La boda de Jorge y María en Santa Pola, Alicante
En la playa Otoño Rojo 4 profesionales
J&M
14 Oct, 2017El día de nuestra boda
Pues empezaré por el principio...
El sábado 14 comenzó para nosotros muy temprano. Tenía en mi casa, desde hacía unos días a mis padres y mi hermano que habían venido de Asturias para acompañarnos en la celebración, así que, había muchas cosas que hacer para que todos pudiéramos estar listos a la hora prevista.
A las siete de la mañana sonó mi despertador, estaba tranquila, pero no podía dormirme, el tiempo corría en nuestra contra. Así que, me di una ducha y me puse a preparar el desayuno para todos, mientras ellos se iban despertando. Desayunamos todos juntos y comenzamos con los preparativos. Mi madre, mi pequeña y yo, nos íbamos a la peluquería, mi padre, mi hermano, mi hijo y el novio se arreglarían en casa, pero cada uno tenía su papel así que tampoco podían despistarse. Pablo (mi hijo) era el encargado de ir a recoger a la floristería el ramo y los prendidos, al tiempo que pasaba a buscar a su novia (nuestra pianista). Debía llegar pronto, puesto que Jorge tendría que ponerse el suyo y salir a buscar a su madre y su hermana (madrina).
Seguir leyendo »Lo tenía todo controlado, nosotras en la peluquería, estábamos dentro del horario previsto, todo marchaba en condiciones, nos echamos muchas risas durante la sesión de peinados y maquillaje y mi teléfono no dejaba de sonar, los WhatsApp de mis primas y amigas que no habían podido viajar para estar conmigo, no lo dejaban descansar, les iba retrasmitiendo en directo todo el proceso.
Parecía que el tiempo se nos echaba encima, los últimos retoques ya se hicieron controlando el reloj, pero todo iba bien... A las 11:45h subimos ya a casa, sólo quedaba ponerse el vestido y salir en dirección al castillo de Santa Pola.
Pero ahí comenzó el caos... Jorge, ya se había ido, como estaba previsto, a casa de su madre (por lo que no nos vimos arregladitos). El ramo estaba en agua en el salón y el prendido de mi padre (padrino) preparado para ser colocado, pero mi hijo estaba aún sin vestir, mi padre estaba a medias y mi hermano con el nudo de la corbata aún sin hacer. El único que estaba listo, era Alberto, un buen amigo que ya estaba en casa esperando para conducir mi coche y llevarme a la ceremonia. Todo se volvió un poco de locos, mi madre que sí le tenía que poner los pendientes, que le subiera la cremallera, Pablo que le arreglara la corbata y yo, que tenía que vestir a nuestra princesa de tres añitos y encargada de llevar los anillos, y como no, ¡ponerme mi vestido! Empezaba a perder los nervios, así que respiré, conté hasta tres y comenzó a reorganizar a toda la gente.
Mi madre se terminó de arreglar, a Pablo le colocó la corbata mi padre, yo vestí a la peque... Y ya estaban todos listos, ya sólo faltaba yo. Eran las 12:15h, tenía sólo 15 minutos para arreglarme, así que le pedí a mi hermano que se llevara a mi madre, a mi hijo y a Cris (la novia de mi hijo) ya para la ceremonia, puesto que Cris debía llegar un poco antes para colocarse al piano y prepararse para tocarlo. Y nos quedamos, mi pequeña, que se portó de cine y se sentó en el salón con Alberto a ver los dibujos, y mi padre, que ya estaba también listo con su prendido colocado y todo y yo fui a ponerme mi vestido. Me costó un poquito, la verdad, al final, Alberto, pobre Alberto, fue el encargado de ayudarme a terminar de arreglarme y de ponerme los zapatos, pero todo iba bien, estábamos en hora. A las 12:30h, sólo quedaba calzarme y salir, pero a la hora de abrochar el zapato derecho, lo único que nos quedaba, ¡la hebilla va y se estropea! ¡No puede ser! Ahí estábamos, yo, vestida para casarme y arreglando el zapato, mientras mi padre miraba el reloj y decía no llegamos, que no llegamos... Tranquilos, no pasa nada, el zapato lleva arreglo, sólo se le había metido hacia adentro el enganche, era cuestión de tranquilidad y maña sacarlo y ya. Y así fue, zapato arreglado y colocado en los pies. A coger el coche y rumbo al Castillo.
Fue sentarme en el coche, y respirar, estábamos nuevamente con todo controlado y dentro del horario previsto. El trayecto fue muy ameno, mi WhatsApp no dejaba de sonar, así que contesté los que me dio tiempo y luego silencié el teléfono. No era cosa de que se pasara la ceremonia sonando... Y llegamos a Santa Pola. Alberto aparcó en la misma puerta del castillo, donde, ¡sorpresa! ¡No había nadie! En un primer momento, pensé, nada, están ya todos dentro, preparados y esperando que entremos, pero, ¿y el fotógrafo? ¿Dónde está el fotógrafo? Por un momento pensé que nos había dejado tirados... Pero no, nada era lo que yo pensaba, nada estaba tal y como yo lo había ordenado. Por ahí por mi derecha, vi llegar a mi hermano con el resto de la tropa. ¡No había encontrado aparcamiento cerca y venían con mi madre caminando con los tacones cual tortuga! Pero, la sorpresa fue aún mayúscula, cuando veo que por mi izquierda se acerca el novio con el resto de los invitados, que venían de tomarse una cerveza, porque como habían llegado muy pronto… No sabía si enfadarme, si desesperarme o qué hacer. ¿Lo mataba allí mismo o lo dejaba estar? En fin... Roto el misterio del vestido, sonrisa y beso, qué le vamos a hacer. Y a sacar mi faceta de sargento y a reorganizarlo todo.
El fotógrafo estaba dentro del baluarte montando los equipos, Cristina se fue a colocar al piano y todo volvió a la calma y a la normalidad, todo, excepto que claro... Me tocaba esperar a que el novio hiciera su entrada con la madrina y el fotógrafo saliera a recibirme. Sí, allí estaba yo plantada, al sol, ¡con más de treinta grados y un vestido de manga larga! ¡Apunto de derretirme estaba! Dos veces inicié camino hacia la entrada, y dos veces me hicieron dar marcha atrás porque aún no estaba preparado todo, Pues nada, a esperar a que me hicieran señas de que ya podía iniciar el “paseíllo” hacia el altar. Y así fue, mi hija, portando los anillos y detrás yo, cogida del brazo de mi padre, mientras sonaba al piano "Si te vas" de Extremoduro.
La ceremonia comenzó, y todo iba ya nuevamente según el guion. Nuestros hijos mayores y un sobrino, fueron los encargados de hacer las lecturas, muy emotivas y con mucho sentimiento, todo era perfecto, ya se me había olvidado el "mal trago" de la llegada. Y llegó el momento de dar consentimiento y dar el sí quiero. Se supone que es el momento más emotivo y más serio de una boda, ¿verdad? Pues va a ser que, en nuestro caso, no lo fue tanto. A la pregunta del concejal al novio: "¿Jorge vienes sin ser coaccionado, libre y voluntariamente a contraer matrimonio?" me mira, me sonríe y contesta "pues no lo tengo yo muy claro si vengo voluntariamente" y se empieza a reír. No puedo con él, ¿ni un momento a sí se lo puede tomar en serio? ¿Cómo? Imaginaos el momento, todo el mundo “partido de la risa”, hasta yo, que salgo en las fotos riéndome mucho y enseñando dentadura cual mula Francis. El concejal, muy hábil, tuvo respuesta, le dijo, bueno, pues aún tienes tiempo de pensarlo hasta la hora de firmar y acto seguido procede a hacerme a mí la misma pregunta, claro está, y me dice, después de esto, no sé si sería yo la que me lo pensaría. En fin... Tras la gracia del momento, seguimos con la ceremonia, ya sin más contratiempos y de repente, Jorge, me coge de la mano, me mira y con lágrimas en los ojos me dice: "te quiero, gracias por aguantarme y gracias por estar siempre ahí”.
No sé en qué momento su cabeza cambió el chip, pasó de estar haciendo la gracia a llegar a emocionarse de ese modo, pero él es así, es parte de su encanto y es una de las cosas por las que estoy locamente enamorada de él. Así que pasamos de la risa al llanto contenido por mi parte, desahogado por la de él en apenas unos minutos. Y así hasta finalizar la ceremonia. Ambos firmamos y consentimos, junto con los padrinos (testigos) y procedimos a hacer el paseo de salida donde nos esperaba la lluvia de arroz y confeti y como no, tras esto, ¡la traca! No entiendo esta tierra, no hay boda válida si no hay una traca.
Bien, pues ya era hora de irnos a comer. Nuestro restaurante, estaba en primera línea de playa, en la misma arena (Hotel Polamar) por lo que nuestra idea era que mientras los invitados tomaban el coctel de bienvenida, haríamos unas bonitas fotos por la playa. Pero claro, quién iba a pensar cuando iniciamos los preparativos que el día 14 de octubre iba a hacer ese día de sol y de calor. Así que, ¡la playa estaba abarrotada de bañistas! Y claro, no creo que procediera pasearnos nosotros por la orilla vestidos de faralaes y el resto del personal en bañador. Además yo tenía tantísimo calor, que lo único que quería era una sombra y algo fresquito. Así que, decidimos sobre la marcha, hacernos cuatro fotos en la terraza del ático del hotel, que tiene unas vistas maravillosas y ya con eso tenemos más que de sobras. Y así lo hicimos y en apenas quince minutos, estábamos ya con nuestros invitados listos para festejar.
El banquete fue todo un éxito, la comida exquisita, abundante y la atención y el trato maravilloso, así que todo fue perfecto y la fiesta, ¡pues hasta las tres de la mañana! Y ese fue nuestro día.
Espero no haberos aburrido mucho con tanto detalle, pero no quería dejar pasar nada, porque con esta narración, lo que trato es de haceros ver, a aquellos que estáis preparando vuestro día, que, aunque las cosas no salgan como lo planeáis o como lo soñáis, no tiene por qué ser malo. Todos los contratiempos y descontroles de mi boda, hicieron de ella algo mucho más especial y algo mucho más nuestro aún. Lo importante, es el paso que vais a dar y que lo disfrutéis al máximo, porque es algo que se recordará toda la vida.
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