La boda de Jose Javier y María José en Sueca, Valencia
De noche Otoño Dorado 5 profesionales
J&M
12 Nov, 2022El día de nuestra boda
La nuestra no sólo fue la primera boda civil en ambas familias y la primera boda de nuestros grupos de amigos, sino que encima habíamos decidido hacerla temática de El Señor de los Anillos (al 100%, nada de detallitos en la corbata del novio y en la decoración, sino un banquete medieval a saco); así que había mucha expectación, porque todo el mundo quería ver cómo quedaba. Nosotros los primeros, creo yo. Varias veces nos reímos de nuestros yos del pasado que creyeron que meterse en semejante lío era una buena idea, pero la verdad es que nunca nos arrepentimos. Nos esforzamos hasta el final para que fuera una ocasión memorable y feliz, y creo que lo conseguimos.
Los días anteriores a la boda se pasaron en una exhalación, como suele pasar; siempre ocupados y preocupados de que todo estuviera bien atado, solventando los últimos contratiempos... Tanto que no recuerdo las primeras horas del día de la boda. Recuerdo la peluquería y el maquillaje, recuerdo el traslado a El Teular, donde sería la celebración, pero no recuerdo cómo me desperté ni qué desayuné, no recuerdo ducharme ni vestirme (pero sí que me preocupé de elegir prendas que se pudieran abrir con cremallera o botones para poder ponerme el vestido sin estropearme el peinado).
Seguir leyendo »La mañana en la peluquería fue divertidísima. Elegí desplazarme a una peluquería especializada en rizos, a pesar del gasto extra de tiempo, porque pasé demasiados años de mi vida con mis tirabuzones maltratados por peluqueras que no sabían tratarlos, y me negaba a estar fea el día de mi boda (o a tener que peinarme yo en casa para que ella se limitara a recogérmelo, como me sugirió más de una). Pero en Mundo de Rizos, donde me peinaron, siempre estoy a gusto, rodeada de personas que aman y comprenden los rizos y los tratan con cariño y respeto. ¡Hasta me secaron el pelo a cuatro manos para que acabara pronto! Gracias a todas, no podría haber elegido otro lugar para peinarme.
Luego maquillaje en casa de mis padres (¡gracias, Amparo!) y unos bocados rápidos de pizza antes de cargar los coches con el atrezzo de la ceremonia (hubo mucho DYI en nuestra boda) y salir para El Teular bajo una tormenta que se cernía sobre la región. Tendríamos que casarnos en el salón inferior de la finca, en lugar de en los jardines, como habíamos planeado originalmente, porque, después de un verano larguísimo y una última ola de calor, por fin las temperaturas habían empezado a cambiar y dábamos la bienvenida a las primeras tormentas de otoño. No nos importó. Habíamos elegido noviembre porque los dos adoramos el otoño y nos negábamos a pasar calor en nuestra boda. El clima acabó siendo perfecto: toda la tarde y la noche de aquel día hubo nubes de tormenta rodeando el parque natural de la Albufera, truenos cortando el cielo que se veían desde las ventanas, pero la tormenta no descargó. No podría haber pedido unas circunstancias mejores.
Revisamos que todo estuviera en su sitio y dimos los últimos toques a la decoración de banquete y ceremonia (mención especial a mis padres peruanos emocionadísimos enseñándome la piñata que nos habían comprado para sorprendernos, con forma de ojo de Sauron —gracias, Piñatas Que Ilusionan!), y luego corrimos a los bungalows que nos habían asignado para vestirnos. Procedieron algunos momentos jocosos al explicarle a mamá cómo se encordaban mi vestido y el corpiño de serraje que llevaba por encima, y un momento emocionante al envainar mi espada y colgármela del cinturón. Llevaba años queriendo casarme siendo Éowyn, escudera de Rohan, y ahora por fin iba a suceder.
Habíamos quedado con nuestro estupendo fotógrafo, Javier Poveda, en que tendríamos un primer encuentro a solas antes de la ceremonia, para calmar los nervios y tener un momento sólo para nosotros. Con los nervios preboda y los invitados a punto de llegar, acabé arrastrada hasta el salón del banquete para esperar al novio, a solas y teniendo que hacer acrobacias para que los invitados que ya iban llegando no me vieran a través de las ventanas XD. Pero cuando él llegó y nos vimos por primera vez, vestidos y listos, dejé de preocuparme. Aún estaba emocionada y cargada de electricidad por todo lo que nos esperaba, pero no tenía miedo; ahí estábamos, cogidos de la mano, hablando de todo y de nada, como siempre. Cuando el momento llegó, entramos a la ceremonia como un equipo, sonriendo muchísimo, sabiendo que todo el esfuerzo había valido la pena.
La ceremonia fue genial, gracias en buena parte a que la ofició mi maravilloso cuñado Jesús, todo un artista que nos hizo reír y llorar y que mantuvo a todo el mundo entretenido. Como ya nos habíamos casado legalmente la semana anterior, todo fue simbólico y a nuestro gusto, con discursos de nuestros padrinos, una pequeña ceremonia en la que depositamos objetos simbólicos en un cofre de cristal y, por supuesto, nuestros votos, que hicieron llorar a todo el mundo y estuvieron a punto de hacernos llorar a nosotros también. Luego la lluvia de arroz y pétalos de rosa, los abrazos, los besos; era tan feliz que no podía parar de sonreír, como si tuviera las mejillas pegadas en el sitio. Mención especial a mi querida amiga Aitziber, que se acercó vestida de hobbit con una cesta de picnic y me invitó a una copita de limonada. Tengo las mejores amigas del mundo.
El cóctel fue delicioso y divertidísimo, y descubrí una cosa genial: el día que te casas siempre te toca lo mejor de todo. La primera copa, el queso más fino, el plato especial de jamón serrano con una rosa de tocino (sí, nos gusta comer). Nos reímos muchísimo con nuestra familia y amigos, jugando como niños, bailando e interpretando nuestros papeles en el photocall. Después vino el banquete, con sus brindis y su pan de lembas (gracias a la estupenda pastelería Lothlórien, estaba riquísimo). Durante toda la cena me sentía tan feliz que a veces me ponía triste, pensando que ese momento no podía durar para siempre; pero enseguida me giraba hacia mi nuevo marido, tan feliz y radiante como yo, y nos veía en el día que habíamos soñado, rodeados de la gente que nos quería, y volvía a elevarme hacia el techo como una burbuja de champán. Seguía sonriendo con tantas ganas que se me contracturó un poco la nuca!
En el momento de cortar la tarta nos reímos mucho, ya que la "tarta" era en realidad una maqueta impresa en 3D de la ciudad de Minas Tirith (gracias a mi otro estupendo cuñado, Fernando) y el único trozo real se derritió y rodó cuesta abajo. Pero conseguimos probarla e incluso blandir nuestra propia espada para celebrarlo! Pero mientras la repartían ya me empecé a poner nerviosa en serio, porque se acercaba la única parte que iba a ser un desafío: el baile nupcial.
Fieles a nuestra costumbre de complicarlo todo para que quede lo más espectacular y difícil posible, nuestro baile de recién casados tenía tres partes diferenciadas de disciplinas muy distintas: una apertura de vals inglés más tradicional, luego una marinera peruana para que yo hiciera honor a mis raíces en mi día especial, y por último una pequeña rutina de acrobacias y combate con sable láser, porque nuestro matrimonio se apoya en que los dos somos un par de sucios frikis. Todo ese verano y parte del otoño estuvimos preparándonos: yendo a Madrid a hacer un intensivo de sable láser con Bárbara Rey, una de las maestras jedi más prestigiosas del país; tomando clases por videollamada con Flor de María Noriega, una maravillosa profesora de marinera que se lanzó a enseñarnos a distancia y en un huso horario distinto; y por último en nuestro propio pueblo con Enrique Cervera, a aprender el vals y coreografiarlo todo bien. Fue muy estresante, pero también nos lo pasamos genial, y nos dio la oportunidad de pasar tiempo juntos haciendo algo nuevo, cosa que siempre agradeceremos.
Al ser todo tan complejo, mí me daba terror equivocarme delante de todo el mundo, y en las fotos se ve que al principio estoy jadeando de nervios; sin embargo, al empezar la primera canción, la preciosa Across The Stars de John Williams (segunda referencia a Star Wars en mitad de una boda de El Señor de los Anillos), al vernos a los ojos, frente a frente, enlazados, y ver en su cara su sonrisa tranquilizadora, poder leer cada paso de baile en sus ojos, empecé a calmarme y a dejarme llevar. El vals quedó precioso, y para cuando entró el primer redoble de la marinera clásica La Concheperla, ya estaba disfrutando como una niña y dándolo todo, faldeando y zapateando como loca. La parte que más me intimidaba, que era la de sables láser, ya no me daba miedo, ni siquiera en el momento en que tuve que lanzar el sable en el aire y volverlo a coger (¡nunca pensé que sería capaz de algo así!). Los invitados disfrutaron del baile y aplaudieron muchísimo, y yo no pude contener un grito victorioso de "¡Lo conseguimos!". Porque lo habíamos conseguido.
(luego vinieron los cánticos de "¡Otra! ¡Otra!" y tuve que mandar a los invitados a beber al bar porque ya había tenido suficientes emociones para el resto de la noche).
Lo que viene después es historia de sobre conocida: una fiesta maravillosa, animadísima incluso siendo poco más de sesenta personas, con todas las canciones que más nos gustan, bailando como si se nos fuera la vida en ello y, aun así, teniendo momentos de calma en la terraza exterior con nuestros amigos, intercambiando chismes con aquellos a los que hacía tiempo que no veíamos y abrazándonos con fuerza para grabar ese momento en nuestra memoria para siempre. No pudo faltar, por supuesto, la piñata que nos regalaron mis padres, llena de pequeñas artesanías y dulces peruanos, y el resopón riquísimo que nos sirvió El Teular para reponer fuerzas ya entrada la madrugada.
En algún momento el novio y yo nos escabullimos a la terraza exterior, mojada por una suave llovizna que había caído en torno a medianoche, nos apoyamos en la barandilla, achispados y acalorados, y tuvimos una conversación que recordaré siempre. «¿Ha sido como te imaginabas?» «No. Pero aún así ha sido perfecta».
Sé que es un cliché, pero de verdad creo que fue y seguirá siendo uno de los días más felices de nuestra vida. Por nosotros, por todas las personas que pudimos tener a nuestro lado, y por ese proyecto maravilloso y loco que conseguimos sacar adelante trabajando en equipo. La emoción más persistente, aparte de la maravilla, es el agradecimiento. A nuestros seres queridos y proveedores, que lo hicieron todo posible, pero sobre todo a ti, Jose. No hay nada más divertido que compartir mi vida contigo, y casarnos fue una pasada. ¡Deberíamos volver a hacerlo algún día!
(Pero dentro de diez años o así, que ya no somos jóvenes y todavía nos estamos recuperando).
Servicios y Profesionales de la Boda de Jose Javier y María José
Otros Proveedores
Otras bodas en Finca El Teular - El Posit i Events
Ver todas
Otras bodas en Valencia
Ver todas
Inspírate con estas bodas
Deja tu comentario