La boda de FRANCISCO JAVIER y ANA VIDAL en Padron, A Coruña

De repente mis organizadores de boda me avisaron de que ya era hora, en ese momento entró mi padre a buscarme, él no me había visto nunca vestida de novia, porque no vino ni el día de la compra ni en las pruebas, quiso que le sorprendiera ese día. Se emocionó un poco al igual que yo, ya que estamos muy unidos.

Bajamos las escaleras y nos situamos en la zona del paseo, de repente era el momento y me puse un poco nerviosa, empezamos a andar y para ser sincera no vi a casi nadie, estaba centrada en llegar a la capilla y ya ver a mi prometido.

Al llegar y sentarme a su lado vi su sonrisa y su lágrima asomando, estábamos realmente feliz, ya sólo por ese momento valía la pena todo el esfuerzo que habíamos hecho.

En algún momento aproveché para mirar a la gente, puesto que estábamos sentados de lado, y no pude evitar mandar unos cuantos besos a las personas que allá estaban y que para mí eran super importantes.

La misa fue fluyendo y se pasó rápido, la verdad es que hay momentos de los que no me acuerdo.

Al acabar el cura que nos casó, que es tío de mí ya marido, nos tenía una sorpresa, nos regaló la bendición papal.

Leyeron unas palabras mi prima, en su nombre y el de mi primo, para mí son como mis hermanos, ya que no tengo; y mi cuñado; y acabamos llorando, fue increíble esa sensación, porque lo que estaban haciendo era demostrándonos su amor.

Hicimos muy pocas fotos en la capilla, ya que era un sitio pequeño y había mucha gente esperando fuera, la familia directa, mis padres, mis abuelos, mis suegros y mi cuñado.

Salimos al son del himno gallego, que aunque parezca mentira ya que yo soy la gallega, fue mi marido el que lo pidió. Aunque porque negarlo a mí me encantó.

Más tarde un amigo mío, nos bailó el aurresku, no sé cómo, se apañó con los gaiteiros para que sonaran lo más adecuado posible, este era una de las sorpresas que le quería dar a mi marido, y que le hizo ilusión.

Inmediatamente ya pasamos al patio donde iban a tener los aperitivos, saludamos a la gente y nos fuimos a hacer las fotos en el propio pazo para no perder mucho tiempo, una vez que acabaron nuestras fotos, ya empezamos a hacer las que correspondía con los invitados.

Ya cuando acabamos, pasaron los invitados al salón, y fue cuando aprovechamos mi marido y yo para coger dos pinchos, ¡porque no nos había dado tiempo ni a olerlos! Y él había dicho que sin pulpo no pasaba en su propia boda, que por cierto nos tuvieron que poner en la mesa presidencial.

En medio de las comidas aprovechamos para dar los regalos sorpresa para la gente importante para nosotros.

Una vez acabado el menú, como sorpresa para los invitados, contratamos un bruxo para hacer el ritual de la queimada, cosa que encantó a los invitados.

Una vez acabado eso empezó la fiesta, no sin antes hacer nuestro baile, como mi marido es un poco tímido y dice que es descoordinado para el baile, lo que hicimos fue bailar la canción de Titanic de Celine Dion, "My heart wil go on", y he de decir que fue estupendo porque nos olvidamos de todos y de todo, ese fue nuestro momento.

La única pena que tengo es la de no poder pasar todo el tiempo que quería con mucha de mi gente porque entre fotos pendientes, gente que se iba y se quería despedir, nos medio secuestraron en mucho rato… pero bueno, yo ya estoy maquinando de hacer en uno de nuestros aniversarios, por ejemplo el décimo, una ceremonia en la playa, ya que a mí me hubiera gustado, con un grupo reducido para poder disfrutar de una reboda.