La boda de Javier y Sara en Aranjuez, Madrid
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J&S
22 Feb, 2025El día de nuestra boda
Nuestra boda en un palacio del siglo XIX.
El día de la boda fue estresante desde el inicio. Mi pareja y yo acudimos al Palacio Silvela para arreglarnos. Habíamos quedado a las 10 en punto, pero nos encontramos con la puerta cerrada, así que, con las manos llenas portando la maleta, el vestido de novia y el traje de novio, tuvimos que llamar a todos los contactos del palacio. Cuando, por fin, nos abrieron, vimos que aún no habían decorado nada. Tampoco habían despejado el templete, que parecía un trastero lleno de muebles apilados. Más tarde, esto supuso un problema, ya que, a pesar de despejarlo y decorarlo con tules como habíamos acordado previo pago, no limpiaron el suelo, por lo que había una mancha oscura y grande que no quedó nada bien en las fotografías cuando hicimos el baile nupcial allí, lo que nos obligó a recortarlas para que no se viera.
Subimos arriba a las habitaciones y hacía un frío helador. En nada llegó mi maquilladora y su compañera, que iba a peinarme, porque Kyrana no sabía replicar el peinado que ya me habían hecho en otra peluquería, pese a haberle enviado varias fotografías del resultado. Incluso traje mi propio maquillaje al quedar descontenta en la prueba, de modo que fue todo un despropósito con ella. Me maquillaron y peinaron a la vez, algo que no se debería hacer, por mucho que quisiera convencerme de que se trabaja así; lo he hablado con otras novias y están de acuerdo conmigo: esa no es la forma de proceder. Además, se suponía que a las 12:00 tenían que terminar para poder vestirme con tranquilidad, pero eran las 12:20 y seguían maquillándome y rizándome el cabello; mientras que una aún no había empezado con el semirrecogido, la otra no era capaz de igualar ambos ojos con mi eyeliner. Al final, Kyrana terminó abandonando, algo muy poco profesional, teniendo que terminar de maquillarme la peluquera. Como estaba tan estresada y tuve que vestirme tan rápido, se me olvidó ponerme los pendientes.
Seguir leyendo »Fuera del palacio nos esperaba el coche que nos llevó al ayuntamiento. En la plaza nos encontramos con nuestros familiares y amigos. Una vez dentro de la sala, cuando pensábamos que todo iría bien, a la concejala Mercedes R. le apeteció montar un numerito, sorprendiendo a todos los presentes y dejándonos un mal sabor de boca. No fue el momento ni el lugar para aquello, por lo que, cuando fuimos, a la semana siguiente, a entregar el acta matrimonial, puse una queja formal exigiendo unas disculpas. Lo bueno es que, un mes después, me escribió disculpándose por correo.
Pese a todas las desdichas, además de que esa noche no pude dormir nada por los nervios, mi pareja y yo nos esforzamos muchísimo para que fuera un día memorable: escribimos unos votos emotivos para leer durante la ceremonia; seleccionamos unos lugares preciosos de postal para la sesión de fotos por Aranjuez, Patrimonio Mundial por la UNESCO; elegimos un palacio del siglo XIX, situado al lado del Palacio Real, para la celebración de nuestra boda; nos vestimos de gala: mi pareja eligió un traje azul marino con bordados dorados digno de un noble, con chaleco y corbatón, mientras que yo llevé un vestido de encaje, con corpiño, mangas largas, espalda descubierta y una cola larguísima de catedral. Por otro lado, seleccionamos todas las canciones, especialmente aquellas que se iban a poner en los momentos clave: acceso al palacio, corte de tarta, baile nupcial, pero también las canciones de la discoteca. Además, dimos clases de baile y practicamos muchas veces en casa para que el baile nupcial saliera perfecto. Incluso encargamos una preciosa y deliciosa tarta de dos pisos, que coronamos con unas figuras encantadoras. También nos encargamos de preparar los detalles para los invitados: unas llaves de aspecto romántico y antiguo, que servían de abrelatas, unidas a unas etiquetas con agradecimientos que guardamos en unas delicadas bolsitas con lazo blanco.
De regreso al palacio, entramos en un Rolls-Royce clásico mientras sonaba The Phantom of the Opera. En ese momento, nuestros invitados se encontraban disfrutando del cóctel, pero nosotros no tuvimos la ocasión, porque tuvimos que decidir entre hacer las fotos grupales o comer. Por otro lado, desde el palacio nos metieron prisa para que entráramos al salón a comenzar el banquete. Lo bueno es que nuestros invitados nos dijeron que les encantó la comida. Yo solo la pude disfrutar durante la prueba de menú, porque de los nervios me puse mala y, durante el banquete, tuve que subir arriba a vomitar. Lo que me recuerda que los baños no estaban en muy buenas condiciones, a pesar de haber insistido a la encargada, Ana S., en que debían estar todos limpios. Asimismo, he de decir un par de cosas: la tarta, que salió a la vez que se iniciaba la música, como se había acordado en el protocolo, lo hizo sin las figuras bien colocadas. Por otro lado, fue terminar el postre y no tuvimos tiempo de hacer sobremesa, ni siquiera para el café, porque el personal del palacio volvió a meternos prisa para que saliéramos a realizar el baile nupcial en el templete. La verdad es que, quitando todo lo malo, el baile nupcial fue una mezcla entre el baile en pareja de Elena y Damon de Crónicas Vampíricas, Elizabeth y Darcy en Orgullo y prejuicio, y un vals vienés. Realmente fue muy bonito y romántico.
Por último, tengo que mencionar que sufrimos varios apagones de luz en el palacio, algo que no debería haber ocurrido, sobre todo en la discoteca, ya que a esas horas había anochecido, así que nos quedamos a oscuras y sin música. Aunque después se arregló y continuamos como si nada. Hubo demasiadas cosas que no salieron como estaban planificadas, pues había un protocolo que habíamos preparado y que se debía seguir. Por eso, la única proveedora que recomiendo es Irene, de Sweet Monkey, quien realizó la tarta nupcial e incluso se encargó de traerla personalmente. La tarta fue espectacular, de dos pisos, barata y deliciosa.
A modo de conclusión, es cierto que, haciendo memoria, después de la ceremonia todo pasó muy rápido: los saludos y felicitaciones, la lectura de los votos, el intercambio de anillos, la salida del registro lanzándonos pétalos de rosa, la sesión de fotos en pareja por los Jardines del Príncipe y el Palacio Real, el cóctel en el Palacio Silvela y las fotos con los invitados, el banquete, el corte de la tarta con espada, el baile nupcial en el templete, la discoteca con barra libre y las despedidas. Sin embargo, después de aquel día, de nuestra esperada boda, la aventura no terminó allí, sino que continuó con nuestra luna de miel en Tailandia y Camboya. Pero esa es otra historia...
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