La boda de Jordi y Sheila en Avinyo, Barcelona
Rústicas Otoño Verde 10 profesionales
J&S
01 Oct, 2016El día de nuestra boda
Con una pedida de matrimonio por mi parte, después de nueve años de novios y casi un año de preparación, ¡había llegado el día!
La última semana antes de la boda fue algo surrealista. Tuvimos algunas bajas y todas ellas por parejas que se dejaban/divorciaban... Lo que no había pasado en un año, ¡estaba pasando en apenas 6 días! Tan sólo esperábamos que no fuese una premonición.
Llevaba una semana que llovía todas las tardes y el sábado amaneció nublado. Habíamos dormido juntos, en nuestra casa, y nos despertamos con una sonrisa bobalicona en la cara, ¡en unas horas estaríamos casados!
Nos quedaban algunos cabos pendientes de atar antes de separarnos, así que tocaba una ducha rápida, ¡y manos a la obra! Teníamos que colgar los carteles que indicaban cómo llegar al lugar, pasar por la bodega donde nos casábamos para ultimar algún detalle de la decoración y recibir a algunos familiares que habían venido desde lejos, así que nos pasó la mañana que no nos dimos ni cuenta. De pronto eran las 14:00 y mi peluquera y maquilladora llegaban a casa de mis padres a las 14:30, comimos lo que los nervios nos permitieron y nos despedimos, la próxima vez que nos viéramos sería para darnos el sí, quiero.
Seguir leyendo »Cuando la peluquera y la maquilladora tocaron el timbre, dentro de mi pensé: "Ahora ya sí, disfruta de cada segundo porque el tiempo va a empezar a volar"; y así fue, sin darme cuenta, eran las 16:45 (nos casábamos a las 18:00) y yo no me había puesto ni el vestido. Bueno, a decir verdad, ni yo, ni me madre, ¡ni mi padre! Así que empecé a vestirme sola en la que había sido mi habitación durante años. Al poco entró mi madre y me vio con la cara completamente desencajada y a punto de la lagrimilla y no, no era por la emoción, era porque las mangas del vestido me quedaban tan apretadas que casi ni me pasaban por el brazo. ¡Gabinete de crisis al rescate! Puesto que no tengo hermanas, ni primas y las amigas quería que se llevasen la sorpresa justo cuando entrase en la ceremonia, las únicas mujeres que había en casa eran la peluquera y la maquilladora, así que entraron en la habitación como un torpedo, primero para tranquilizarme y segundo para intentar buscar una solución. La verdad es que se portaron fenomenal y debo darles las gracias por ello. Medio solucionada la crisis con el vestido, salí hacia el comedor, había empezado a llegar familia a casa y eso me agobiaba un poquitín, pero no me quedaba otra, así que respiré y me repetí aquello de: "Disfruta de cada segundo". El ramo me lo entregó mi primo mayor, me leyó un verso (aquí en Catalunya es típico) y tras las fotos de rigor, había llegado el momento de salir de casa. Eran las 17:45, hasta la bodega dónde nos casábamos había unos 15 minutos de trayecto, así que, para una maniática de la puntualidad como yo, no íbamos tan mal de tiempo.
Me monté en el coche nerviosita perdida. Al llegar a la bodega y bajar del coche me temblaban las piernas, estaba hecha un flan y ver a mi padre igual de nervioso, ¡no ayudaba! Pero rápidamente se acercó Anna, una de las chicas de la bodega, me miró a los ojos, me dio un vaso de agua y me dijo: "Sheila, ya está, todo va a salir perfecto".
El tiempo había cambiado en pocas horas, hacía un sol radiante y para la fecha y hora que era, hasta hacía calorcito. Y empieza a sonar la canción de la entrada de Jordi, me emocioné y a su vez me dio rabia no poder espiar por un agujerito para verle entrar del brazo de su madre. De pronto, empieza a sonar mi canción, mi padre me agarró bien fuerte y me miró, no dijo nada pero lo dijo todo.
Efecto túnel, no vi a nadie, ni escuchaba ya la canción, sólo le veía a él, tan nervioso que se le notaba a lo lejos, ¡estaba tan guapo!
Jordi seguía temblando incluso cuando ya estábamos sentados y el juez había iniciado la ceremonia. No podía dejar de mirarle, incluso en algunos momentos, no escuché ni lo que decía el juez, pero es que el amor de mi vida se iba a convertir en mi marido en apenas unos minutos. La ceremonia fue corta, pero emotiva, justo lo que queríamos.
Salimos de la ceremonia con la canción de "Oficial y caballero" y al final del pasillo nos esperaba un pasillo de sables formado por los compañeros de trabajo de mi marido. Fue especial.
A partir de aquí, el tiempo empezó a correr más todavía. No queríamos perdernos el aperitivo, así que estuvimos poco rato haciéndonos fotos, en caso de que fuera necesario, ya nos haríamos una postboda, pero queríamos disfrutar de ese momento con nuestros invitados.
No paraban de pasar platos con una pinta increíble que yo no podía ni probar porque todo el mundo venía a decirme que qué bueno estaba todo, qué bonito el lugar, qué bonita la ceremonia y, pese a que he leído muchas veces que ese día no tienes hambre, ¡yo sí tenía hambre! El maître, que no nos quitaba ojo, no tardó en acercarnos algo de beber y de comer.
Vimos como los camareros iban dirigiendo a los invitados al salón. ¿Ya? Habían pasado casi 4 horas y ni nos habíamos dado cuenta. El maître nos preparó una mesa en la zona del aperitivo, para nosotros dos. Posiblemente ese iba a ser el único momento que íbamos a tener de intimidad hasta que llegásemos al hotel, así que aprovechamos para hablar, comentar, compartir impresiones y llegamos a una conclusión, ¡todo estaba saliendo a pedir de boca y estábamos más felices que nunca! Estaba siendo un día mágico.
Una vez en el salón y finalizado el banquete, nos llegó el chivatazo de que teníamos muchas entregas, no por nuestra parte que sólo había la entrega a los padres, ¡sino por parte de nuestros invitados! ¡Y así fue! Recibimos un montón de regalos y detalles, que nos emocionaron un montón. Entre ellos, un pastel precioso personalizado, ¡tan personalizado que incluso tuvieron en cuenta a nuestra hija peluda! ¡Nos encantó!
Y llegó el momento baile. A Jordi no le gusta bailar, pero quería tener baile, así que no nos complicamos, simplemente nos abrazamos y nos dejamos llevar por nuestra canción rodeados de nuestros invitados que le dieron un toque más romántico al encender las bengalas.
Después de desmelenarnos durante el baile, gracias al super dj que teníamos, llegó el momento de que todo acabase y justo ahí, te invaden sentimientos contradictorios. Por una parte quieres quedarte a solas con el hombre de tu vida, pero por otra parte quieres continuar, que nunca se acabe ese día que, aunque haya habido algún que otro contratiempo (acabé con los brazos amoratados de lo que me apretaban las mangas), ha sido nuestro día y para nosotros ha sido: ¡perfecto!
Pese a que tengo todos los recuerdos muy nítidos, me encantaría volver a casarme con Jordi una y mil veces más para revivir cada momento, cada sentimiento, cada emoción que vivimos ese día.
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