La boda de Germán y Raquel en Illescas, Toledo
En el campo Verano Verde 9 profesionales
G&R
08 Jun, 2019El día de nuestra boda
Fue un día mágico. Mientras esperaba a la peluquera y maquilladora, escribí los votos para la ceremonia (yo soy así, de trabajar bajo presión), en la casa de mis padres, la que me vio crecer, me peinaron y maquillaron aún mejor de lo que lo hicieron en la prueba. Llegaron los fotógrafos, y comenzaron los nervios, parecía una película. Se me hizo tarde, y tuvimos que ir un poco deprisa por la carretera, mientras el resto de coches nos pitaba y sonreía al ver que era el coche de la novia (¡qué vergüenza y qué divertido!).
Llegué 10 minutos tarde, y ya estaban allí todos los invitados. El lugar era precioso, un pequeño jardín en una finca, justo lo que queríamos, todo decorado con flores. La ceremonia fue por un rito celta, que sirvió para mostrar el modo en el que nos amamos. Mis primas dicen que tenemos el récord de hacer llorar a 100 personas a la vez en menos de cinco minutos (durante los votos). Todo el mundo participó, ofreciéndonos sus deseos para la vida que íbamos a comenzar, y yo me emocioné bastante la verdad, pero eso no me importó nada. Solo sentía el cariño de toda la gente que se había reunido para ser testigos de nuestro amor, y eso me pareció una de las cosas más bonitas que pueden suceder en este mundo.
Seguir leyendo »Después, durante el cóctel, nosotros desaparecimos y foto va, foto viene. No probamos muchas de las cosas que nuestros invitados sí, pero fueron momentos preciosos que ahora tenemos inmortalizados.
La cena gustó a todo el mundo (o eso nos han dicho). Y durante la misma, sorprendimos a nuestros padres, y cuñados con unos regalos para ellos. Después fui yo la sorprendida, porque mi chico apareció con un regalo para mí: una rosa roja eterna en una urna de cristal, como la de la Bella y la Bestia. ¡Si es que sabe dónde me duele!
Durante los postres, les dimos los regalos a los invitados: unas botellas de aceite de oliva, ya que la ceremonia era celta, y el tema era la naturaleza, este regalo era el mejor que podíamos dar.
Luego vino la fiesta, y para dar comienzo al baile, mi chico y yo hicimos una coreografía de una canción (mezcla de dos de las canciones más importantes de nuestra relación), que llevábamos meses practicando, y os lo recomiendo muchísimo, porque en las clases de baile lo pasamos de maravilla, y entre tanto estrés de preparativos, las clases eran nuestro recreo y nuestro pequeño secreto.
La fiesta duró hasta las 4 de la mañana, aunque yo no aguanté los zapatos durante tanto tiempo y acabé en deportivas con mi vestido de novia, y las risas que nos llevamos aún hacen eco en la carpa de la fiesta.
Al terminar, nos fuimos a un hotel para pasar la noche, con la sensación de haber vivido un día mágico.
Han pasado casi tres meses desde ese momento, y aún me sorprendo recordando cada detalle, cada sonrisa, cada broma de nuestros amigos, el photocall, los preparativos, las canciones... Y esa sensación no tiene precio.
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