La boda de Issam y Fátima en Sevilla, Sevilla
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I&F
10 Mar, 2018El día de nuestra boda
El día de mi boda fue un batiburrillo de emociones indescriptibles a las que intentaré dar forma en este relato. El día empezaba muy lluvioso, nuestra boda fue aprisa, ya que en nuestra religión el período de noviazgo es muy corto. Solo en tres meses preparamos la boda nosotros.
Tenía el vestido preparado en mi habitación, todo tenía un halo de sueño. La henna en mis manos aún estaba asentándose de la fiesta de anoche. La madrina dormía en la habitación contigua preparada para ayudar. Yo elegí unos minutos a solas en mi habitación para asentar todo. Tenía el ramo, las flores del coche, la maleta del hotel, maquillaje, etc. Las cosas se me iban de la cabeza y seguía mirando al cielo llorar.
Incluso pensé era una señal, ese matrimonio no debía realizarse. Estaba gafado (los nervios son traicioneros). Me centré en el presente, ya tenía las uñas pintadas, a la ducha. La madrina estaba más nerviosa que yo, pero lo disimulaba bien. Peinarme no sería complicado, un gran recogido con rosas era más que suficiente para mí. Ahora un pañuelo y a la calle.
Seguir leyendo »Nuestro coche nupcial era el de mi hermano. Nuevito. También emocionado. Pusimos las flores en el garaje metimos todo rápido y salimos para el hotel. Diluviaba. El hotel era una posada del siglo XVI restaurada, una maravilla con una gran atención. Estaba en el centro histórico sin parking y nos dejaron meter el coche en caballerizas. En el hotel esperaban la maquilladora (amiga mía) y una de las fotógrafas (otra amiga). Suerte tener tantas.
Empezamos sacando todo sobre la cama, parecía que no iba a poder llevar todo eso encima. A todo esto pensaba que no veía al novio hacía semanas, no podemos vernos antes de la boda. Los nervios eran latentes ¡había olvidado cosas en casa! Mi hermano fue a su busca con la hora un poco pegada en el culo. Empezamos con la ropa interior y maquillaje. La fotógrafa daba vueltas sacando mil fotos, el cancán zozobraba en las piernas; nada me parecía perfecto. No estaba acostumbrada a maquillarme y me sentía como una muñeca de porcelana, aquellas pestañas postizas dignas de Madonna. ¡Ay, ay, ay, yo así no sé si salir!
Toca turno al vestido y los mil apliques. El pesado velo y los zapatos apretaban. Sentía calor y me notaba caer el sudor por la sien. El padrino está en la puerta de la habitación, el novio espera en el patio central del hotel. Cuando llegué estaba de espaldas, temblaba. Podía ver la túnica blanca, el thobe brillante le llegaba al suelo. Envuelto en algodón blanco y dorado. El encuentro fue digno de una película. Nadie podía adivinar cómo me sentía. Queríamos abrazarnos, pero la gente nos esperaba en la Mezquita.
Aferrada a su brazo salimos del hotel. ¡El sol había salido! Y solo quedaban charcos. Éramos foco de atención por la calle. Una boda tradicional árabe en Sevilla no se ve todos los días. Fuimos caminando, apenas 70 metros después estábamos allí. Nos recibieron entre cantos y alabanzas. Una ceremonia sencilla y llena de emoción. Me regalaron flores y otros obsequios que no sabía dónde poner. ¡Estaba temblando! Después del decenas de cantos, unas palabras preciosas y una recitación de Corán por uno de los mejores de nuestra comunidad tomó la palabra el novio. Me dedicó unas bellísimas palabras al igual que al resto de presentes allí y que soy incapaz de reproducir. El intercambios de anillos fue tan veloz que no alcanzáron ni a fotografiarlo. Me sentía en un sueño, confuso y ruidoso. Todo pasaba muy rápido y no podía relajarme.
Rápidamente se montaron las mesas y aproveché para repartir los recordatorios de la boda y comimos allí mismo, de grandes fuentes de arroz con ternera y frutos secos, té de frutas y ensaladas. La tarta como colofón del almuerzo, en la que me permití una broma y robé el trozo de tarta de mi ahora marido de su cuchara en un último segundo, lo que provocó risas en todo el salón y que nos relajásemos un poco.
Salimos corriendo al coche nupcial para la sesión de fotos en el Alcázar. Aprovecharíamos el gran legado Almohade y Andalusí que dejaron nuestros ancestros en esta bella ciudad. Y fue el mejor momento del día, relajado, con risas. Disfrutamos como niños. Entre preguntas curiosas, mil fotos de turistas y felicitaciones varias pasó la tarde.
Ya cansados fuimos a una Tetería Árabe de la zona Aljarafe, preciosa. Para charlar y reposar un poco con aquellos que quisieron ser partícipes de ese momento. A pesar del cansancio, le echamos valor y decidimos ir un bar al que solemos ir, de esta guisa y sin reserva. ¡A lo loco! Cenamos cuanto quisimos y después de eso nos retiramos a nuestro hotel donde solo puedo decir que fue una noche increíble. Un desayuno en el hotel reparador y recoger todo fue la mayor pena. Terminamos el domingo paseando por el centro y recogiéndonos en familia. ¡Un finde inolvidable a pesar de los nervios!
Ahora estamos preparando la luna de miel que no pudimos hacer seguidamente pero que, sin duda disfrutaremos. ¡En cuanto pase Ramadán nos iremos a Marruecos!
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