La boda de Jose Maria y Mercedes en La Cala De Mijas, Málaga
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J&M
25 Jul, 2021El día de nuestra boda
Fue más de lo que soñamos. Más de lo que creíamos que íbamos a tener, dadas las restricciones.
Todo arrancó 2 días antes, el 23 de julio. Mi pareja y yo cargamos la decoración que con tanto amor habíamos ido reuniendo a lo largo de los últimos meses con cariño y dedicación, y lo llevamos todo hacia La Cala Resort. Habíamos preparado un photocall, las flores secas para tirar en la ceremonia, cestas de aseo e higiene para los baños, chanclas y cubretacones para las invitadas, chapas divertidas, los muebles para el seating plan (iba sobre libros, así que también llevábamos los libros huecos para poner la lista de las mesas, y los libros reales para sortearlos luego), los detalles para los invitados (mermelada casera hecha por mí y semillas, porque trabajo en el sector de la agricultura), etc. Al día siguiente, 24 de julio, mi 30º cumpleaños, fuimos directamente ya al hotel a nuestra habitación, con los trajes, zapatos, y toda la parafernalia, y con mis suegros, y la tarta para el banquete (la segunda, porque el lugar nos ponía ya una). En nuestra habitación había vino, agua, y fruta, que nos comimos de una sentada. Mis padres, mi cuñado y mi hermana ya estaban en el hotel también. La habitación de mi hermana y mi cuñado conectaba con la nuestra por un pasadizo secreto que no parábamos de abrir para pillarnos en bolas. O nos llamábamos por teléfono desde el baño. Poco a poco fueron llegando los invitados de más lejos que se iban a quedar en el hotel. Estuvimos relajándonos en el spa, de chill y mojitos en la piscina, relajándonos antes del gran día. Luego, fuimos a cenar los 20 que éramos de la boda en el hotel a un restaurante a 5 minutos en coche que encontramos por casualidad en Google, Sociedad Gastronómica la Porra, y estuvimos cenando superbién en lo alto de un cerro y superbién de precio (170 euros 20, personas ya me dirás). Luego, mi cuñado, Chema, mi hermana y yo nos quedamos montando cosas hasta las 2:30 de la mañana, ahí explotando.
Seguir leyendo »¡Por fin llegó el gran día! Nos levantamos a las 7:30, bajamos a desayunar al buffet. Luego, empieza mi transformación. Una prima de mi pareja me peina y me maquilla sin haber hecho antes prueba ninguna... ¡Y quedó espectacular! El peinado y el maquillaje no se movió ni un ápice en toda la boda, y parecía una diosa griega. Luego el vestido, los zapatos, los complementos... Al vestido se le cayó un botón (pero vamos, al finalizar la boda se le habían caído 3 más y llevaba un menú liado en la cola del vestido)... Y me tengo que quedar sentada en la cama con mi padre a que acabaran esas primas de mi pareja de arreglarse en nuestra habitación junto con sus parejas. ¡Y llego tarde a la ceremonia! Vale, ya se han ido todos a la ceremonia, bajamos mi padre y yo, él tan bromista diciendo tonterías para que se me quitaran los nervios, que si se le caían los pantalones, que si iba a meter barriga, que si se estaba mareando de meter barriga, vamos andando hasta la ceremonia, ¡le veo a él, lo guapo que está con el traje! Y está llorando como una magdalena. Un día increíble, soleado, caluroso para algunos.
Llega el turno de decir mis votos, la gente se emociona. Al final me reservo unas palabras especiales para mi abuelo, que falleció este año y no consigo avanzar sin llorar. La gente se emociona más todavía. Chema lee sus votos y sigo llorando, la gente también. Unos votos que hablan de vida, de amor, de no rendirse jamás. Una boda que se soñó en 2019 para 2020, y que la pandemia alargó hasta el 2021. Finalmente, estábamos allí y se estaba haciendo realidad. Nos tiraron las flores secas a maldad (tuve flores secas en el canalillo toda la boda), nos hicimos fotos, entramos al cóctel, empezamos a comer, paseos para un lado y para otro, fotos, la gente estaba a gusto, tranquilos, comiendo mucho, felices. Guillermo y su saxo nos mecían. Gloria y su cámara nos capturaban para siempre.
Tarta, barra libre, DJ José Serón empezando fuerte, bailes, comida, más bailes, más música, más descontrol. Lo bueno es que el hotel estaba lo suficientemente lejos como para que los huéspedes no se vieran molestados por el ruido de la boda, pero a 2 minutos andando. Algunos invitados se marchaban, descansaban, se iban a la piscina, volvían renovados y seguían dándolo todo. Luego vino el autobús y se llevó a algunos asistentes a casa.
A las 12 de la noche acabó todo, como el cuento de la Cenicienta, pero pasa el tiempo y nadie lo olvida. Fue redondo, entre los proveedores, entre el esfuerzo que hicimos, entre el ambiente distendido y divertido, todo el mundo salió contento. Quien quiso beber, bebió, quien quiso comer, comió y quien quiso bailar, bailó. Y nadie se quedó parado o aburrido. Desde luego que una boda con pocos invitados (éramos 60) es más íntima, más acogedora y disfrutas más de los invitados. Ojalá el día de la marmota existiera y ese día lo pudiéramos repetir cuantas veces quisiéramos.
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