La boda de Iván y Lydia en Santa Maria (Isla De Ibiza), Islas Baleares
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I&L
14 Sep, 2019El día de nuestra boda
Ese día me levanté muy temprano, no porque no pudiese dormir, sino porque tenía peluquería a primera hora. Cualquiera que me conozca se reiría de saber que yo madrugaría para eso, sabiendo lo poco que me gustan las peluquerías y lo mucho que me gusta dormir. Había quedado con mi suegra para ir, y la peluquera vino con sus dos peques (lo que es importante mencionar para más adelante). Tenía el pelo por encima de los hombros entonces, así que lo llevé suelto; me lo había teñido rojo, lo alisaron y llevaba una diadema de rosas rojas. Me maquillaron un poco estilo rock. Lo gracioso de esta fase es que había olvidado mencionarle a la peluquera que vendría el encargado del vídeo de la boda para el reportaje, y al poco de comenzar a peinarme, apareció el susodicho y la peluquera me dijo: "Lydia, no me puedes hacer esto, si te iban a hacer un boys o algo, tenías que avisarme, ¡que habría dejado a los niños en casa!". No tardé mucho en arreglarme y mandé al reportero con mi pareja, que en ese momento entraba a la barbería. No se supone que le acompañase a él en un principio, pero tardaron poco conmigo y lo habíamos contratado para todo el día, así que había que aprovecharlo. A ninguno nos hace mucha gracia que nos enfoque una cámara, yo ya me había hecho a la idea, pero a él, que fue de improviso, le costaba no sonreír mientras le perfilaban la barba teniendo la lente a medio metro de la cara.
Seguir leyendo »Me recogió una amiga de la peluquería y fuimos a casa. Yo estaba muy tranquila dentro de lo que cabe, lo que llevaba peor es que no me dejaban beber/comer nada que no fuese con pajita. Bueno, eso y que dos días antes de la boda me resbalé en un barrizal e iba coja, y tuve que cambiar mis zapatos por unas enormes botas en las que cupiese mi enorme pie hinchado. Por suerte, el vestido las disimulaba. Justo terminé de vestirme, salí al salón y apareció mi pareja. Venga a esconderme en el baño, no me dijo para qué subió. Salí, subió otra vez, vuelta a esconderme y así un par de veces. Por lo visto había perdido el pantalón de su traje, ¡empezábamos bien!
Al rato se fue mi amiga, me quedé solo con mi hermano (el padrino); en ese momento tenía 16 años y estaba en plena crisis porque había perdido el papel con el discurso que había planeado. La cosa mejoraba por momentos, ¿había alguien que no hubiese perdido algo?
Llegaron el cámara y el fotógrafo, ¡me había olvidado de que tenían que subir a casa! Nos sacaron unas fotos a mi hermano y a mi haciendo el tonto porque no conseguíamos tomarnos en serio tanto postureo. Al poco apareció mi madre con mi tía, quien estaba más estresada y nerviosa que yo, y arrastró a mi madre al baño para que se arreglara rápido y saliese para las fotos. "Venga Chari, rápido, que te saquen ahí guapa con tu hija". Mientras mi tía sacaba a mi madre a empujones del baño, aún colocándose el vestido. "Espera, Mari, ¡que no encuentro las bragas!" Sí, otra que había perdido algo importante.
De alguna forma conseguimos hacer algunas fotos decentes y mi madre terminó de vestirse. Le había pedido a otra tía que me llevase ella, la cual llegaba tarde. Habíamos planeado que la ceremonia empezase a las 13 horas, y desde las 12:30 que no separaba la vista del reloj. No sé sí también habían perdido algo o si se habían perdido ellos, pero era la una y no aparecía ni cogía el móvil. A la una y poco me llamó que ya llegaban. Baja las escaleras coja, con unas botazas enormes, un vestido que ahora rozaba el suelo, la cola del vestido de bufanda, las escaleras mojadas por el diluvio de la noche anterior y unos nubarrones negros que podían soltar otra tromba de agua en cualquier momento; nos metemos todos apretujados en el coche y, como se dice aquí, "fe milles", es decir, tira que no llegamos. Aquí, he de decir que serían casi y media y yo fui un poco mala, por así decirlo, y le envié un mensaje a mi pareja: "¿qué? ¿nervioso?", mientras me reía para mis adentros pensando en la cara de llamarme de todo menos guapa que tendría en ese momento, ahí solo en el altar (altar figurado, ya que no nos casamos en una iglesia, sino que fue una ceremonia figurada en el mismo hotel, en realidad llevábamos casados legalmente casi una semana).
Por fin llegamos al hotel, pero corre que no llegas, me asalta la organizadora en la entrada y a la vez que me dice que no son horas, me dice que vuelva al coche, que hay que hacerme las fotos saliendo; pero corre, date prisa y vigila que no te pises el vestido. En un momento me estresé lo que no me había estresado el resto del día. Vale, las fotos, venga. Ahora, la entrada. Lo que me encantó, yo que no soy de fotos, es que por suerte, el padrino iba a mi derecha, que es donde estaban sentados los invitados, y se comió él todas las fotos y a la vez me hacía un poco de muro. El DJ nos había preparado una mezcla de la típica canción de entrada nupcial, en la que el padrino y yo nos situaríamos justo en la "línea de salida" y que al estar ahí habría como una distorsión y empezaría a sonar Highway to hell de AC/DC. Según los asistentes, la entrada más épica que han visto, y la idea es que llegara al altar antes del estribillo, en principio sin problemas, no estaba tan lejos. Pero lo que no estaba calculado es que me pararan para las fotos y la canción se acabó, miraron mal al DJ; pobre... no era culpa suya, y tuvo que improvisar algo.
Aparte de los imprevistos, las risas, del caos, los objetos perdidos, mi cojera... aún con todo eso, la ceremonia fue preciosa, sin quitar otra situación desternillante que es que en medio de la ceremonia nos hicieron cruzar nuestros brazos y darnos las manos, nada fuera de lo normal. El problema es que yo soy de mucho pecho y llevaba un escote poco sutil, y por si fuera poco, que mis amigas sobresaliesen tanto al presionarlas con mis brazos entrecruzados, tengo la costumbre de que cuando no tengo bolsillos, bolso o, básicamente, dónde meter el móvil cuando salgo solo con él, en plan lo justo y necesario, suelo sujetarlo entre mi pecho y la tira del sujetador, cosa que también hice (creo que sin querer) en esta ocasión, y al cruzar mis brazos y oprimir mi pecho como si llevase un corsé, que de hecho lo llevaba también, pues el móvil sobresalió por mi escote y mi marido empezó a descojonarse.
Sin más incidencias, terminamos la ceremonia, muy bonita, con la canción de Nothing else matters, una versión instrumental. Y mientras la gente se iba levantando, firmábamos en el acta (de mentira), hacíamos más fotos, etc. Vi que empezaban a hacernos pasillo provistos de cañones de confeti y puñados de pétalos... uf. Los invitados tiraban de nosotros para acribillarnos a besos, hacerse selfis, intentar ser los primeros en felicitarnos... y todo esto entre explosiones de papelitos de colores, cañonazos de pétalos artificiales que atentaban contra nosotros y la canción de Best of you de Foo Fighters. Cuando conseguimos llegar al otro lado del pasillo, la gente pareció huir en estampida a la terraza exterior, los nubarrones habían escampado un poco. Usé un poco de muro a mi marido y empecé a sacarme todo lo que había hecho canasta en mi escote, que no era poco, mientras agradecíamos que ya hubiese pasado. Y entonces, al salir a la terraza, nos esperaba otro pasillo, y este más largo, ya que la gente aquí no tenía que aglomerarse... uf (esto fue porque por el clima no sabíamos si podríamos hacerlo dentro o fuera del hotel, así que compramos pétalos artificiales si era dentro y pétalos de rosa reales si era fuera). ¿Quién iba a pensar que la organizadora haría los dos? Hasta el cámara nos comentó que era la primera boda en la que veía hacer dos pasillos a los novios.
Luego, bueno... fotos y más fotos. Fotos de pareja, posando, sin posar, con familia, con amigos... menos con la familia del novio, ¡que la mayoría salieron corriendo a por la barra libre en cuanto nos despistamos! Los invitados empezaron a entrar en el comedor y a buscar sus asientos. Los dividimos así: una mesa para mi familia (que solo venía la parte materna), otra mesa para la familia de mi marido (que venían ambas partes pero era casi igual de grande que solo la mía materna), nuestra mesa estaba entre estas dos, y enfrente, la de los amigos, que era una mesa enorme que iba de punta a punta del comedor, y a un lado, la de los niños, serían unos diez. Para cuando entramos los adultos, los niños ya habían comido y contraté a una empresa de animadores infantiles para que se los llevaran a jugar un rato y a hacer actividades. La verdad es que fue una buena inversión; los niños estuvieron contentos, entretenidos y se lo pasaron bien.
La idea es que nosotros entrásemos al comedor cuando estuviesen todos sentados, haciendo sonar Highway to hell justo en el primer estribillo, donde lo dejamos. No nos salió del todo bien la compenetración, pero no estuvo mal. La parte de la comida estuvo muy bien, escogimos buffet libre, estaba harta de comer mal en las bodas y me dije que en la mía me negaba a comer mal, aunque todo el mundo me decía que el día en que uno se casa es el día que menos come, pero yo me negaba a aceptarlo. Escogí una zona de entrantes fríos y otra de calientes, como canapés, pulpo a la gallega, un par de ensaladas, jamón serrano, gambas... y luego los principales, había algunos pescados y algunas carnes en salsa, también cosas más simples como escalopes, pasta boloñesa, patatas fritas... que será simple, pero es lo que más arrasaba; también había una paella que gustó mucho y al fondo había un puesto donde te cocinaban lo que quisieras al momento. Me encantó la comida de nuestra boda, nadie podía decir que había comido mal. Y durante la comida, Raquel, la organizadora que también hace espectáculos y números cómicos, hizo un show un poco más para adultos; nada pervertido, solo que no lo habrían entendido los niños, divertidísimo con interacción con los invitados. ¡Fue genial! ¡No podíamos parar de reír! Tras la comida, unos amigos nos quisieron dedicar unas palabras, que tuvo que ser un poco apresurado porque ya nos echaban del comedor; a fin de cuentas, serían las siete de la tarde y tenían un servicio de cenas en el hotel, es comprensible. Y volvimos a la zona donde celebramos la ceremonia, que ya la había adecuado Raquel para la fiesta, y la tarta se sirvió allí.
Aquí se repartió la tarta, que como somos un poco frikis, la cortamos con la espada de Zelda. Hicimos algunos juegos para interactuar, también uno en plan cuestionario a ver quien acertaba más preguntas sobre los novios, y le dimos un trofeo de chocolate a quien acertó más. También pusimos un fotomatón donde hacer el tonto y que quedase guardado. No sé... fue divertido. Poco a poco la gente se fue retirando, al final solo quedaron un puñado de amigos y el DJ, que lo contratamos hasta las doce, que era la hora límite de hacer ruido que nos daban en el hotel. Hacia eso de las 11 y media lo mandamos a casa, nos dio un gran servicio durante muchas horas y aunque la música era buena, ya nadie se iba a poner a bailar. Aún recuerdo cuando lo contratamos y hablábamos del tipo de música que queríamos, nos agradeció de corazón el que le pidiéramos encarecidamente que no pusiera nada de reggaetón.
La velada en el hotel terminó poco después cuando mi marido dijo "tengo hambre, ¿quién se apunta a cenar?" Encuentra mesa a medianoche para unas 20 o 25 personas. Tuvimos suerte y encontramos un sitio, el cocinero debió odiarnos. Lo gracioso aquí fue que íbamos todos elegantes para comernos una hamburguesa grasienta y una montaña de patatas. Pero lo más gracioso (al menos ahora al recordarlo lo es, en ese momento no tuvo ninguna gracia), es que al ir a pagar, mi marido se dio cuenta de que no encontraba su cartera y fue entonces cuando llamaron unos familiares suyos, que acababan de llegar a su casa en Palma de Mallorca (por cierto, toda esta historia pasó en Ibiza, que para quien no sepa son dos islas en Baleares), resulta que el primo de mi pareja había encontrado su cartera (la de mi marido) en el bolso de su mujer. Vale, en unas horas volábamos a Madrid para coger un vuelo a París y él no tenía ni DNI ni pasaporte, bien... seguimos con lo de perder cosas importantes. Afortunadamente, una amiga se ofreció a embarcarse en la misión de coger el primer vuelo disponible a Mallorca, recoger la cartera que debía llevar el primo, subirse corriendo al siguiente vuelo que era prácticamente al momento y llegar a Ibiza para interceptarnos en la cola de embarque de maletas (donde piden el DNI) para que pudiésemos irnos de luna de miel.
¿Y queréis saber qué pasó? Que cuando ella llegó a Mallorca, consiguió la cartera y embarcó en el avión, este se rompió. Tuvo un fallo eléctrico y los hicieron bajar. ¿horrible, eh?
Por suerte no era grave y les dieron a elegir si les daban billete para otro vuelo o si querían viajar en este pero sin aire acondicionado. Sin más contratiempos llegó a Ibiza, nos encontramos en la cola y hasta le dio tiempo a parar en la tienda del aeropuerto a comprarme unas toallitas desmaquillantes, que como no suelo maquillarme, ni me acordaba. ¡El mejor regalo que nos podían hacer!
Estos fueron nuestros proveedores. Fotos: Ibiza in love; vídeo: David Azurmendi; DJ: Javi P Events; organizadora: Raquel de Party Planet; ceremonia y convite: Hotel Simbad.
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