La boda de Javier y Soraya en Monasterio De Yuso, La Rioja
Elegantes Primavera Morado 2 profesionales
J&S
26 Abr, 2014El día de nuestra boda
Me levanté a las seis, cosa habitual en mí, para desayunar y sacar a mi “peludita” y marchar tranquilamente hacia la “pelu”. Total que para las siete ya estaba allí sentada. Empezó a llover que todo el mundo se puso súper nervioso, sobre todo el bueno del peluquero, que apenas sí atinó a hacerme algo ni medio parecido a lo que yo pretendía. Menos mal que una es guapa sin ayudas.
Salí de la “pelu”, cogiéndole el paraguas a mi honorable suegra, que no se quedó demasiado conforme con ayudarme a evitar que mi peinado se chafase a costa del suyo. Y así salí yo de la “pelu”, andandito hacia mi maquilladora, paraguas en mano y dando gracias que fuese agua lo que caía del cielo en vez de jarrones, que eso sí que duele.
Maquillaje sin incidencias y el chico del vídeo ahí estuvo, graba que te graba, como un campeón, acabamos y tiramos para casa, parecía que empezaba a amainar.
En casa, íbamos sobrados de tiempo, así que un café, una charla en familia y ya se echaba la hora encima, así que empecé a ayudar a papá a vestirse y acicalarse. Por fin le tocaba vestirse a la novia y ¿sola? ¡Ay Dios ¿quién me va a ayudar a vestirme?! ¿Pero qué clase de relajación tengo en mi cuerpo serrano que no he caído en esto? En fin, Margari, mi fotógrafo, amiga de toda la vida de mis padres, ni corta ni perezosa se animó enseguida. ¡Menos mal!
Seguir leyendo »¡Salimos de casa papa y yo tan requeteguapos! ¡Con un solazo ya de infarto! La gente me aplaudía por la calle, me besaban, me daban la enhorabuena, hasta llegar al coche, e incluso una excuñada mía me dio un abrazo inmenso y lloró de emoción al verme. Los transeúntes me echaron una mano a acoplar la cola una vez dentro del coche y ¡allá que vamos ,papi!
De pronto, vaya usted a saber por qué, oiga mi estómago se cerró, empecé a temblar y quería llorar sin parar, no sé ni cómo me contuve, solo sé que gracias a mi padre y sin él mismo ni saberlo, ese viaje se convirtió en uno de los recuerdos más maravillosos que guardaré de mi vida en mi corazón. Como mi papi siempre ha sido es y será mi persona favorita, que en todo momento y situación me apoya, me ayuda y me acompaña. ¡Gracias mi súper papá!
Una vez llegados y aparcados, que estaban de obras y el coche se tuvo que quedar arriba, pues coincidimos con la familia de Javi, que me echaron una mano con el vestido y demás y ya entramos. Todo el mundo ahí afuera esperando, saludé a todos, conversé un poquito e incluso el cura salió a por mí, a confesarme al entrar en el monasterio, si es que esto es un no parar ni para casarse una ¡oye!
La música ambientó todo momento maravillosamente y el lugar es idílico, así que no se puede una sentir más feliz y agradecida por el entorno y la gente que nos rodeó.
La ceremonia fue agradable, simpática y demasiado corta, la verdad me sentí muy a gusto y la disfruté de verdad, ¿por qué pasa todo tan deprisa?
Ya somos marido y mujer, ¡vivan los novios!
Fotos, más fotos y alguna foto más, un sol de justicia poética enmarcó ese momento, como si de un regalo divino se tratara.
Ahora a sacar a Glory, mi peluda, poco entiende de dueña casada o no. Solo sabe que se hace pipi y es su hora de salir. Eso fue un espectáculo, la gente haciendo fotos sin parar y la escena súper divertida, marido, mujer, padrino y perrita haciendo sus cosas. Otra curiosa anécdota que no pasó desapercibida, la verdad. La gente pitando, silbando, gritando, ¡felicitándonos! Otro gran momento, ¡si señor!
¡Oh, oh! Parece que se nubla, se nubla y ay carajo, en cinco minutos empieza de nuevo a llover. Corre que te corre al convite que ya se hace tarde, ¡caramba!
El cóctel se pasó al interior por la lluvia, con el pedazo de jardín que hay, en fín, incluso lo perfecto, si se modifica, ¡no queda mal!
Genial la comida, momento muy emotivo cuando agradecí a mis padres su ayuda y les di sus alianzas por sus cincuenta años de casados; todos llorando ahí a moco tendido. Postrecillo, brindis y a bailar.
Lo pasamos de rechupete, bailamos, reímos e hicimos la cabra. Me casaría mil veces más, ¡sin duda! y llegó la tan ansiada noche de bodas. Mis sobrinos, Javi y yo, los cuatro muy bien avenidos cual sardinillas en lata, ¡culminamos un día precioso para todos!
Aun me siguen diciendo lo bien que fue todo y eso es lo mejor que pueden decirme la gente a la que quiero.
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