La boda de Jorge y Ainhoa en El Olivar, Guadalajara

El momento de entrar a la iglesia del brazo de mi padre fue el más bonito y emotivo que yo había vivido con él, y ese momento en el que vi a mi futuro marido esperándome en el altar me hizo flotar en el aire y olvidarme de toda la gente que había a mi alrededor, éramos solo él y yo. Fue una ceremonia preciosa llena de risas y alguna que otra lagrimilla, pero al fin llegó el momento del sí quiero y fue perfecto.

De la iglesia directos a la finca, cuando llegamos nos estaban esperando con una copa de champan y nos dejaron unos minutos para que nos relajáramos y para que terminaran de llegar los invitados. Mientras llegaban también nos estuvimos haciendo fotos por los jardines que son una autentica pasada, llenos de fuentes de tinajas y de mil rincones donde hacer fotos de ensueño.

La entrada a la zona de cóctel fue en una calesa de caballos que nadie se esperaba y que quedaron impactados. Lo que tampoco esperaba nadie era que un coro rociero cantara La Salve, la cual fue dedicada a mi madre y a mi abuelo y tío que estos últimos no estaban con nosotros. Entre lágrimas y abrazos empezó la fiesta y el banquete y cuando nos quisimos dar cuenta era hora de irnos al hotel a descansar había sido un día muy largo lleno de emociones y de alegría.

Ahora dos años después de ese maravilloso día vamos a volver a revivir ese día pero desde otra perspectiva, desde la de los invitados, ya que se casan en la misma finca unos amigos, y tenemos un secreto no vamos dos, como ellos piensan, si no tres, pero eso todavía nadie lo sabe.