La boda de Iván y Irene en Canet De Mar, Barcelona
En la playa Verano Blanco 4 profesionales
I&I
23 Jul, 2016El día de nuestra boda
Vivíamos en Alemania cuando nos prometimos y quisimos casarnos en un lugar especial, en la playa, con encanto, diferente... Así que para no hacer viajar a todos los invitados, decidimos casarnos en Barcelona.
Entonces descubrimos BTakora, en Canet de Mar. Era simplemente perfecto. Una boda informal, en la arena de la playa, sin protocolos estrictos ni espacios limitados. Al aire libre.
Sin pesarlo dos veces, sin ni siquiera visitarlo todavía en persona, nos decidimos por celebrarla allí. (Más tarde decidimos volver a España para quedarnos).
Los preparativos a distancia fueron un poco caóticos, pero confiábamos desde el primer momento en que todo saldría bien y es que, ¿qué puede salir mal, si lo único que queríamos era hacer la ceremonia en la playa y luego hacer una fiesta en la playa con la familia y los amigos? Por suerte, el equipo BTakora cuida hasta el más mínimo detalle y hace que todo fluya.
La noche antes dormimos separados. Mis amigos de Argentina viajaron miles de quilómetros para poder asistir al evento por sorpresa, por lo que ese día tenía los nervios a flor de piel. Hasta entonces había estado bastante tranquila, pero su llegada, me emocionó tanto que desde ese momento, hasta que me bajé del coche para dar el "sí quiero" pasó volando.
Seguir leyendo »Mi amiga y vecina me peinó para la ocasión y otra de mis mejores amigas, se ocupó del maquillaje.
El vestido, lo compré un año antes por internet, en un arrebato de nervios por quedarme sin vestido, ya que no quería ir a una tienda de novias.
Quería gastar lo mínimo en el vestido, por lo que opté por un encaje informal de H&M y una corona de flores artificiales hecha por mí. Aunque he de confesar que el que llevé en la boda era el "plan B". Primero me compré otro que también me gustó mucho (de H&M también) el cual arreglé un poco. Le hice poner una cola de seda y unas perlitas para darle un toque más "de novia" pero en el momento en el que me fui a vestir, con el fotógrafo sacándome fotos ya, supe que no era el vestido con el que me quería casar. Así que saqué de la bolsa el que compré por internet, me lo puse y me sentí feliz. Era ese.
Fui en coche hasta Canet de Mar con mi padre y mi primo (que era mi padrino de bodas) el cual me entregó antes en casa el ramo y leyó unas palabras preciosas. Es como un hermano para mí. Y mi padre... ¡estaba radiante! Aunque le cuesta mostrar sus sentimientos, se le veía contento y cercano.
Mis cuatro damas de honor y mejores amigas me acompañaron en todo momento, vestidas iguales, desde que empecé a vestirme, hasta que me dejaron en el altar, delante del chico más maravilloso del mundo mundial.
Mi primo chiquitín iba lanzando pompas de jabón con una pistola, anunciando que llegaba la novia. Los dos sobrinos más pequeños de Iván hacían la entrada y llevaban los anillos. Mis chicas iban delante mío abriendo paso y por último entraba yo cogida del brazo de mi padre.
Ahora que han pasado unos meses, recuerdo aquel día como siempre pensé que quería que fuese. Queríamos disfrutar del día, de la compañía, el mar y la música. Y realmente fue así. Nos sentimos tan cómodos, que no nos creíamos el centro de atención, sino que era como si hubiésemos quedado para celebrar cualquier acontecimiento todos juntos un día de verano.
Los invitados reían, bailaban, comían, hablaban unos con otros. Nosotros fuimos de un lado para otro, relajados, como si fuésemos dos invitados más.
¡Suerte de Noemí y Paulo de Btakora que nos iban recordando que se acercaba el momento del brindis, del baile, de tirar el ramo, de la tarta...! Porqué estábamos tan a gusto que el tiempo pasaba y no nos dábamos cuenta de que había que hacer ciertas cosas que la gente esperaba ver.
La comida fue exquisita, todos quedaron encantados de poder comer y beber lo que les apetecía. De que no faltase de nada en ningún momento. De que grandes y pequeños estuviesen atendidos como no esperaban.
Para las copas después del baile, repartimos fichas de pocker que podían ser cambiadas en la barra por consumiciones. Así, los invitados crearon un ambiente de cachondeo, al intentar cambiarse fichas entre unos y otros por tabaco, un masaje, o lo que se les ocurriese en aquél momento. De esta manera, los que no bebían podían chantajear a los que buscaban más consumiciones.
Los más peques se lo pasaron genial con la chica que los entretenía y cuidaba. Y, aunque no se conocían de nada entre ellos, ¡jugaron juntos durante horas!
Gracias a Stuart Naph, que inmortalizó en pequeñas fracciones el día. Que fue flexible en todo y accedió a hacer un preboda diferente (no hicimos una sesión juntos, sino que Iván la hizo con sus amigos y yo con las mías).
Además, para los preparativos del mismo día, le hicimos ir a unas ruinas romanas que hay en el pueblo donde vivimos a hacer la sesión de fotos con la familia, después se acercó a mi casa donde me estaba peinando mi vecina y terminó comiendo con mi familia, mientras empezaban a llegar a casa de mis padres todos los que merecían un papel importante en ese día (además de vecinos que se acercaron a casa de mis padres a desearme lo mejor) mientras todo era un caos de cosas por en medio, gente sin vestir y una novia que no llegó tarde al altar, sino que llegó pronto y se tuvo que esperar en el coche.
Sencillamente natural.
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