La boda de Hèctor y Andrea en Arbucies, Girona
Al aire libre Verano Azul 3 profesionales
H&A
06 Sep, 2014El día de nuestra boda
Sinceramente, el día de mi boda fue el mejor día de mi vida, desde que conocí a Hèctor, mi ya marido. Pero toda boda tiene su "no sé qué", su historia que contar, con sus preparativos, sus nervios, sus anécdotas. Así pues, allí voy con la mía.
05.09.14
Queríamos una boda diferente, de la que todo el mundo se acordara, de la que todo el mundo disfrutara, y ¡así fue!
Todo empezó el día anterior, a eso de las cuatro y media, cuando con algunos familiares ya nos dirigíamos a Arbúcies. Con el coche lleno de bolsas para la decoración, los trajes, el vestido de novia, los regalos y la emoción por el fin de semana que nos esperaba, llegábamos a la Vinyassa, la casa rural que alquilamos para celebrar nuestra boda.
Una vez allí, todas las expectativas de tener una boda de diez se esfumaban con los primeros truenos y gotas ¡empezó a caer el diluvio universal! Y en medio de esa lluvia, el catering sin poder montar las mesas para el día siguiente. Como no, toda novia pretende que su día sea uno de esos días espléndidos en los que luce el sol por todos los rincones, así que imaginar mi cara en medio de charcos de barro y el suelo lleno de hojas de los árboles ¡un panorama!
Seguir leyendo »Por suerte, la lluvia cesó después de una hora y media sin tregua. Fue entonces cuando, los novios, aprovechamos para ir a comprar comida para el fin de semana. Nos cargamos de pizzas, patatas, refrescos y algo para el desayuno como cereales, pan, magdalenas, leche y zumo, ¡teníamos que alimentarnos bien para el día que nos esperaba! Y así, cargados como si no hubiera mañana, volvimos a la que yo llamaba "la casita de Blancanieves".
Al volver, y tras despejarse un poco el cielo, empezaron a llegar más familiares que pasarían ese finde con nosotros. Todo parecía ir viento en popa a pesar de que, algunos, me querían poner más nerviosa enseñándome el tiempo del día B en aplicaciones del móvil (todo apuntaba a que volvería a caer otro diluvió); pero, en esos momentos, en los que ves que los familiares se conocen por primera vez, solo piensas en relajarte y disfrutar de ese momento, rodeada de la gente que más quieres.
Cenamos todos juntos, charlamos, reímos, hasta que algunos empezaron a irse a dormir, mientras que los jóvenes nos quedábamos dando guerra: ¡una botella de vino blanco nos esperaba! Y así, entre bromas y copas, nos dieron las dos de la mañana, hora de "hacer un pensamiento" e irse a dormir.
Una vez tumbada en la cama, no paraba de pensar en el día siguiente; me costó dormir una barbaridad y, no sé si llegué a dormir apenas cinco horas esa noche.. ¡Los nervios comenzaban a recorrerme!
06.09.14
Cuñado
07:36h
Se casa mi hermano, mi amigo, mi héroe. Esa persona con la que he compartido mi vida entera, con el que compuse la canción más chorra del mundo llamada "somos gordos, gordos, gordos...", él mismo que me abrió la cabeza contra el pico de la cama, el mismo con el que pasé 4 años de mi vida encerrado en casa solo jugando a un videojuego, el mismo con el que he compartido tantos momentos, tantas conversaciones.
Todo parece muy triste, y aunque lo estoy, igual que el momento que fui a contarte algo, como hacia cada noche y ya no estabas en esa habitación de al lado, estoy contento, porque eres feliz con una mujer maravillosa, esa que te espera en unas horas en el altar, cuídala, igual que espero que ella te cuide a ti y me hagáis tío, el tío que tiene al mejor hermano y cuñada que se pueda tener, sed muy felices.
Os quiere, Edgar.
Cuñada
07:40h No puedo dormir
07.40h ¿Has visto lo que os a dedicado Edgar? ¡Qué preciosidad!
Yo
07.53h Estoy despierta
07.54h Voy para allí
¡Y así empezaba la mañana! Con mi cuñado dedicándonos palabras bonitas en las redes sociales, mi cuñada en la casa de al lado sin poder dormir y hablando conmigo por Whatsapp y, yo, mirando por la ventana preocupada por si llovía. Ya estaba con las emociones a flor de piel de buena mañana.
08.10h
Caminando hacía a la casa de al lado, donde dormían la mayoría de los invitados, me iba fijando de nuevo en el cielo ¿lo mejor? Las nubes me daban tregua y el sol amanecía temprano para relajarme, ¡el día pintaba de lo mejor!
Llegué, y mi cuñada ya me esperaba para desayunar. Era la primera hora de la mañana y, ya estábamos preparando tostadas y desayunando cereales con leche, zumo y café, ¡había que coger energía para todo el día!
Poco a poco, la gente fue despertándose y uniéndose al desayuno de las más madrugadoras. Seguimos con las charlas, en este caso matutinas y con pelos de recién levantados, pero con esa ilusión de que era un día importante.
Al cabo de unos minutos, cuando empezábamos a recoger la mesa, llegaba mi cuñado Edgar, el pequeño de los hermanos, que no pudo estar con nosotros la noche anterior por el trabajo. Fue precioso ver como se abrazaban él y mi marido, ¡emocionante! Luego, obviamente, fui yo a abrazarle y a agradecerle esas palabras tan bonitas que nos había dedicado de buena mañana.
09.00h
Las chicas y yo, nos pusimos manos a la obra y, empezamos a montar los centros de mesas y colocándolos en su sitio; movimos algunas sillas para que cuadraran perfectamente y, montamos también el rincón de las firmas, con algunas flores, cajas de madera y velas perfumadas.
Sin darnos cuenta, ¡ya habían pasado como dos horas! Eran prácticamente las once de la mañana y ¡la ceremonia todavía sin montar! Corriendo para un lado, corriendo para el otro, banco para arriba y banco para abajo.
- Diego, ¿puedes traer la caja de flores?
Todos colaborando en cualquier detalle. Empezamos a colocar los tarros en los bancos, decorándolos con florecillas azules; mi mejor amiga y mi suegra, inventando una manera para que los conos con los pétalos de rosas, aguantaran en la bandeja sin caerse. Los dueños de la casa barriendo todo el suelo con el rastrillo, para quitar las hojas que había dejado la tormenta del día anterior y dejarlo todo perfecto. Estábamos tan involucrados en la decoración que no nos dábamos cuenta que el tiempo corría y, no a nuestro favor precisamente..
De repente, y mientras seguíamos decorando el altar:
- Andrea, ¿a qué hora tenían que venir a peinarte y maquillarte?
- Sobre las doce, ¿por qué?
- Son las doce y cuarto
Mi suegra, tan perspicaz como siempre, recordándome la hora para poder arreglarme con tiempo pero ¡ya era tarde! Cuando miré mi móvil y me dí cuenta de la hora que era, ¡casi me da algo! Pero fue peor cuando, me fijé que tenía dos llamadas perdidas de mi estilista y una de mi fotógrafo; empecé a ponerme muy nerviosa porque nos habíamos entretenido mucho en los centros de mesa y, aún faltaban cosas por decorar como el rincón de los recuerdos, los nombres en las mesas, colocar el vinilo para las firmas y, lo más importante, ¡ducharme y depilarme!
Con los nervios de la tormenta del día anterior y la preocupación de como amanecería, ni tan siquiera me había preocupado de mí misma. Cuando llegó Diana (mi estilista) con su ayudante, lo primero que me pidió fue disculpas por retrasarse pero, al ver mi cara de "estoy estresada" y enterarse que aún no me había ni duchado, la cara de sorpresa se la llevó ella. Me dijo que comenzaría a prepararlo todo, pero que no me retrasara mucho, que más valía que sobrara tiempo a que faltara; seguí decorando entonces, aprovechando los últimos minutos, mientras ella y su ayudante iban a preparar el "tinglado".
Intenté seguir ultimando algún que otro detalle pero, no podía perder más la mañana porqué se me echaba el tiempo encima para poder arreglarme. Las chicas me preguntaron que faltaba por decorar, se preocuparon en tranquilizarme y me dijeron que en ese momento, tenía que estar por mi, que ellas se encargaban. Y, así fue como, entre todos, se pusieron manos a la obra para acabar de decorar, cosa que, sin ellos, me hubiera sido imposible..
Antes de subir a arreglarme, mientras me dirigía a mi habitación, recibí a más invitados, que llegaban sorprendidos por todo el revuelo de la gente decorando. ¡No sabían que estaba pasando! Se lo expliqué rápido y, enseguida, se pusieron manos a la obra para ayudar con la comida. ¡Todos participando como si la boda fuera el último acontecimiento del año! Era increíble.
13.00h
Una vez acabada de duchar y de depilarme a toda prisa, me arrepentí mucho de no haber adelantado algo la noche anterior, porqué en ese momento estaba atacada de los nervios por la hora que era, pero, a pesar de haber empezado a arreglarme a la una, en vez de a las doce como estaba previsto, íbamos bien de tiempo gracias a la ayudante que trajo Diana y, eso, me ayudó a relajarme y poder comer algo, aunque fuera entre rulo y rulo.
Al poco tiempo de empezar a maquillarme, llegó mi fotógrafo, y lo primero que me dijo fue: "¡ya ha llegado el día! ¿nerviosa?" Manel, no solo es un estupendo fotógrafo, sino una gran persona y un "tío muy enrollado" con el que te ríes sí o sí. Me decía "ahora vengo" y volvía después de diez minutos, chorreando en sudor, tras haber hecho unas fotos. Me dedicaba unos cuantos disparos y se volvía a ir a ver al novio, a los invitados, a fotografiar la ceremonia, los detalles. Me alegré mucho de haberlo escogido a él para relatar mi historia.
Y así, sin darme cuenta, pasaba el tiempo volando. La gente no paraba de entrar a la habitación, me decían que estaba muy guapa, mi cuñada bromeaba conmigo diciéndome que estaba "total" con los rulos en la cabeza y que podía ir así a la ceremonia. Empecé a pensar que esos momentos no volverían jamás y que tenía que disfrutar de cada detalle, así que me relajé del todo y empecé a reírme con ella, y con el resto de invitadas que había en aquel espacio tan pequeño. La verdad, que los preparativos fueron muy divertidos y, Manel, siempre con sus tonterías, te hacía reír a carcajadas.
16.00h
Alrededor de las cuatro, el novio prácticamente ya estaba listo y podía escuchar cómo se reía con sus padres en la habitación de al lado. Yo no paraba de recibir mensajes de la gente, a través de las redes sociales y Whatsapps. A cada mensaje que leía, más feliz estaba por lo que iba a pasar en breves momentos. Sin darme cuenta, habían pasado los meses y, por fin, faltaba apenas una hora para ser una mujer casada, para mi gran día.
Cuando mi madre ya estaba vestida y el novio estaba a punto de caminar hacia el altar, viví uno de los mejores momentos de una novia el día de su boda: ¡hora de ponerse el vestido! Con mucho cuidado de no ensuciarlo y con mi hermano mirándome, contento por el día que nos esperaba, mi madre me subió la cremallera y dijo. ¡ya está! Las palabras mágicas que en realidad significaban "llegó la hora". Fue, en ese momento, cuando los nervios volvieron: todo mi cuerpo estaba temblando, tenía mariposillas en el estómago, la calor no nos daba ni un pequeño respiro.. Sin embargo, en esos momentos, siempre aparece la persona que te rescata; en mi caso fue mi padre: esa persona que, con unas coca-colas en mano, quiso brindar por ese momento tan íntimo antes de convertirme en una mujer casada. Y así fue como, mi madre, mi hermano, mi padre y yo, brindamos juntos por la nueva vida que me esperaba y porque estuviera llena de esa felicidad que siempre había demostrado junto a Hèctor. Uno de los momentos más divertidos y que recordaré con mucho cariño.
16.30h
Acercándose la hora de la ceremonia, mi hermano me dedicó unas palabras antes de entregarme el ramo. Llevaba días pensando que, con lo cabeza loca que es, se olvidaría de escribirme algo bonito pero, cuando lo vi enfrente de mí, con la cabeza agachada, y vi que me cogía la mano, supe que lo que me iba a dedicar, no era un simple discurso.
Y con un "cuando te miro a los ojos", empezó sus más sinceros pensamientos. Todo lo que me decía estaba tan lleno de amor, que me hizo llorar a cada palabra, a cada frase. Desde el minuto uno hasta el abrazo que me regaló cuando terminó, no pude parar de expresar la felicidad que me hacía ese discurso salido del corazón, la felicidad que me hacía y me hace, el tener un hermano como él.
16:45h
Con la cabeza llena de todos esos momentos que Hèctor y yo habíamos vivido juntos, con la cabeza llena de todos esos viajes, escapadas, los momentos tirados en la cama sin decir nada, las risas, los besos. Con la cabeza llena de cien mil cosas que había vivido con la persona que más he querido en mi vida, me dirigía hacia el altar, con una preciosa canción de fondo “Until the last moment” del pianista Yanni. Sinceramente, en el momento de caminar hacia el altar, estaba tan preocupada por el hecho de que Hèctor pensara que estaba radiante, que apenas oí una nota de la canción.
Días antes, imaginé mi camino envuelta en un mar de lágrimas, porqué cuando la escuchaba en casa, me emocionaba sin remediar echar alguna lagrimilla; sin embargo, en ese momento, estaba tan nerviosa, que no pensaba en otra cosa que en sentarme al lado de él y que me cogiera de la mano para tranquilizarme.
Y fue así como lo viví, con nervios pero intensamente.
17.00h
La ceremonia empezó con las palabras del alcalde dirigiéndose a los invitados. Como en toda boda, siempre está la parte aburrida y la parte más entretenida pero, a pesar de tener que leer esos artículos obligados en cualquier ceremonia, lo hizo lo más ameno que pudo.
Mientras todos estaban atentos a lo que decía, por fin, pude tener mi momento íntimo con Hèctor. Le miré y, sin creérmelo, estaba solo pendiente de aquel hombre, escuchándolo como si le interesara todo lo que estaba diciendo. Le apreté la mano para que me mirara y le pregunté "¿qué te pasa?" a lo que me contestó "estoy escuchando lo que dice". En ese momento, me di cuenta que estaba más nervioso de lo que hubiera imaginado. Le relaje un poco y le dije que me mirara a los ojos, que ese momento era nuestro. Fue entonces cuando me dedicó una mirada y sonrió en medio de ese largo discurso que no acababa nunca.
Tras varios minutos, llegó el momento de los anillos y los votos. Fue uno de los momentos más románticos, cuando él me leyó lo que me había escrito y yo también le dedicaba mis palabras:
Hèctor
A veces me pregunto ¿y si todo el mundo pudiera controlar el tiempo a su merced? Seguro, que cada quién escogería los momentos más felices vividos y los volvería a vivir una y otra, y otra, y otra vez.
A mi me sucedería algo relativamente distinto: yo pararía; detendría el tiempo cada vez que estoy contigo, cada vez que me abrazas, que te abrazo, que me besas o que te beso.
Esos momentos, no los cambiaría por nada del mundo y, por nada del mundo, te cambiaría a ti.
Andrea
Hoy, hace justo cinco años, me regalaste el primer beso y todavía, aún siento esa sensación de estar volando. También, recuerdo la tarde en la que te declaraste diciéndome: "a mi me da igual el cómo, yo solo quiero estar contigo".
Fue entonces cuando tuve claro que eras la persona con la que quería compartir el resto de mi vida y, no solo eso, también eras, y eres, mi mejor amigo, mi confidente, mi apoyo, mi otra mitad.
Por eso hoy, prometo cuidar siempre este sentimiento, prometo estar a tu lado, reír en los buenos momentos y llorar contigo en los malos. Prometo no olvidar nunca que esta historia es única y que tú, eres el gran amor de mi vida.
Fueron unos votos muy sinceros, llenos de amor y de todo lo que sentimos el uno hacia el otro. La gente se emocionó mucho y aplaudían a cada beso que nos dábamos al acabar de dedicarnos esas palabras.
Poco después, llegó el momento que todos los novios esperan oír:
- Yo os declaro, marido y mujer.
Y así, como pareja recién casada, nos fundimos, no en uno, sino en dos, tres, cuatro y hasta cinco besos, llenos de abrazos y sonrisas por ese momento único, rodeado de las personas que más quieres y, que están ahí, aplaudiendo porqué son felices al igual que tú, porqué son felices, simplemente, por poder compartir ese día tan especial contigo. Un momento inolvidable, envuelto de un escenario espectacular rodeados de árboles, un sol radiante y algún que otro "vivan los novios".
Tras acabar de firmar como marido y mujer, la gente nos esperaba con los conos de los pétalos en las manos. Y, al ritmo de “I Don't Want to Miss a Thing” de Aerosmith, tuvimos un paseo muy divertido, con la gente gritando "vivan los novios" y tirándonos los pétalos de rosas a nuestro paso. Nosotros, solo podíamos disfrutar del momento, los nervios ya habían pasado y ahora solo tocaba disfrutar del resto del día, con todo lo que habíamos preparado, con los aperitivos, las fotos, la música, los regalos. Solo quedaba pasarlo bien.
19.30h
Tras haber pasado la ceremonia y, disfrutar de la sesión de fotos y algún aperitivo que otro, comenzó a nublarse como el día anterior. Al poco rato, escuchamos unos cuantos truenos. Mi cuñado, me intentaba tranquilizar diciéndome que eran las fiestas del pueblo y eran petardos pero, dentro de la inocencia de esas palabras, yo sabía que estaba a punto de caer, de nuevo, otro diluvio; el calor sofocante que tuvimos durante todo el día, era un aviso de lo que se avecinaba. No tardó ni dos segundos desde que mi cuñado me dijera que no llovería, que empezaron a caer las primeras gotas. La gente empezó a resguardarse debajo del porche, el catering movió las mesas para que pudiéramos seguir con el aperitivo y, en un cerrar y abrir de ojos, ¡comenzó a granizar! No podía creerlo.. Parece que alguien allí arriba nos quería mucho y, nos había concedido una mañana tranquila pero, sin poder retener más esas nubes negras, tenía que dejar que el día continuara tal y como estaba previsto: con tormenta.
No duró mucho y, así como el día anterior, fue cuestión de hora y media que cesara, el tiempo justo como para entrar al salón a disfrutar de la cena y del fresquito que había dejado la lluvia. Realmente, agradecí el clima, porque puedo decir que el día de mi boda fue mágico en todos los sentidos, disfrutando tanto del sol como el romanticismo de una tormenta de verano ¡Fue un día completo!
20.45h
Los invitados comenzaron a ponerse cómodos en sus asientos y, una vez se sentaron, antes de compartir con ellos la cena, les pusimos un vídeo (grabado por nosotros) sobre lo que sentíamos el uno por el otro; la gente lo disfrutó mucho, incluso se reía de algunas de las escenas. Cuando acabó y, mientras aún aplaudían por el vídeo, Hèctor y yo entramos al son de “Crazy, crazy nights” de Kiss, una canción con ritmo y divertida para la entrada de los recién casados. Todos seguían la canción con palmas y algún que otro grito animando al novio a que bailara.
Al rato, estábamos ya cenando, disfrutando de cada plato, así como el postre y el pastel. Hubo momentos muy emotivos después de cenar, como la entrega de regalos a los padres, mi tío y los hermanos. También regalamos mi ramo a la única soltera de la boda, mi prima. Uno de los momentos más emotivos, fue cuando le dediqué una canción a Hèctor; no era precisamente una canción de amor, pero sabía que él se emocionaba mucho con ella. No pude terminarla por los nervios pero, solo con que él estuviera a mi lado en ese momento y, el abrazo que me regaló después, hizo darme cuenta que mereció la pena dedicarle ese momento y que, volvería a repetirlo sin dudar. Otro de los momentos emotivos de la boda, fue cuando una amiga me dedicó unas palabras y un poema: lloré como una magdalena, me tocó la fibra sensible y no pude parar de llorar, hasta que pude abrazarla y agradecerle ese gesto tan bonito. Tras ella, continuaron amigos de la familia que son como mi familia: mi tía y mi prima dedicándome un discurso entre emotivo y divertido, en el que dedicaron unas palabras para recordar a los que se fueron, y brindaron por los novios junto con el resto de invitados. El lado divertido lo puso un amigo de Hèctor, con su discurso "como sabéis todos, a mi me conocen por ser un hombre mujeriego" en el que mi suegro se tronchaba de risa y el cual fue el broche final de las dedicatorias, que acabó entre aplausos y ovaciones.
23.30h
Llegó el baile de los novios, con la canción de “A thousand years” de Christina Perri cantada con Steve Kazee. Con las luces apagadas, las velas de las mesas encendidas y una sola luz enfocándonos, fue uno de los momentos más románticos que viví ese día, porqué solo existíamos él y yo, nuestras miradas y sonrisas y los "te quiero" que nos dedicábamos. Tres minutos en los cuales se detuvo el tiempo y disfruté de él, abrazándome y mirándome con los ojos medio llorosos.
Y tras el baile tan esperado en una boda, llegó también otro baile con mi suegra y mi padre como protagonistas, que salieron a bailar con nosotros una canción épica, “La vie en rose” cantada por Mireille Mathieu, para dedicar también un momento a mis raíces francesas. Mi padre se emocionó mucho recordando a mi abuela, a la cual le encantaba esa canción y, como a él, a mí también se me escapó alguna que otra lágrima. Fue un momento íntimo entre padres e hijos, y que dio paso al baile final o, en otras palabras: ¡la discoteca!
05.00h
Y nos dieron la una, las dos y las tres y, cada vez, íbamos quedando menos. Lo bueno que tiene alquilar una casa rural, es que te puedes ir a acostar cuando se te empiezan a cerrar los ojos, porque solo es andar dos pasos y estás en la cama. La gente bailó mucho y aguantó todo lo que su cuerpo le permitió, pero sin embargo, solo quedamos algunos valientes que, tras el desfase, y una vez que el DJ también fue a acostarse (dejándonos el equipo), comenzamos a bailar canciones de la infancia, a cantar con el micrófono en mano, un amigo haciendo el papel de dj y otros borrachos como una cuba que te dedicaban frases como "sois la pareja perfecta, os quiero".
Fue una gran noche, lo pasamos en grande, reímos mucho, acabamos con las corbatas en la cabeza, las chicas sin apenas maquillaje, todos afónicos. Acabamos la fiesta alrededor de las 5 a.m. con un desfase indescriptible pero, un desfase que volvería a repetir día tras día con las mismas personas: únicas e inigualables.
El mejor día de mi vida, por Andrea Thibaudeau.
Servicios y Profesionales de la Boda de Hèctor y Andrea



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