la boda de nuestros sueños.
¿No se puede repetir?
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